sábado, 7 de diciembre de 2013

Cenas con música ambiente


Son pocas las cenas que tenemos en paz. Desde hace unas semanas, en cuanto nos ve poner la mesa, Iván abre el grifo de las lágrimas y no lo cierra hasta que acabamos de comer, o de malcomer, según se mire.


Se pone a berrear como un loco desde que le ponemos en la trona hasta que le soltamos. Antes le dejábamos sentarse en una silla normal como nosotros, pero nos pasábamos el tiempo persiguiéndole para que se volviera a sentar y comiera algo, así que decidimos volver a utilizar la trona.

He de decir que le sentó como un tiro. Y desde entonces nos lo hace pagar. Acaba casi todas las noches sin probar bocado y me toca hacerle un biberón de lo más consistente.

El caso es que el biberón sí que se lo toma. Y nada más terminar, me mira fijamente y exclama “¡Cuento!”. Entonces me dan ganas de irme o pegarle tres gritos, pero me recuerdo a mí misma que tiene poco más de dos años y que es la edad normal de las perretas y acabo claudicando. Según el grado de mi enfado se lo cuento más corto o más largo.

2 comentarios:

  1. Ay, pobre... Se está vengando a conciencia, por lo que veo. Jajaja. Besotes!!!

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  2. Si vieras cómo se transformas en cuanto le sueltas te daríamos pena los demás y no él. Es un cabezotaaaaaa!!!

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