miércoles, 12 de septiembre de 2018

Ludo Ergo Sum, segunda parte

El domingo ya no madrugamos tanto para presentarnos en el polideportivo donde se celebraban las Ludo Ergo Sum este fin de semana. Estábamos agotados del día anterior, pero no nos queríamos perder el último día, así que nos arrastramos hasta allí con un ojo medio pegado. Bueno, eso yo, porque a los hombres de la casa sólo les faltaba cantar. A veces me miraban raro por haberles retrasado. En fin, que se le va a hacer.

Si el sábado no salimos del pabellón principal, el domingo casi no entramos. A pocos metros de la puerta nos encontramos con una singular clase de espada y tiro al arco.

Por supuesto, mis churumbeles se acoplaron y a los papis nos tocó esperar mientras cuidábamos de que no se sacaran los ojos a espadazos. Se lo pasaron genial. Sobre todo les flipó el tiro al arco.

De allí nos acercamos a la zona infantil, que estaba muy cerca. En unas carpas habían montado un montón de juegos en su versión gigante y quedaban chulísimos. Cuco Kiko, Mascotas, Speed Cups, Fantasma Blitz, El Frutal, Dr. Eureka...

Te daban ganas de jugar a todos, aunque a mis churumbeles no parecía hacerles tanta gracia. Los miraban un ratito, pero no se decidían por ninguno. Al final estuvieron con uno de madera de meter fichas por una obertura al que jugaron a su bola sin preguntar por las reglas en ningún momento. ¡¡Con todas las opciones superchulas que tenían! Son los misterios de la vida que yo nunca llegaré a comprender.

Yo con ganas de locas de jugar a todos y ninguno de mis churumbeles secundándome. Porca miseria.

De todas formas estaban irritables nivel máximo. Supongo que por la paliza del día anterior. De mirarles estallaban en ataques de iras y lloros desconsolados. Santo Job, ese día te quité el récord a la paciencia.

Estaba consolando al mayor con la ayuda de Miren (pero que requetemaja es) cuando el padre de las criaturas nos llamó desde al pabellón de las charlas.

Dentro habían montado un taller para hacer tu propio juego de mesa impresionante que había organizado Ludo (Asociación de creadores de juegos de mesa), una Game Jam.

Los participantes tenían que ponerse en equipos y hacer un juego futurista que incluyera un reloj de arena entre sus elementos usando todos los materiales a su disposición, ¡que eran muchísimos! Fichas, dados, dados en blanco, tarjetas, meeples... ¡De todo! Ahora tengo que averiguar dónde venden esos tesoros porque tengo claro que estas Navidades un regalo para los peques va a ser un pack de hazte tus propios juegos de mesa.

El caso es que, como llegamos bastante tarde nos dieron más manga ancha. Raúl se había sentado con Iván a hacer su juego, pero por discrepancias irreconciliables cada uno estaba haciendo uno diferente. Daniel también decidió ir por libre. Incluso se sentó en una mesa aparte. Y yo hice las veces de tester para todos.

Al pobre Raúl le jorobé su proyecto de juego en el que había que derribar torres soplando porque, a pesar de no haber sido nunca fumadora, mis pulmones no tienen mucho fuelle, así que tuvo que rehacerlo entero y crear Fuel Stacks. Al final quedó muy chulo. Iba de una carrera de coches en el futuro. Tirando tres dados y consiguiendo escaleras se deciden cuantas piezas se pueden apilar en tu coche hasta que se acabe la arena del reloj. Entonces, si no se te han caído, el que menos pisos tenga pone un cubito en el otro jugador para fastidiarles el avance. El coche se mueve tantas casillas como alturas tenga la torre, si se te cae te paras inmediatamente... Se lo curró un montón. Hasta hizo varios diseños de coche y el tablero con un circuito.

La presentación de Daniel causó muchas risas porque nadie se esperaba que un niño de casi nueve años se inventara un juego que consista en que los jugadores tengan que matar personas para llevarles sus almas a su amo, la muerte (uno de los presentes aseguró que con esa idea ya le había ganado jajaja). Por supuesto, tienes unos objetivos que cumplir, y unas almas no valen igual que otras. Con un dado se decide si consigues acabar con tu objetivo y con otro si te llevas un tipo de alma, otro o ninguna.

