martes, 2 de noviembre de 2021

Halloween: Truco o trato

Este Halloween lo hemos pasado en el pueblo porque nos ha coincidido así. Normalmente es una fecha que celebramos en Madrid. Sí, la celebramos porque a mis hijos les encanta y cualquier excusa es buena para pasarlo bien temáticamente.

El caso es que hacía siete años que no íbamos en esta divertida y monstruosa fiesta a Covarrubias. No porque no quisiéramos, sino porque nunca cuadraba bien. Recordábamos que el año que fuimos se había montado en el pueblo un fiestón lleno de espíritus, demonios, brujas y toda clase de ánima y monstruo que pueda existir en nuestra imaginación, en busca de las ansiadas chuches, pero no estábamos seguros de que se siguiera haciendo. Y mucho menos después de la pandemia que hemos vivido.

Por si acaso nos fuimos preparados para la ocasión con unas máscaras y unas monstruosas manos bolsas.

Los niños aceptaron el plan encantados en un principio, pero luego empezaron las condiciones, las vergüencitas y las situaciones imprevistas. Daniel exigió ir sólo porque, claro, ya es mayor. Se disfrazó de cazador de almas y chuches con bastante ilusión, pero, a la hora de cruzar la puerta, se lo pensó dos veces y fue disfrazado de si mismo. Le daba vergüenza pasearse por el pueblo de esa guisa a sus dice añazos. Ya ves tú.

Iván se vino con nosotros, bien disfrazadito. Su padre también se animó y se hizo con la máscara del mayor y una capucha de su disfraz de caballero medieval para encarnar a la mismísima parca. Salió muy feliz a la caza de chuches. Por el camino nos encontramos con Daniel, que volvía informándonos de que no había visto a ninguno de sus amigos y que sólo habían niños pequeños, así que se volvía a casa porque estaba claro que no había plan para un chico mayor como el (espero que pase pronto esta etapa).

El pequeño todavía conservaba la ilusión al adentrarse en el centro del pueblo, pero en cuanto se encontró con el mogollón de niños pequeños que enarbolaban el grito de guerra de "Truco o trato" como cantinela continua mientras brincaban felices, se desinfló.

Es un niño tímido y la multitud de padre y niños le desbordó. No quiso ni oír hablar de juntarse con ellos. Así que le convencí para buscar una puerta adornada nosotros solos. Una vez frente a una casa en la que estaba claro que seguían el juego, me empujó para que tocara al timbre. Pacientemente, le expliqué que el Truco o trato era sólo para NIÑOS y que yo le acompañaba, pero que tenía que ser él el que pidiera los caramelos. La cosa no le hizo nada de gracia, pero cuando el fantasma de la casa asomó la cabeza porque le había oído y le animó a pedir chuches no le quedó más remedio que hacerlo.

Yo le notaba la vergüenza hirviendo en cara aún tras la máscara, pero aguantó bien  el tipo. Evidentemente, cuando volvió a mí con su botín le dejé claro que esto era para divertirnos y no para sufrir y que si quería volver con su hermano a casa y disfrutar de una buena sesión de cine por mí no había problema. Ni lo dudó. "¡A casa!", me dijo.

Por el camino, nos topamos con una casa abierta de para en par llena de humo y misterio. Le pregunté si quería entrar y me dijo que si era conmigo, sí. Así que nos metimos, yo más feliz que él, debo de confesar. Se me salían los ojos con a ambientación tan currada de esos vecinos. Flipante.

Cuando me quise dar cuenta, el peque estaba rodeado de jocosos monstruos que le podían que diera el santo y seña para recibir sus chuches. Lo decía tan bajito que ni le oían al pobre, pero igualmente le dieron las chuches y salió de ahí por patas en cuanto tuvo la oportunidad.

"Ahora DIRECTOS a casa, ¿eh mami?", me advirtió muy serio. Volví a ofrecer juntarnos con la chiquillería que recorrían las calles con gritos de emoción, pero me aseguró cortante que él nunca se mezcla con la masa., porque él sabe pensar por sí mismo. Me temo que ha liado conceptos y malinterpretado palabras mías, pero como le veía superado por la situación no quise tirar más de la cuerda y volvimos a casa entre las protestas del padre que se lo estaba pasando de lujo.

La diversión nos hay que forzarla. Propuse al padre volver a salir los dos solos para seguir viendo el ambiente, pero sin los niños perdía toda la gracia según él.

Total, que acabamos todos delante de la tele viendo Pesadillas por octava o novena vez. Y los niños encantados con su sesión de cine y las chuches que había conseguido Iván, que, por cierto, para haber ido sólo a dos casas, eran muchísimas.

2 comentarios:

  1. En tu pueblo sí lo toman en serio. Un beso

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    1. Es que aquí lo de estar todo el día en la calle es más fácil para los peques :)
      Y cualquier excusa es buena para montar una fiesta!!

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