Amor al teatro de guiñoles

Últimamente mis niños han descubierto el placer de contar historias a base de marionetas. Se esconden tras el brazo del sofá y comienzan sus cuentos conmigo de público.

Las marionetas no tiene que ser muy trabajadas. Les vale con el recorte de un dibujo para hilar aventuras sin fin o algunos peluches. A veces Iván llega del cole con las típicas marionetas de dedos hechas en papel y no tardan un segundo en acomodarse detrás del "escenario". ¡Les encanta!

Una tarde que me encontraba disfrutando de una de sus obras se me ocurrió que con un simple palo de polo para manualidades la cosa iba a mejorar mucho. Los peques hacían brincar por turnos a personajes de papel por las tablas encontrando amigos y enemigos por doquier y preguntándome si había visto pasar por ahí a fulanito o menganito. "Si pegaran el palo al papel podrían manejar los personajes mejor" pensé.

Cuando terminaron les expuse mi idea y me pidieron los palos  muy ilusionados. En unos minutos, los personajes principales tenían su palo de múltiples colores y el espectáculo continuó. Así era mucho más fácil manipular los dibujos. En esa historia caían bombas y malos por todas partes. La cosa se puso muy emocionante. Menos mal que el protagonista llegó ileso al final. Conociendo a mis churumbeles no hubiera apostado un céntimo por él.