¡Cuidado! Porque si los ángeles te salen en el dado y te visitan nueve veces has perdido. Si no consigues los objetivos que indica tu tarjeta antes de que se acabe el tiempo del reloj también has perdido. Hasta hizo un tablero que representaba una calle en la que se paseaban los meeples de las posibles víctimas con las almas en forma de fichas de parchís debajo. Alucino con su inventiva. Uno de los allí presentes le preguntó si lo consideraba un juego infantil y el peque contestó que, evidentemente, no. ¡Que tío! Asegura que se inspiró en un videojuego. La verdad es que se ganó al público desde el primer momento y sus padres no podíamos estar más orgullosos de nuestro churumbel. Lo llamó Los accidentes.

Iván también creó un juego, pero le dio mucha vergüenza presentarlo. Cuando jugué con él para probarlo Locura en la ciudad iba de que los jugadores tenían que moverse por un tablero, que nos teníamos que imaginar porque no le dio tiempo a dibujarlo, del mapa de una ciudad con varios bancos llenos de dinero. Cada uno elige en secreto un rol: policía, ladrón o ciudadano y va en coche avanzando tres casillas mientras no se lo rompan. Si se lo rompen avanza sólo una. El objetivo de los ladrones es robar el banco hasta conseguir cinco piezas de oro, el de los policías es descubrir y atrapar a un ladrón y el del ciudadano confundir a la policía para que lo pille sin querer (entonces el policía pierde y gana el ciudadano). Por si acaso todos son policías o ladrones, cada turno sale un policía y un ladrón de uno de los lados del tablero y mueve en una especie de turno de enemigos. O eso pude entender. Porque me pareció realmente muy complicado. Yo hubiera hecho que los roles se repartieran al azar con unas cartas y según el número de jugadores hubieran un número determinado de cada uno.

Los demás participantes hicieron unos juegos alucinantes. ¡Vamos! Que me hubiera gustado que existieran para poder jugarlos. Vaya nivelazo que había en el taller. Había uno de competencia extrema entre dos empresas de paquetería que tiene que usar el mismo camión futurista para hacer sus entregas y sumar puntos; uno de un viaje en el tiempo en el que se conoce el punto presente y el futuro final, pero en el que hay que elegir el camino entre un punto y otro consiguiendo una serie de objetivos; un juego narrativo en el que se repara una nave de forma colaborativa, pero que gana el que consiga realizar con éxito sus objetivos ocultos; otro de una sastrería espacial muy caótica en la que hay que encontrar las partes de los trajes para hacer los encargos...

Como se ponían en común, todos los presentes podían comentar lo que opinaban, que fallos o aciertos le encontraban, cómo lo mejorarían... Entre ellos los invitados del debate, Manu Palau, de Brain Picnic y Jaime González de Wah! Estudio.

Por cierto que, según nos chivaron, la mayoría de los componentes que usamos los puso Eduardo García, creador de Ratland, así que tenemos mucho que agradecerle. Además de que también estaba por ahí aportando su opinión, resolviendo dudas y probando los prototipos.

Supuestamente, tendría que haber habido ronda de preguntas en una charla debate, pero se nos hicieron las mil con las presentaciones porque se hicieron aportaciones muy interesantes, como, por ejemplo, que por no tener en cuenta el diseño al detalle podemos dejar fuera a grupos de población como los daltónicos, o que hay que tener en cuenta una serie de mecanismos que equilibran el factor azar en los juegos para que no se den situaciones como perder al primer turno... La verdad es que estuvo muy bien y ni nos dimos cuenta de que nuestros estómagos rugían ya.

