Hasta podías escuchar el clink clink de las espadas de los que se lo habían currado tanto que llevaban armas muy realistas. Supongo que serían del grupo del Club Deportivo Princesa Kristina de Noruega que nos sorprendieron con una interesante charla sobre las armas de la época y sus usos. Encima te dejaban cogerlas y hacer un poco el tonto con ellas bajo su atenta supervisión. Porque molaban mucho, pero estaba bien claro que no eran juguetes.Estuvimos un buen rato bajo un sol abrasador de medio día escuchando cómo sólo los caballeros podían llevar espadas, pero que los plebeyos se las ingeniaban muy bien con dagas y hachas, porque, en esa época, ¿quién no tenía un hacha en casa? Con lo útiles que eran. Igual servían para pertrecharte de leña que para rebanar miembros, marcar costillas o cortar carnes varias. Nos contaron muchísimas cosas y curiosidades que hicieron que sudar como cerdos hubiera valido la pena más que de sobra. Y cuando terminaron, me enzarcé en un duelo con la bailarina que acabó con muchas risas y la bendición del obispo, al que casi acabamos ensartando. En los mercados medievales puede pasar de todo.A nuestro paso vimos pequeños trozos de representaciones teatrales y mucha gente pasándolo bien, pero he de confesar que acabamos dentro de un bar disfrutando de una bebida fresquita que nada tenía de medieval. Cada uno sobrevive como quiere jajajajaja
martes, 12 de julio de 2022
Mercado medieval de Covarrubias 2022
Mucho ambiente, muchas cerezas y mucho calor hemos encontrado este año en la Fiesta de la Cereza y Mercado Medieval de Covarrubias. Y muy a gusto que hemos estado entre caballeros, damas, una bailarina exótica, el señor obispo, la muerte y más personalidades que han tenido a bien acercarse a ver que se ofrecía en los puestos artesanos entre plazas y callejuelas empedradas. Porque este pueblo es un marco ideal para este tipo de celebraciones. No en vano fue declarado uno de los pueblos más bonitos de España en algún momento de la vida (no soy de memorizar fechas, lo siento).El caso es que me vestí de aldeana y me fui con la familia a recorrer esas calles en las que se respira historia antigua. Con casi toda la familia, porque el mayor de los churumbeles decidió que se estaba mejor en la casa de anchísimas paredes de la abuela y que ya saldría cuando bajara el sol.En nuestro camino encontramos verdaderos tesoros por los puestos, sobre todo gastronómicos, que somos de buen comer y los olores alimentaban por sí solos. Nos cruzamos con todo tipo de anacronismos, pero si se le echa imaginación a la cosa todo se arregla y el viaje en el tiempo se vive más. La banda medieval que recorría el pueblo se oía desde lejos y los bufones anunciaban su llegaba con acompañamiento de carcajadas y aplausos.
Hasta podías escuchar el clink clink de las espadas de los que se lo habían currado tanto que llevaban armas muy realistas. Supongo que serían del grupo del Club Deportivo Princesa Kristina de Noruega que nos sorprendieron con una interesante charla sobre las armas de la época y sus usos. Encima te dejaban cogerlas y hacer un poco el tonto con ellas bajo su atenta supervisión. Porque molaban mucho, pero estaba bien claro que no eran juguetes.Estuvimos un buen rato bajo un sol abrasador de medio día escuchando cómo sólo los caballeros podían llevar espadas, pero que los plebeyos se las ingeniaban muy bien con dagas y hachas, porque, en esa época, ¿quién no tenía un hacha en casa? Con lo útiles que eran. Igual servían para pertrecharte de leña que para rebanar miembros, marcar costillas o cortar carnes varias. Nos contaron muchísimas cosas y curiosidades que hicieron que sudar como cerdos hubiera valido la pena más que de sobra. Y cuando terminaron, me enzarcé en un duelo con la bailarina que acabó con muchas risas y la bendición del obispo, al que casi acabamos ensartando. En los mercados medievales puede pasar de todo.A nuestro paso vimos pequeños trozos de representaciones teatrales y mucha gente pasándolo bien, pero he de confesar que acabamos dentro de un bar disfrutando de una bebida fresquita que nada tenía de medieval. Cada uno sobrevive como quiere jajajajaja
Hasta podías escuchar el clink clink de las espadas de los que se lo habían currado tanto que llevaban armas muy realistas. Supongo que serían del grupo del Club Deportivo Princesa Kristina de Noruega que nos sorprendieron con una interesante charla sobre las armas de la época y sus usos. Encima te dejaban cogerlas y hacer un poco el tonto con ellas bajo su atenta supervisión. Porque molaban mucho, pero estaba bien claro que no eran juguetes.Estuvimos un buen rato bajo un sol abrasador de medio día escuchando cómo sólo los caballeros podían llevar espadas, pero que los plebeyos se las ingeniaban muy bien con dagas y hachas, porque, en esa época, ¿quién no tenía un hacha en casa? Con lo útiles que eran. Igual servían para pertrecharte de leña que para rebanar miembros, marcar costillas o cortar carnes varias. Nos contaron muchísimas cosas y curiosidades que hicieron que sudar como cerdos hubiera valido la pena más que de sobra. Y cuando terminaron, me enzarcé en un duelo con la bailarina que acabó con muchas risas y la bendición del obispo, al que casi acabamos ensartando. En los mercados medievales puede pasar de todo.A nuestro paso vimos pequeños trozos de representaciones teatrales y mucha gente pasándolo bien, pero he de confesar que acabamos dentro de un bar disfrutando de una bebida fresquita que nada tenía de medieval. Cada uno sobrevive como quiere jajajajaja
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Me encantan los mercados medievales. Un beso
ResponderEliminarA nosotros también!!! Besos :)
Eliminar