Como ya me dieron el alta el viernes, el lunes me tocaba incorporarme a oficina. Y os preguntaréis: ¿qué tiene esto que ver con los dorayakis? ¡Pues mucho! Porque, resulta, que me han cambiado el horario a jornada completa presencial y ya no puedo hacer la comida al medio día para el marido y la fuera mayor, así que me toca cocinar los fines de semana para dejar apañadas cositas.
Y ya que te metes en la cocina... Pues sí. De repente me entraron unas ganas locas de merendar dorayakis. Miré la receta y tenía todo menos las judías anko, como era de esperar. Peeeeeero, sí contaba con judías rojas de toda la vida. No podían ser tan diferentes. Además, el tema era hacer confitura de judía. Es decir, cocer las judías y meterle toneladas de azúcar. Por mucho sabor que tuvieran las judías anko el azúcar se iba a imponer igual que con las rojas.
Así que entre carne guisada, arroz con calamares y gambas y judías rojas con chorizo, me puse a elaborar el postre japonés. La verdad es que no es nada difícil. La pasta de relleno es una especie de mermelada de judías como ya he dicho, y la tortita de fuera es una mezcla de huevos, miel, azúcar, harina, levadura, sal y agua. Se pasa por luna sartén con mantequilla como las tortitas de toda la vida y luego se montan a modo sandwich con el relleno. ¡Listo! Ya tenemos merienda dominguera especial.
Los niños estaban encantados. Ahora quieren dorayakis todos los días. ¡¡¡Se me han convertido en gatos cósmicos!!!
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