Como nos coincidió que uno de los días para principiantes nos venía de perlas para ir, allá que nos encaminamos con la mochila llena de juegos facilitos y uno de roles ocultos al que le tenía muchas ganas: two rooms and a boom.
Iván y Raúl lo habían jugado en las jornadas Tierra de Nadie y les había flipado. Yo no pude porque me encontraba medio mal y me fui a dormir para no tentar a la suerte y ponerme mala del todo. ¡Me hubiera perdido todo lo demás!
En fin, que luego em pusieron los dientes largos al día siguiente y me quedé con la espinita clavada. Así que lo llevamos al centro social, que sabíamos que encontraríamos el número de jugadores mínimo (seis). Al final encontramos diez.
Pero la cosa empezó con el Hombre Lobo de una noche, que siempre triunfa. Íbamos a empezar sólo los tres, porque habíamos llegado los primeros (Daniel estaba en el cumple de un amigo) y, de repente empezaron a llegar más y más personas, hasta que nos juntamos 10 y un montón de personajes. Cuanto más éramos más divertidas eran las partidas.Cuando se cansaron de la caza del lobo, sugerí Two rooms and a boom, pero dijeron que se habían cansado de juegos de roles ocultos. Alguien sugirió separarnos porque éramos demasiados para un juego al uso, pero Raúl sacó Ikónikus y pudimos jugar todos.
En realidad Ikonikus funciona mucho mejor para menos jugadores, pero ¡menudas risas co als preguntas e interpretaciones de la cartas! Y menudo caos se montó con cada turno. Fue tan divertido que, cuando ganó a uno de los chicos, antes de completar la ronda, los que no habían hecho pregunta protestaron y hubo que seguir hasta que participaran todos.
Cuando llegó el turno de Iván, empezó a interpretar las cartas de forma inquietante y todos flipamos. Yo creo que nos estaba tomando el pelo porque se moría de la risa al ver nuestras caras. Ponía su cara de pillo, sacaba una carta con la imagen del martillo y gritaba con sonrisa sádica: "¡Empieza la purga!", o sacaba le carta del copo de nieve y comentaba melancólicamente: "Ya siento el frío de la calle porque eh perdido el dinero y me he convertido en un triste mendigo". Nos llevó a a todos en un amontaña rusa de emociones cuando fue su turno, eso desde luego.
Acabó la ronda y a todos les había encantado el juego. Volví a intentar animar a todos al que quería yo y al final accedieron porque veían que me hacía ilusión.
Les explicamos la mecánica y nos dividimos en dos grupos, cada uno en una habitación diferente de forma simbólica porque sólo había una sala muy grande. Se reparten los roles al azar y te puede tocar el equipo azul (los que tienen que intentar que el presidente no acabe en la habitación en la que está la bomba), el equipo rojo (que tienen que intentar que el presidente acabe en la habitación donde está la bomba) y el equipo gris (que tienen sus propios objetivos). Tanto en el rojo como en el azul hay roels de ángel (está obligado a decir siempre la verdad), demonio (está obligado a mentir siempre) y payaso (está obligado a sonreír todo el rato). Hay muchos más roles, pero estos fueron los que metimos para no hacerlo muy difícil.El juego consta de tres turnos: el primero de tres minutos, el segundo de dos minutos y el último de un minuto. En esos turnos se puede hacer los mismo: hablar entre los que están en tu habitación en grupo o por separado, ofrecer a alguien enseñarle tu carta a cambio de que te enseñe la suya y votar un líder que será el que decida al final del turno a quién de tu habitación manda a la otra habitación (intentando conseguir su objetivo). El líder se puede derrocar y nombrar a otro si hay suficientes votos para hacerlo. Nos moló un montón y fue extremadamente emocionante porque hasta el final no sabes si tu estrategia va a dar resultado o no y tienes que intentar manipular a los que te rodean como puedas para conseguir tus objetivos y averiguar a tiempo quién es la bomba y quién el presidente.
Al acabar llegó un montón de gente y sí que nos separamos ya en grupos más pequeños. Un chico que se quedó con nosotros no enseñó un juego basado en un capítulo de la serie Rick y Morty, Total Rickall, en el que la familia se queda atrapada en la casa porque tienen una invasión de parásitos. Cuando llegamos a casa vimos el capítulo por curiosidad. El juego mola. Tienes que jugar bien tus cartas para averiguar qué personajes son parásitos y cuales reales y matar a los falsos sin dañar a los humanos, evidentemente.Tras la partida, decidimos que ya era hora de irnos a casa. Raúl e Iván estaban muertos de hambre y yo de sueño, que es lo que pasa cuando se madruga tanto entre semana. Así que nos fuimos a casa anotand pòr el camino el teléfono de una pizzería que vimos por el camino. Cuando llegamos a casa encargamos als pizzas para que nos llegaran calentitas. Si las hubiéramos comprado in situ, hubieran llegado congeladas a casa. Tenían una masa parecida a las tortitas de gazpacho manchego. ¡Estaban buenísimas!
Después de comer me metí en la cama, que lo estaba deseando.
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