jueves, 12 de diciembre de 2019

Ya es Navidad... en mi casa

Bueno, bueno, bueno... este año hemos puesto los adornos navideños en unas fechas bastante decentes. Es que encontrar el hueco en estos días llenos de exámenes y planes de ocio tan chulos no es nada fácil. Pero entre que Iván se nos puso maluchillo, que había mucho que estudiar y que yo no tenía ningunas ganas de salir de mi casa este puente de diciembre hemos aprovechado y ¡voila! árbol y belén montados y decorados.

Bueno, más bien árboles, porque encontraron uno que compramos antes de quedarnos embarazados que se despliega con adornos y todos en un plis plas. El summum de la vaguería navideña. Un inventazo cuando el espíritu navideño no te visita ni de lejos (que tuve yo una época que...), pero Raúl venga a insistir y venga a insistir en que tenía que haber árbol y belén. Pues toma árbol todo en uno de Ikea y Belén apiñado en una figura gordota enorme que nos regalo mi suegra y que mola un montón. Púm, lo pones y, pum, lo quitas. Unas maravillas de la eficiencia y el ahorro de tiempo.

Pero, claro, llegan los churumbeles y tened claro que no se conformaron con la filosofía minimalista navideña de su madre. No. Ellos quieren marcha, luces, colores y fanfarria. Anda que no me hicieron ponerles los villancicos a todo trapo en el Youtube Music mientras se dedicaban a sepultar, digoooo... a decorar el árbol. Que ya se sabe que en gustos decorativos infantiles cuanto más y más brillante mejor. Vamos, que no me llenan de brillantina la casa porque  no pueden (no les dejo ni de broma), que si fuera por ellos... jingle bells por aquí y jingle bells por allá.

Pero hay que ver cómo lo disfrutan. Da gusto verlos poner más y más guirnaldas sobre la copa del árbol como si no hubiera un mañana sin darse cuenta de que se dejaban la parte de abajo bastante desnuda. Hasta que se acabaron y no era plan de ponerse a recolocar. Esto se arregla con profusión de bolas. Yo les dejé hacer y me dediqué a otras labores. Aunque de vez en cuando me pasaba por allí y ponía algún que otro adorno, que también me hacía así como que un poco de ilusión.

Cuando la punta del pobre árbol comenzaba a doblarse temblorosa dieron por terminada su obra de arte y se giraron muy emocionados hacia la caja que guarda las figuras del belén. Entre todas las que hay y las preciosas casitas de Badviento nos quedó muy abarrotado, pero chulísimo. Hasta con gallinas y gatos en algunas terrazas y todo. Y eso que le guardamos un espacio bastante grande al belén, sobre un mueble largo, pero se ve que ya se nos está quedando corto. Habrá que pensar algo que no requiera de suelo con el peligro gatuno que ello conlleva.

Por aquí el grinch de nuestro gato adora comerse los adornos y tirar el árbol con extremada gracia y elegancia para luego lamerse con parsimonia como si aquí no hubiera pasado nada. Entre su efecto ciclón y el de los niños no hay ni un momento en el que no se oiga clonc clonc clonc. O peor, catacrooooc. En fin, la buena noticia es que del suelo no pasa y que unas figuras con marcas de dientes dan caché al belén. Como si fueran figuras halladas en un tesoro antiguo después de pasar innumerables aventuras y esas cosas.

Poniendo las figuras estábamos cuando se percataron de la presencia de una caja rectangular bastante achatada. "Mamá, ¿Qué es esto? ¿Qué es esto?", no me había dado tiempo a abrir la boca y ya lo habían abierto y desparramado su contenido. Era el ya nombrado árbol de fácil montaje. Y, como era de esperar, se empeñaron en montarlo junto al otro. Le añadimos unas luces por ponerle algo, que no hacía falta, y encendimos los dos. Ilusión máxima. ¡A por las panderetas! Que ya no han abandonado el salón desde ese día. No vaya a ser que les dé por tocarlas de repente y tengan que sacarlas de su sitio. Dios no lo quiera. A ver si se me van a herniar.

Cuando estuvieron más o menos contentos con el resultado final (les hubiera gustado adornar cada milímetro de casa, pero se conformaban), llegó el momento del descanso de los guerreros. Les acomodé a gustito porque soy así blandita y les rodeé de libros para que se relajaran. Qué estampa más bonita. Por cierto, que ahí siguen los libros también, dando vueltas por el salón, que no los quieren guardar ni a tiros porque siempre que les pregunto por el tema estaban A PUNTITO de ponerse a leerlos.

En fin, que no quiero ni pensar cómo va a acabar la casa cuando les den las vacaciones en el colegio. Miedo me da la guerra que vamos a tener para que recojan todo lo que van dejando por ahí.

Pero bueno, que lo importante es que ya estamos navideños al 100%.


6 comentarios:

  1. Yo todavía no he puesto nada. Un beso

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    1. Si es que no hay tiempo para ná!! Yo porque se me han puesto pesadísimos los niños, pero no me apetecía nada jajajaja

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  2. Ay si yo hubiese sabido antes de la existencia de ese árbol y ese belén todo en uno... Mi hijo de momento no tiene espíritu de nada y pasa tres kilos del asunto jajaj
    besos

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    1. A que sí, a que sí jajajaja
      Aún es pequeño, pero ya veras cuando lo tengas como mi fieras con la fiebre navideña... o no, que cada niño es un mundo. Con ellos todo es una sorpresa ;)

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