miércoles, 3 de diciembre de 2014

Los tesoros de Daniel

El otro día fue el peor día de la vida de Daniel, según el mismo. Menos mal que al final el padre se lo arregló enseñándole un lenguaje de programación muy sencillo, que para mí es chino. Si a alguien le interesa se llama scratch y el peque, con mucha ayuda de su padre, programó un robot que cuando se acercaba a una bomba sonaba ¡Boom!

Pero vamos al meollo de la cuestión. Los hechos acontecieron en el parque habitual. El chiquillo no estaba muy por la labor de disfrutar  de las hojas otoñales que cubrían profusamente el suelo, pero yo le obligué. A él y al hermano. Porque considero que sacarles a que les dé el aire es necesario aunque sea en contra de su voluntad.

Una vez allí se fueron animando poco a poco. Como había traído las tizas jugamos a que yo era una cliente y ellos me dibujaban lo que yo pedía en el bordillo. Tenía que pintar lo que quería, como si fuera mi hoja de pedido y ellos lo copiaban para que yo hiciera como que me lo comía. Así estuvimos hasta que vino un amiguito de Daniel e Iván se puso un poco tontete y se pegó a mis piernas cual lapa.

Entonces al primogénito se le ocurrió vender brochetas de hojas y palo. Pedía una moneda real, así que la única que se ofreció a comprarle una fue su madre, como es lógico. Mientras rebuscaba en el bolsillo algún centimillo suelto, al más pequeño de la familia se le cruzó un cable y puso pies en polvorosa hacia su querido hogar de forma autónoma y solitaria. In extremis saqué la primer moneda que cogí, que resultaron ser veinte centimazos y se las entregué al mayor que no podía dejar de dar saltitos nerviosos en espera de su preciado tesoro. Metí el turbo y cogí a Iván cuando casi llegaba al paso de peatones. Enfadadísima volvimos al parque los dos: uno berreando y la otra con un ceño esculpido en piedra.

El mayor estaba feliz con su tesoro, pero ¡oh! ¡Qué mala suerte! Se le cayó entre las hojas como unas tres veces y la última fue imposible de encontrar (veinte preciosos y brillantes céntimos que nunca volveremos a ver). Ya sé que tenía que habérselos quitado o cambiado por otra monedita que tirara más al bronce, pero estaba tan emocionado que no tuve corazón. Y vaya si  sintió la pérdida. Se estuvo lamentando hasta que... encontró la concha de un caracol vacío bastante asquerosilla. Con ojos brillantes me pidió que lo adoptáramos. Le sugerí que le hiciera un regalo de la amistad a su amigo, pero ni él ni la madre del chiquillo estuvieron de acuerdo en tan ventajoso trato. Al final, le regalé mi llavero redondito al amigo para que no se quedara con las ganas de tener un tesoro y accedí a la adopción de la concha. No tenía que haberme preocupado mucho por el tema porque al rato percibí una cara de angustia en mi primogénito que me hizo prever el desastre que acababa de acontecer. "¡Este es el peor dia de mi viiiiida!" se quejó mi niño. "He perdido mi moneda y ahora se me ha caído mi caracol ¡y lo he pisado! ¡Se ha roto! ¡Joooooo! Esto sólo se puede arreglar si me dejas el ordenador cuando lleguemos a casa. Es la única manera" Me aseguró muy serio.

Pero mamá se ha puesto dura con el tema y le aseguré que por encima de mi cadáver, aunque con otras palabras. Al final, no hizo falta ningún homicidio, porque con acudir a su padre tuvo suficiente. Es lo malo de no poder leernos la mente. Sería de lo más útil si los padres tuviéramos telepatía. Eso sí que es el futuro de la crianza.

7 comentarios:

  1. Jajaja, pobre Daniel, vaya dos sofocones el mismo día y lo que mas me sorprende la forma de manejar la situación para llevársela a si terreno y conseguir un rato con el ordenador! Vaya bichejo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es un experto en intentar llevarte a su terreno. No veas los estresante que es no poder bajar la guardia nunca!!!!

      Eliminar
  2. Jajajajajajajajajaja! Me he reído un montón con tu post, estás sembrá! El ceño esculpido en piedra es lo más, jajajajaja!
    Muas!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si me hubieras visto en ese momento opinarías que me he quedado corta jajaja

      Eliminar
  3. Jajajaja. Qué gracia me ha hecho lo de "es el peor día de mi vida" y "esto sólo se arregla dejándome el ordenador". Bueno, al menos se salió con la suya y ya no lo recordará como un día tan nefasto. Un besote!!!!

    ResponderEliminar
  4. No es listo el peque ni na!!! como juegan al chantaje emocional ya tan de pequeños.

    ResponderEliminar

Me encanta saber lo que piensas.