domingo, 14 de noviembre de 2010

La odisea de cortarle las uñas


Esto es un horror. Cada vez que me armo de las tijeritas, que, supuestamente, están preparadas para no hacer ningún daño a tu bebé, y me dirijo a Daniel con las aviesas intenciones de que deje de parecer un aguililla, el chiquitín pone mala cara y me deja muy clarito que me lo va a poner difícil.
De nada sirve explicarle que es por su bien, que si no se puede hacer daño, que es más cómodo a la hora de ponerse los zapatos o los guantes... Él no para de gesticular y mover las piernas para todos los lados. Retuerce las manos y los pies todo lo que puede. Y la sufrida madre hace malabarismos para no pellizcarle sin querer la piel en algún tijeretazo. ¡Esta uña ya está!, ¡Está también!, ¡Ya hemos recortad otra!, ¡Basta!, ¡Se acabó! mañana te corto otras tres. No puedo más con las patadas y los manotazos. ¡Y cómo le crecen! Empiezo a creer que es en cuestión de horas. No ha pasado ni dos días y ya es necesario volver a cortarle las malditas uñas. Y él que insiste en que no quiere y no quiere. Que cabezota, pero si es por su bien...

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