El día anterior habíamos comido a base de bocatas sin soltar nuestra idolatrada mesa y poder aprovechar más el tiempo de juego, pero en ese momento, que ni habíamos pisado el pabellón principal nos pareció mejor idea ir a un bar. Como la cafetería del polideportivo estaba de bote en bote nos salimos fuera y nos comimos unas hamburguesas de autor que estaban de muerte. Con el estómago lleno volvimos a las LES con la intención de pillar por fin mesa y jugar como si no hubiera un mañana, pero por el camino me encontré a Paloma, de Refuerzo Divertido, que estaba a punto de comenzar su partida de Buscaduendes. Daniel le preguntó por su hijo mayor y se apuntó a ir al lugar del taller para encontrarse con él. Iván le siguió y, bueno, yo también. El que se descolgó porque ya tenía mono de tablero fue el pater que se metió en el pabellón principal casi sin despedirse por si acaso le decíamos algo.

Así que volvimos al pabellón de las charlas y allí, el Tapón de 7 de Paloma les dirigió una partida a su hermano y a mis churumbeles de Magissa. Yo les veía muy entretenidos y entregados desde la distancia, porque aproveché para darme un respiro a mi misma.

Allí fue donde conocí a Valle Idígoras y Alex Trefois, creadores de los juegos de El Perruco para desarrollar de forma divertida la inteligencia emocional. Son encantadores y, de verdad, que me ayudó mucho que me escucharan mientras me desahogaba contándoles lo polvorilla que es mi hijo pequeño o lo intensamente inquieto que es el mayor (por decirlo suavemente). Les agradezco en el alma todos los consejos y recomendaciones que me dieron.

Lo mejor de todo es que nos invitaron a jugar a la versión gigante de "De perruco... ¡a perruco!" que tenían en la zona infantil. A los dos les gustó mucho, pero sobre todo al pequeño. Y eso que casi se le tira a los pelos al hermano durante la partida en uno de sus ataques de rabia. Pero al finalizarla nos pidió otra y otra y si fuera por él allí hubiéramos estado el resto del día. La verdad es que juego está muy bien. Si caes en el Perruco tienes que contar una situación que refleje la emoción que expresa el perruco dibujado en la casilla para avanzar al siguiente perruco y volver a tirar. Las ilustraciones son preciosas, por cierto. Cuando Iván cayó en la casilla de la Ira, tuvo muy claro qué es lo que le produce enfado máximo: Daniel. ¡Vamos que ni lo dudó un segundo!

Como vi que el Cuco Niko gigante estaba libre convencí a Iván para que jugáramos y, la verdad es que nos lo pasamos genial. Admito que me pareció más chungo que la versión pequeña. Por fin, logré convencer a mis churumbeles para entrar en el pabellón principal... Justo cuando cerraron la ludoteca para empezar a preparar la clausura. ¡Que pena! Ya estamos deseando ir a las LES del 2019.

Puedes enterarte de lo que hicimos el sábado en las jornadas aquí.




martes, 11 de septiembre de 2018

Ludo Ergo Sum 2018, primera parte

Me encantan las jornadas Lugo Ergo Sum. Los organizadores se curran un programa de lujo y un montón de detalles chulos como las Gymkhanas del cartel de esta edición y de El Pequeño Rincón de los Juegos de Mesa. Nosotros intentamos participar en las dos, pero somos fáciles de despistar y no encontrábamos las fotos y la pegatina que se pedían. Lo cierto es que hay tantas, tantas cosas que hacer que nos fue casi imposible encontrar el hueco para ponernos a buscar a propósito y cuando caíamos en la cuenta ya nos habíamos a otro lado sin pisparnos de si había pista o no. Que desastre.

En cuanto al programa, también íbamos despistadísimos porque nosotros somos muy de sentarnos en una mesa y nos soltarla para disfrutar de juego tras juego, así que no le echamos ni una ojeadita ni nos apuntamos a nada.

