La abuela de Las Palmas ha venido a ver a Daniel. No a mi que soy su hija, ni mi casa nueva. Sólo a Daniel. Yo lo comprendo porque mi niño es muy guapete.
Llegó muy tarde y se quedó un poco con las ganas de darle un apretoncito, pero todo se solventó a las 5.30 de la mañana cuando el pequeñajo nos avisó con unos suaves gugús que ya estaba despierto.
Procedí a sacarle los moquetes y los berridos de mi retoño acabaron despertando al resto de los moradores de la casa. Mi madre no perdió la oportunidad de acudir a ver al berreante bebé y callarle la boca con un sabroso biberón. Luego se lo llevó en volandas y lo metió con ella en su cama más feliz que una perdiz. Yo salí disparada al trabajo para no llegar tarde.
Esa misma tarde fuimos las dos a recoger a Daniel a la guardería y nos lo pasamos muy bien paseando y tomando algo en la terraza de una cafetería, porque al enano no lo meto dentro de establecimientos para que no me lo ahumen los fumadores. Abuelita y nieto se han entendido muy bien. Y pronostico que van a pasar unos días estupendos los dos juntos.
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