La gente confundía el sexo de mi niño y yo me preguntaba que vistiendole como le visto, y con lo brutito que es, cómo podían ver en él a una dulce fémina. Tras mucho meditar llegué a la conclusión que podía ser por las melenas que se gasta.
Este verano intentamos cortarle el pelo conl a maquinilla de Raúl y casi le da un ataque histérico. Era imposible arrimarle las cuchillas y yo me negaba a intentarlo con unas tijeras. Con lo que se mueve lo más probable es que hubiéramos tenido un accidente.
Así me lamentaba yo en el parque de juegos ante la comprensiva mirada de los otros padres cuando uno de ellos se apiadó de mí. Una madre simpatiquísima me ofreció su maquinilla que inalámbrica y hace menos ruido que las normales. No tardó nada en aparecer por el arenero con la maquinita salvadora. Lo que yo agradecí en el alma. Decidí ponerme manos a la obra esa misma tarde. Sobre todo porque a mi las cosas prestadas me queman en las manos y no respiro tranquila hasta que no vuelven a sus dueños sanas y salvas. Es lo que tiene ser tan despistada, que compruebas las cosas mil veces y no te fías de ti misma.
El caso es que me dirigí hasta mi niño muy decidida y... ¡Zas! El primer trasquilón. Ahora no me podía echar atrás. Sobre todo porque no se me había ocurrido regular las ojillas y le había dejado una zona pelada al cero. Intenté arreglarlo sin dejarle demasiado calvo, pero el desastre estaba hecho, así que volví a poner las ojillas a cero y pelé al niño con ahinco y un poco de miedo.
A mi hijo no le hizo mucha gracia, pero se dejó hacer mientras se recorría la casa de un lado a otro jugando y enredando. De vez en cuando nos daba un manotazo a mí o a la máquina o se cubría la cabeza como diciendo: "¡Déjame en paz!"
Al rato ya tenía la cabeza mas o menos pelona y volvía a parecerse al bebé de hace unos meses. ¡Está guapísimo! Pensé que su padre me mataría al verle, pero le encantó el corte. ¡Menos mal!
Lo que no le gustó tanto fue la casa llena de pelos hasta el último rincón, pero es que no había manera de que se quedara quieto y tuve que correr detrás de él por todas las habitación mientras caían pelos a mechones.
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