Estoy encantada con la nueva guardería. El pequeñajo se ha adaptado de maravilla. Ayer llegué a por él y estaba jugando tan feliz.
Su profesora se preocupó porque el pequeñín parecía quedarse con hambre sólo con el puré, así que hoy se había tomado la libertad de darle pavo y me preguntaba si le podían dar el segundo plato de los niños mayores. ¡Por supuesto que sí! Si este fin de semana se ha metido para el cuerpo un plato de fabada un día y otro de cocido otro. Le gusta comer y está en pleno crecimiento.
También se ha preocupado de la mariquita que destiñe de su camita (la que le dibujé en su sabanita con rotuladores indelebles). Me ha aconsejado que la lave mucho... hasta que vea que deja de desteñir.
Además, me comentó que en la entrada de la clase tenía el corcho de los padres, donde se informaba de absolutamente todo lo que tenía que ver con la clase de mi hijo: menús, actividades, notas informativas... hasta las canciones que cantan en clase.
El recinto está muy bien. El niño tiene espacio más que suficiente para jugar y un montón de juguetes muy chulos.
¡Vamos! Que me quedo bastante tranquila y Daniel va contento a clase. ¡Qué mas puedo pedir!
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