Nunca tires una caja

De vez en cuando hay que hacer limpieza en el armario de los zapatos. Además de zapatos para el arrastre, también salen sus cajas. ¡Para qué las queremos! Eso dijo mi marido muy ufano mientras las llevaba al reciclaje de papel, pero yo le paré los pies horrorizada. "¡Pero si son unas cajas maravillosas!", creo que ahí fue cuando se echó a temblar. Seguro que pensó "Diosss no, me las veo amontonadas en el pasillos años y años", ¡Pues no fueron años!, que sólo estuvieron un par de semanitas antes de que mis churumbeles me vinieran con el consabido "Me aburroooooo".

Oportunidad única. "A ver chavales. ¿Es que no os habéis percatado del montón de cajas de zapatos que tenéis disponibles en el pasillo?", pies no, no se habían percatado en absoluto. Para ellos se habían convertido en parte del mobiliario, pero ahora las miraban con ojos golosos. Uuuuuy, ¡cuantas posibilidades!

Y así que los tuve de entretenidos toda la tarde construyendo y colocando juguetes en modo libre. Y tan libre que casi tapan las tele con las cajas. Lo cual no me parece mala idea, pero al progenitor le pareció terrible. "¿Ya podemos tirar las cajas?", "Nooooo, papaaaaaaa, nooooo". ¡Ay que ingenuo! Sí acaban de empezar con ellas.

Raúl se ha resignado, pero con la condición de que las pongan en otro sitio menos molesto para ver sus series y jugar a sus videojuegos. ¡Trato hecho! Las cajas se han trasladado a una pared del salón. Espero que las disfruten a tope, porque ya sabemos como las gasta el padre y en cualquier momento desaparecen como por arte de magia. Aunque no se le puede negar la paciencia que tiene con estas situaciones dignas del señor Diógenes.

El día que quite los dibujos, manualidades, obras de arte, juguetes improvisados, adornos caseros... de la casa le va a dar una ataque de la alegría.