Sabía que las grandes de Paloma, de Refuerzo Divertido, y Miren, habían organizado  una partida de Buscaduendes y otra en vivo de Pequeños detectives de monstruos (PDM), que triunfaron entre los visitantes infantiles, pero mis hijos no quisieron apuntarse, a la primera porque lo tenemos en casa y en su lógica ya les hará papá una partida, y a PDM porque ya han jugado muchísimo y como tiene una dinámica bastante repetitiva para gustar a los más pequeños, los míos ya se han cansado (demasiadas horas de aventuras roleras, me temo). ¡Pues ellos se lo pierden! Porque por lo que vi, sé y me contaron fueron unas partidas magníficas. Lo que sí aceptaron fue que el Tapón de 7 de Paloma les dirigiera una aventura de Magissa en la que les oía reírse, pero luego no han soltado prenda. ¡Que bichos!

También nos perdimos las firmas de Roberto Alhambra, Sistema D13 y Andrés Palomino. Nos enteramos tarde. Peeero, Paloma me alegró mucho el día regalándome el libro de Alhambra: Lo que ignoran. Que voy a empezar en cuanto acabe con la operación vuelta al cole y los cumples de los peques que son ya y me quitan también muchísimo tiempo. Si sobrevivo a eso me habré merecido un día en el que el padre lleve a los churumbeles al parque y yo me quede leyendo tranquilamente apoltronada en el sofá (Que idílico. Espero que se cumpla).


Pero a lo que vamos, que me disperso. El caso es que el viernes no pudimos ir y nos presentamos allí el sábado tempranito para pillar mesa sí o sí. Entramos sin problemas y logramos nuestro objetivo. Raúl se hizo con el primer juego: Ciudad Machi Koro... Y allí empezó un poco el desorden divertido. Teníamos a los peques de unos amigos al cargo con lo que éramos seis, así que decidimos dividirnos, más aún cuando llegaron Refuerzo divertido, Rolero de Hamelín y su prole. En cuanto el mayo vio el juego de mesa de Lego, City Alarm, que teníamos en nuestra mesa lo tuvo claro.


De repente apareció Mónica de Madresfera con su alegría de siempre y acompañada de su familia, que por cierto se nota que les molan mucho los juegos de mesa porque se sentaron a nuestro lado y les vi disfrutar como locos mientras Mónica saludaba a unos y otros. Por allí cerca pasaron Y yo con estas barbas, Tang de Naranja, Miren con sus tres infantes, Fernando de pequeño rincón de los juegos de mesa, Ruth, de Aprender Paso a Paso, María Jesús Campos, Pepe Pedraz, de A la luz de una bombilla, el propio Alhambra, Manu Sánchez Montero, de El maestro Manu, Julia de Bebé a Mordor, Manu Palau, de Brain Picnic, Keka, de Mamá se escribe con K... Fue genial poder saludarles.

Jugamos un montón de partidas al juego de Lego y a Titus Tentakel hasta que Iván se enfadó con su padre y decidió cambiar de progenitor para seguir jugando a Ciudad Machi Koro. A esas alturas los peques que teníamos al cargo se habían encontrado con unos amiguitos y se habían ido con ellos, así que hablé con la madre de los amiguitos para que les controlara (supermaja, la verdad). Cuando Iván decidió jugar con sus reglas a construirse la mejor ciudad, apareció el mayor de nuestros amigos y se juntó más que dispuesto a escuchar la versión del más pequeño. ¡Dejándome a mí de lado!


Miré a Raúl, que ya había comenzado hacía tiempo una partida a Dino Race de la que había salido Daniel clamando injusticias miles y una conspiración maquiavélica contra él. Le tuve que perseguir entre los puestos para intentar devolverle al redil, pero nos topamos con el de Spike and Freak, una tienda que tiene cosas chulísimas y a los que les habíamos encargado desde las TdN un dado de impactos que nos había flipado, muy útil para las partidas de rol de aventuras y luchas. Evidentemente, mi primogénito se calmó enseguida en cuanto tuvo el dado del color que había elegido, rojo, entre sus manos.


En cuanto llegamos tuvimos bronca con el pequeño porque ese color era el peor el peor el peor... Total, otro dado de impactos al bolsillo, éste color hueso. ¡Ay que tela!

