Hulk y Spiderman miden sus fuerzas

Un tío de los niños le regaló un disfraz de Spiderman a Daniel. Uno de esos llenos de musculitos que a mí tan poco me gustan, pero que a ellos les chiflan. El peque estaba como loco por ponérselo y no iba a ser yo quien le negara un deseo tan sencillo. Así que, un segundo después, el chiquillo emulaba al super héroe arácnido. Nos llevamos una gran alegría cuando descubrimos que el traje era reversible y por el otro lado teníamos a veneno. El summum.

El más pequeño veía todo con ojitos de envidia y me soltó con ojitos brillantes: "Yo también quiero". Por supuesto, como no. Y saqué su traje de Hulk musculado que le regalaron en su cumple de tres años y que le sigue quedando muy bien.

Así que ahí tenia yo a mis retoños, poniendo posturitas y mirándose al espejo con sendas sonrisas de satisfacción. Del posado pasaron a las luchas. Menos mal que iban acolchados y usaban el sofá del salón para caer porque ¡Madre mía! ¡Que ímpetu! Estuve a punto de intervenir, pero se lo estaban pasando tan bien que decidí dejarles hacer mientras no corriera peligro la integridad de mi casa. Pensé que acabarían llorando, pero hubo suerte y se cansaron antes de que se produjera un accidente.

Estuvieron todo el día pavoneándose con los disfraces. Daniel me pedía de vez en cuando que le ayudara a darle la vuelta al suyo para cambiar de personaje. Pero llegó la hora del baño y cambiamos el aspecto de superhéroe por dos pijamas muy cómodos y calentitos. Como era de esperar, a los chiquillos no les hiz mucha gracia el cambio. Menos mal que se conformaron cuando els hice ver que tenían los disfraces en casa para ponérselos cuando quisieran. "¿Hasta para ir al cole?" Me preguntó el pequeño. "A cole te lo llevas en carnaval" le contesté muy seria.