jueves, 22 de abril de 2010
Jugando con gatos
Daniel se lleva cada vez mejor con Misi. También haría buenas migas con Fantasma, pero este gato arisco no le da ninguna oportunidad.
La gata es más maternal, pero sale escaldada cada vez que se acerca al energúmeno del niño. Daniel la mira con codicia. SEguro que piensa: "Ese peluche sí que mola". Acto seguido estira sus bracitos todo lo que puede hacia su objetivo peludo. El resultado es tan adorable que, a veces, Misi no puede resistir la tentación de acercarse y entonces el niño pinza su peludita piel y estira con todas sus fuerzas. La gata suele quedarse quieta, como una estatua, esperando pacientemente que yo le abra los deditos uno por uno y la libere.
Entonces sale pitando como alma que lleva el diablo. Parece que no aprende de la experiencia porque suele venir a por más.
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