Justo entonces llego la madre de las criaturas a nuestro cargo, María José, una escritora de cuentos infantiles fantástica, además de investigadora científica y madre. Me dio hasta vergüenza que me diera las gracias porque casi todo el rato los peques habían estado con la otra familia. Intentamos jugar a una partida de Cacao, pero el caos se adueñó de nuestra mesa y al final sólo logramos hacer un par de turnos y no recuerdo muy bien por qué. Raúl hacía un rato que daba por perdida la concentración para jugar y se había ido a dar una vuelta.


De repente aparecieron mi maridín y Rafa, de Jugando por ellos (que por cierto se celebra el 22 de septiembre. Ya mismo), que nos empezó a enseñar el arsenal de juegos que había traído y se prestó a hacernos de guía para enseñarnos las reglas.


Nos reímos mucho intentando sacar sólo nuestro color de cascabel usando los imanes de Bellz! compitiendo con Fernando, al que no se le daba nada mal; lo pasamos genial compitiendo en una carrera de personajes mitológicos y monstruosos con habilidades mágicas con Magical Athlete; construimos el nido del Cuco Kiko; jugamos a Rise of Augustus, un bingo muy singular ambientado en la época romana en el que los cartones te dan habilidades diferentes cuando los completas ¡Ave César! Y contamos un hilarante cuento si pies ni cabeza con Erase una vez intercalado por preguntas de los jugadores para lograr deshacernos de nuestras cartas antes que los demás.


Cuando Rafa se tuvo que ir se sentó con nosotros un amigo de Raúl de su club de juegos y echamos un par de partidas a Frutas Fabulosas, un juego muy curioso porque va avanzando de mazos a la par que se juega y cada vez tenemos diferentes habilidades y acciones. Es curioso.


Además conseguí por fin el juego de Sergio Rodríguez Yánez, Death Over the Kingdom, al que le tenía muchas ganas. Y no paré hasta que el autor, que es majísimo, me lo firmó. Estoy superfeliz con mi tesoro.

Y hasta aquí la crónica del sábado, que si me pongo a hablar del domingo va a salir un post extremadamente largo. El segundo día lo cuento aquí.


viernes, 7 de septiembre de 2018

Barbacoa en la piscina

Una de las razones por las que elegimos Arenales del Sol para nuestras vacaciones fue porque mi ver a la familia, así que cuando mi prima nos invitó a una barbacoa en su casa de campo nos encantó el plan. Encima también venía mi hermano y mi sobrina Natalia. Que ilusión nos hizo porque pensábamos que no les íbamos a ver este verano y al final estuvimos unos días juntos.

El caso es que nos plantamos en la casa de mi prima con muchas ganas de reunirnos todos y pasarlo muy bien. Lo primero que hicieron mis peques, después de saludar, fue tirarse de cabeza a la piscina. ¡Cómo les gusta el agua a éstos! Y me encantaría afirmar que a partir de ahí no hubo niños... pero no. Sí que se hicieron notar ¡y mucho!

Mira que tenían espacio estando ellos solos en el agua, pero aún así se molestaban. Que narices tienen.

Menos mal que en cuanto el comando fuego se puso manos a la obra se acabaron las peleas. Lo malo fue que captaron demasiado la atención infantil y hubo que espantarlos de allí para evitar accidentes.

Anda que no saben bien las costillas, chorizos, longanizas, pancetitas... etc... a la barbacoa. Encima, mi prima hizo patatas al horno con ali oli casero... mmmm. Casi salimos rodando de allí.

Como broche final, granizados de un sitio que los hacen de miedo y, lo mejor de todo, una tarta de queso con compota de manzana que hizo mi primo, que está estudiando para ser cocinero, y que estaba de muerte. Nunca había probado una así. Aún a riesgo de estallar me comí mi porción enterita porque estaba realmente deliciosa.

