El viernes nos sumamos a la iniciativa "La noche europea de los investigadores" apuntándonos a un taller la mar de interesante que aunaba un problema actual con experimentos y que llevaba por título "Taller familiar sobre cultura energética: combatir las olas de calor con-ciencia".
Últimamente mis hijos están bastante reacios a pasárselo bien. No sé por qué. Que si "Estoy muy ocupado", que si "Prefiero quedarme en casa", que si "Mamá no me apuntes a nada sin consultármelo". ¡Cómo si las plazas no volaran! Luego siempre se puede cancelar la reserva y ceder la plaza a otra familia si no hay ganas, pero, claro, una vez puesto el caramelo en la boca les da cosa no ir por si se están perdiendo algo bueno y la culpa de su malestar es mía (¡Qué raro!). Así que acaban pasándoselo bien el 90% de las veces, pero haciéndomelo sufrir a mí. Y si se lo pasan mal, ¡es aún peor!
Menos mal que paso de ellos y no tengo miedo a equivocarme. Si me equivoco que se fastidien. Alguien tiene que velar por el tiempo en familia de calidad y esas cosas.
El caso es que, en esta ocasión en concreto, se lo pasaron genial. Les moló muchísimo todo lo que nos contaron y mostraron. Además, los científicos que nos estuvieron explicando cómo ahorrar en aire acondicionado en los próximos veranos eran muy simpáticos y tenían mucho salero a la hora de presentarnos los experimentos.
Resulta que formaban parte de un proyecto europeo llamado
Cooltorise, que tiene como objetivo la sensibilización sobre la pobreza energética en verano para reducir las necesidades de refrigeración. Así que nos enseñaron a cómo lograr estar fresquitos pese al calor extremo, aunque los consejos sólo sirven en ambientes secos como los de Madrid. Si te vas a la costa no lo intentes porque, por lo visto, tiene el efecto contrario.
Todo lo que hicieron se basaba en el concepto de la "enfriamiento evaporativo". El primer paso fue calentar agua a más de 45 grados. No era necesario, pero eso hacía el experimento más alucinante por la diferencia tan grande entre el agua del envase y la que salía por el vaporizador.
Tras dejarnos tocar el envase, que estaba bastante calentito, pidieron voluntarios para rociar el agua en su piel. ¡Miedo! No se presentó nadie voluntariamente, así que procedieron a rociar todos los brazos. Inexplicablemente el agua salía mas bien templada tirando a fría. ¿Qué había pasado? Pues que tiende a evaporarse y si sale en plan gotitas finas ,y no chorro, invierte mucha energía en producir este cambio de estado con lo que pierde calor muy rápido y se enfría. Eso sólo pasa en ambientes secos porque el aire tiene capacidad para absorber humedad. El agua que nos echaban se enfriaba en el aire y se enfriaba aún más en la superficie de nuestra piel.
Y ¿qué pasa si echamos agua caliente vaporizada en una toalla seca? Pues lo mismo. Muy lejos de calentarse, la toalla perdió muchísima temperatura. Todo esto lo medían con una cámara super chula que hacía fotos termográficas que mostraba la temperatura de todas las superficies que enfocaba. Los niños fliparon con esto. Y lo adultos también ejem ejem.
Por último hicieron un experimento con un ventilador para demostrar que el aparato en marcha por si sólo no enfriaba, sino que notábamos el frescor por el efecto de evaporación de nuestro sudor al contacto con el aire. Para un mayor efecto refrigerante había que añadir el agua vaporizada al trasto.
Las fieras se lo pasaron genial, aprendieron un montón y se fueron a casa con bolsas de tela, libretas, pai pais, una botella que mantiene el agua fría y una toalla "enfriante". No podían poner un pero al planazo que les había preparado su madre.
Aún así, sé que me la volverán a liar al próxima vez que les apunte a algo chulo. Los conozco como si les hubiera parido. ¡ Y además los tengo muy mal acostumbrado! Cualquier día me pongo en huelga y que se busquen la vida.
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