Desde hace mucho, he indagado en nuevos métodos que les permitan calmarse y pensar con claridad antes de actuar. El que mejor resultado nos dio fue el mindfulness, pero implicaba un tiempo que no teníamos: entre el colegio, las relaciones sociales de mis hijos (más que los ministros), los deberes, lso exámenes, que quieren jugar y que no se saltan la hora del cuento ni locos... No había espacio para los diez o quince minutos de relajación de antes de dormir, porque eso significaba que se iban a la cama tardísimo en vez de tarde. Y la falta de sueño ya sabemos lo que provoca: nervios, estrés, mal humor... ¡Vamos! El pez que se muerde la cola.
El caso es que vi un videoconsejo de María Jesús sobre cómo bajar en nivel de activación cuando los niños estallan y me pareció genial la idea de apuntar todo lo que nos relaja para luego tenerlo de recurso y usarlo en esos momentos intensos para calmarnos. La práctica nos iba a ayudar tanto a mis hijos como a mí.
Así que los reuní y les dije que cada uno iba a hacer una lista de las cosas que nos relajaran. Me miraron con horror. Ya les noté desde el principio que no les apetecía nada y que pensaban que tenían cosas mejores que hacer que seguirme la corriente. "Es que a mí no me ocurre ninguna...", comenzó el mayor. "A mí tampoco...", se apuntó el pequeño.
"Veeeenga", les animé, "Que esto nos va a ayudar mucho a dejar de gritarnos. Empiezo yo: Respirar despacio... Meterme en la cama con el edredón hasta las orejas hasta que empiece a pensar con más calma..."
"¡Decir palabrotas!", exclamó el mayor de repente.
"¿Cómo?", exclamé escandalizada, "Eso no vale porque NO se pueden decir palabrotas", el mayor me miró muy serio y siguió erre que erre.
"Pues a mí es lo que me relaja, ¿Qué quieres que haga?"
"¡Y a mí!", le apoyó el loro de su hermano.
"Pues no vale. Otra cosa." seguí yo en mis trece.
"Pues me relajaría mucho pegaros un puñetazo cuando os ponéis tan toooontos" prosiguió como si nada el primogénito.
"¡¡¡¿COOOOMO?!!!", desde hace unos meses se le han subido los niveles de insolencia, desobediencia, rebeldía y carácter desagradable a niveles infinitos.
"¡¡¡Es que tú me has dicho que no mienta!!!", comenzó a exaltarse. La cosa se me está yendo de las manos.
"A ver Daniel, ¿a ti te gustaría que yo te pegara cada vez que me enfadara contigo? ¿Lo ves normal?", el niño pareció pensárselo un poco. Su hermano permanecía completamente atento a su reacción.
"Cierto. Pues entonces a un cojín. Si le doy patadas y puñetazos y grito mucho seguro que me calmo", sentenció el peque.
"Está bien. Aceptamos barco como animal de compañía", zanjé yo, "Peeeero, ¿en un lugar público? No te vas a liar a tortazos. ¿Si te enfadas en un lugar público cómo puedes calmarte?"
"Mmmm... ¿diciendo palabrotas?"
Ainssss.
Me tengo que reír porque son de lo que no hay. Pero oye si pides sinceridad, ahí la tienes... Creo que a lo mejor deberías sugerirles otros métodos...
ResponderEliminarBesos
Pero seguro que hay más cosas que les relaje que no sea pegar y decir palabrotas ainsss. Lo que pasa es que no tenían el día colaborador sniiiiif
EliminarYo les sugerí Yoga, Mindfulness, escuchar música... Y pasaron de mí, joooo
jajajaj vaya piezas!!! jejeje
ResponderEliminarTremendos jajajaja
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