Al que no le gustó mucho fue a nuestro mayor, que estaba un poco alicaído porque él suele tener fama de comer muy bien y no le sabía bien decepcionar así a su primo. Así que decidió darle un explicación ante un plato aún lleno de tarta: "Jo, lo siento mucho. Es que a mí el queso no me gusta nada, pero nada nada. Si me hubieras hecho la tarta de repollo...", "¡¡¡¿¿¿De repollooooo???!!!", se sorprendió su primo, "Si me hubieras dicho de chocolate... ¡pero una tarta de repollo! Pues sí que me lo pones difícil".  Vaya reto difícil. Ya me gustaría ver a mí a los de Masterchef intentándolo con una receta de este calibre. Desde luego, no seré yo quien complazca a mi primogénito. Aunque, que conste en acta, que buscando en google posteriormente he encontrado un montón de opciones que no tienen mala pinta.

Tras una buena cena y una mejor charla, nos despedimos de todos para volvernos al apartamento. Los peques se quedaron fritos casi al tocar sus asientos. ¡Pobrecitos! Que paliza llevaban. Pero le sale a cuenta porque se lo pasaron genial.


miércoles, 5 de septiembre de 2018

Calor humano en la playita

A pesar de tener orígenes canarios no soy muy fan de la playa. Todo lo contrario que los madrileños de mi casa que la adoran y disfrutan a partes iguales. Así que este año nos hemos acercado a Arenales del Sol, en Alicante, para unas típicas y tradicionales vacaciones en la costa. De esas en las que te dedicas a vegetar en la arena, o en la piscina o a comerte un helado dando una vuelta por el paseo marítimo (aunque éste no era muy marítimo).

En el tiempo que he chupado toalla me he dado cuenta una comportamiento humano muy singular: la tendencia a optimizar el espacio de la primera fila. Esto cambia según se baje por la mañana o por la tarde, probablemente porque por la tarde la mayoría prefiere dormir siesta y si eso ya quedarse en la piscina, jugar a las cartas o tirar para el paseo directamente. Y claro, el que se le ocurre bajar disfruta de un espacio inusitado más para respirar que se agradece, oye.

O por lo menos lo agradezco yo, que debo ser muy poco sociable porque no busco tanto calor humano. Ya tengo suficiente con el ambiental. Una que es rara.

El caso es que por las mañanas plantas tu sombrilla al lado de la orilla (por que nosotros madrugamos y siempre hay hueco), extiendes tus toallas amorosamente, te tumbas cual lagarto mientras el resto de la familia se va a chapotear a la orilla... de repente, levantas la vista y te han cercado por todos los lados. Tu toalla ya no delimita con la arena, sino ¡con otras toallas! Y resulta que ahora estás en tercera línea. ¿Pero cómo lo han hecho? Está claro que el que se ha hecho con la primera línea tiene metida media sillita en el mar, pero como no hay oleaje no parece importarle lo más mínimo. Realmente espero que la marea esté bajando y no subiendo por su bien.

Y que se te ocurra protestar por la invasión de la burbuja personal porque te va a caer un buen zasca: "La playa es de todos". Bueeeno, sí. Si yo no digo lo contrario, pero el espacio vital también es importante. ¿No? Que conste que yo no fui la que clamé al cielo sino un pobre señor que estaba sentado en un silla y que para poner el pie en el suelo tenía que pisar la toalla de la de al lado.

Lo bueno del asunto es que nadie se queja si le pisas la toalla... ya que es imposible acceder al mar sin pisar ninguna. Están milimétricamente colocadas para no dejar ni un mínimo huequito libre para plantar el pie.

¡Ah! y da igual lo cerca que plantes la sombrilla y toallas de la orilla, siempre habrá quien se las arreglará para poner sus cosas delante. ¡Es todo un arte! Eso sí, olvídate de dar un paseo por la orilla o de que los niños hagan castillos de arena porque ese espacio ya está ocupado, parcelado y defendido por alguien que toma el sol (o la sombra).

A mis chicos todo esto les daba bastante igual porque ellos pocas veces salían del agua. Pececillos les voy a llamar a partir de ahora, pero al final todos accedieron a bajar a la playa principalmente por las tardes o a horas tempranas por amor a mí. Si es que son más majos... Y así también se les abría la posibilidad de poder jugar en la arena y todo.








lunes, 3 de septiembre de 2018

Concurso de pintura rápida en Covarrubias

Cada año, en verano, se organiza en Covarrubias el concurso de pintura rápida. Durante la mañana puedes observar como los pintores toman posesiones y dan pinceladas como posesos tratando de terminar su obra antes del medio día. Y ya bien entrada la tarde exponen todas las obras y los ganadores.

