"Sí, claro. Y yo un cruasan relleno de crema y con cobertura de choc..."
"Que no, mamá. Que es en serio. Los necesito para una actividad de sociales"
Tenéis que admitir que es difícil de creer que se necesiten huevitos de chocolate para una tarea del cole, pero dejé hablar al peque y todo cobró sentido.
Necesitaba las cápsulas del plástico donde vienen las sorpresas para los órganos de una trucha que iban a momificar porque estaban dando el antiguo Egipto. ¡Wow! Como se lo curra su profesor (o profesora. Desde que está en Secundaria nos entero de nada).
Pues nada, nada. Como madre abnegada que soy compré los dos huevos que necesitaba, otros dos para su hermano (que si no iba a haber lío), uno para mí y otro para el padre (que también nos gusta el chocolate). El gran beneficiado de todo este negocio fue Iván, que se hizo con casi todas las sorpresas: unos animalitos bastante chulos. Daniel sólo quiso los dos que le tocaron a él.Y las cápsulas, claro. Al final se llevó todas por su a alguien les hacía falta.
¡Ah! Y la trucha, que también me tocó a mí ir a comprarla porque el peque se presentó voluntario. En su descargo, tengo que decir que tenía toda la intención de ir él mismo a buscarla, pero, teniendo en cuenta que íbamos a ser entre 8 y 10 padres a la búsqueda de una trucha intacta, pensé que era mejor ir a primera hora a por ella (cuando Daniel estaba en clase). Porque estaba claro que cuanto más fresca mejor, así que la compré un día antes de la actividad.
Iba avisada por la madre de otro grupo (les había tocado un par de días antes) de que ni me molestara en ir a una pescadería, porque ya tenían todo el pescado limpio listo para servir a los clientes. La única opción eran las bandejas del hipermercado, en las que te ponían el pez entero y sin limpiar un poco más barato.
Yo iba pensando en que si no había trucha, pues tendría que ser dorada o lubina. Pero afortunadamente había trucha porque ¡vaya diferencia de precios! El caso es que volví con mi truchita bajo el brazo como un tesoro. Por cierto, tampoco podía ser descongelada, que no se qué pasa con sus órganos que no, que nos sirve.Me puedo imaginar cómo apestaría la clase el día D con 10 truchas esperando su momento de ser momificadas a última hora de la mañana.
El caso es que el niño estaba muy emocionado con la perspectiva de tener una trucha momia y se fue al cole la mar de feliz con su pescado.
Luego nos contó que él fue el único de su grupo que se atrevió a cortar al cadáver porque al resto les daba muchísimo asco. Luego sí que sacaron los órganos con pinzas y los metieron en los huevos kinder. Por último metieron el cuerpo en lo que supongo que será una especie de salazón para que se momificara (Sal y limonela, o algo así me dijo Daniel, pero no me acuerdo muy bien).
"En 14 días espero traer a casa la momia", exclamó entusiasmado.He de confesar que yo espero que no.
Me explicó qué se la rifarían en los grupos para ver quien se la llevaba a casa.
Espero que Daniel no sea el afortunado porque mi pasión por los experimentos y las creaciones de mis churumbeles tiene un límite y no tardaría mucho en acabar en la basura.
¡Y que ni se le ocurra traerme un huevo kinder relleno de tripas!
Las fotos se las pasó un de sus compañeras de grupo a mi móvil. A veces mola que alguien se lleve el móvil a clase. Alguien que no sea mi hijo, claro.
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