Por supuesto es algo muy personal y cada uno de nosotros decide en su fuero interno su propio ganador, que no siempre coincide con la decisión del jurado. teniendo en cuenta que no tenemos ni idea de técnicas de pintura no es de extrañar que no coincidan nuestros fallos. Nosotros nos guiamos por sensaciones y emociones trasmitidas y el jurado tendrá muy en cuenta la técnica, digo yo.

Raúl y yo nos limitamos a comentar cuales nos gusta más y por qué, Iván se dedica a saltar de un lado a otro casi sin reparar en los lienzo y Daniel... Daniel se enfada, se ofusca, se indigna... Se siente el mayor incomprendido y se rasga las vestiduras porque tiene una capacidad realmente magnífica para teatralizar. Y, de repente, se ha convertido en un crítico de arte despiadado muy muy muy en desacuerdo con el reparto de premios y fervientemente defensor de la obra que le ha gustado.

Hace gracia verle mirar con inquina los cuadros premiados y con pena el que cree que debería haber ganado. Pobres pintores premiado, espero que no estuvieran por allí para oirle despotricar después de todos sus esfuerzo. Aunque todos y cada uno de los cuadros estaban geniales y se notaba que se los habían trabajado.

El peque me pidió el móvil para inmortalizar las obras en la tarjeta de memoria y aprovechó para editar para expresar su parecer en una foto con muy mala baba. "Danieeeeeel. Tienes que aprender a respetar. No conoces las razones por las que se ha llevado el premio", le recriminé mientras reprimía la risa. "Pero mamá, esto sólo puede ser cosa de magia negra y fuerzas del mal". Que exagerado es este chiquillo.


sábado, 1 de septiembre de 2018

En Covarrubias tomándolo con calma

Después del palizón que nos pegamos en las TdN, con tantas cosas para hacer y tan poco tiempo de dormir, llegamos a Covarrubias agotados. Habíamos hecho planes para hacer excursiones y tal, pero desde el principio nos apoltronamos en el pueblo y nos tomamos la vida con calma. Ni Raúl quería conducir, ni yo madrugar, ni los niños hacer otra cosa que jugar con sus amigos del pueblo. Así que ¡para qué forzar las cosas!

Con el río, los paseos y un poco de senderismo por caminos cercanos ya teníamos más que suficiente. Hasta las bicis sacamos para que los peques las disfrutaran, una actividad que no solemos hacer mucho en Madrid por falta de tiempo y ganas. Siempre, en algún momento de la operación bicicleta, me toca a mí cargar con alguna y ¡claro! Si no me lo piden expresamente yo no doy ideas por la cuenta que me trae. Pero en el pueblo es otra cosa. Hay que tener cuidado con los coches, pero incluso me puedo sentar tranquilamente mientras ellos van calle arriba y calle abajo por la Solana.

En uno de los paseos por el campo nos dedicamos a recoger pequeñas piedras blancas que pensábamos convertir en calaveritas. ¡Se prestaban mucho por la forma! Pero al final se han venido para Madrid tan blancas como fueron. ¡Si es que estos fieras querían estar todo el rato o fuera o jugando a juegos de mesa!

Así que ya hemos estrenado y requetestrenado ROX, Picnic y The Forest, además de darle caña a otros que llevamos con nosotros y que triunfaron también entre los amigos de los niños.

La última noche que pasamos allí, unos amigos nos invitaron a cenar en el patio de su casa mientras los niños se tomaban una pizza y salchichas viendo la tele con un proyector y una sábana blanca en plan cine de verano. Fliparon y no hubo niños en toda la velada. Cuando iba a ver cómo estaban me los encontraba con la mirada fija en la pantalla y masticando chuches tan atentos. Según el mayor, ¡la mejor noche de su vida! jajajaja

Fue una semana de descansar de verdad, que ya nos hacía falta.