Por fin llegó el día de la fiesta con amigos y mis hijos estaban eufóricos. Les encanta recibir a sus invitados y enseñarles cada detalle de la decoración, de la comida, sus juguetes... En cuestión de minutos la casa se había convertido en una campo de minas de esos mismos juguetes y los peques parecían estar pasándoselo en grande.
Todos se rieron bastante con la puerta Dragón Infernal, así que podemos decir que cumplió su cometido. Como el tema de clash Royale les fascina a todos, creo que es la primera vez que les he visto pararse más de un minuto frente a una decoración de las fiestas temáticas que llevamos celebradas hasta ahora. Y yo más feliz que una perdiz. Por supuesto.
Cada vez que parecía que la cosa se iba a desmadrar el padre de las criaturas ponía el rap de las legendarias, Mira Clash Royal, súbeme de copas o similar y las fieras se tranquilizaban. Oye, mano de santo. Lo que es el poder de la música, aunque sean parodias cutres.
Tardé bastante en poner en marcha las actividades dirigidas porque se lo estaban pasando en grande y daba pena cortarles, pero el tiempo volaba, así que les llamé para hacer Elixir viscoso (slime). La cosa prometía así que no se hicieron de rogar.
El experimento era muy fácil. Me lo había leído un montón de veces y ya lo habían hecho en un taller de ciencia al que asistimos. Sólo teníamos que mezclar agua, cola, colorante y borax para conseguir nuestro elixir de Clash Royale. Una pena que usara pegamento en vez de cola porque pensé que el efecto sería el mismo y que se me olvidara calentar el agua. Evidentemente, no nos salió slime, pero si una sustancia lo suficientemente viscosa para que los peques disfrutaran de los linto guarreando. Si es que son de un agradecido...
Se pegaron un buen rato metiendo la mano en el líquido azul fango y tocando el pegamento solidificado muertos de la risa. Luego lo metieron en unos botes con tapa que les di y recogí todo lo más rápido que pude para evitar accidentes desastrosos.
Entonces comenzó la batalla en la arena cumpleaños. La primera prueba consistía en tirar pelotas (cada equipo de un color diferente) y tratar de encestar en la cesta del contrario. La dificultad radicaba, sobre todo, en que las pelotas tenían que pasar por el bando enemigo hasta llegar a la cesta. El problema es que se fliparon y ya volaban pelotas que no eran de su color con el riesgo de devolver pelotas al enemigo para que volviera a intentar encestar. Y en algún momento me pareció que ambos equipos se olvidaban del objetivo y se dedicaban a bombardear a sus enemigos sin más. Resultado: 0-0. Nadie consiguió encestar ni una, pero lo que se pudieron reír.
La segunda prueba les pareció aún más divertida. Yo sujetaba un cojín gigante en mitad del pasillo y a mi señal, ambos equipos empujaban desde su lado para arrastrar al equipo contrario hasta hacerle traspasar una marca. ¡Que bestias! Menos mal que seguí sujetan el cojín durante la batalla o alguno habría salido herido. Afortunadamente, no. Y les flipó el juego.
Tenía un tercer juego preparado de hacer puntería con ballestas a unos objetivos de Clash Royale que había cubierto con celo de doble para para que se pegaran los pompones que íbamos a usar como proyectiles, pero les vi demasiado excitados como para ponerles a hacer pruebas de puntería y decidí no hacerlo y dejarles más tiempo de juego libre. Creo que fue lo mejor, aunque Daniel me criticara esta decisión. Al día siguiente jugaron él y su hermano y se lo pasaron muy bien. Seguro que mejor que con tanto follón.
Al rato tuve que llamarles de nuevo para el momento tarta. Ahí tardé bastante más en convencerles, pero acabaron por venir a cantar el cumpleaños feliz mientras los homenajeados, que ya habían perdido sus coronas en el fragor de la batalla (jo, que pena), soplaban las velas. Luego todos dieron buena del cuenta del bizcocho acompañado de kilos de chuches y nata.
Entonces llegó el momento de los regalitos y la dispersión. Los invitados se fueron a sus casas y mis niños se quedaron en casa con ganas de más. Pero al día siguiente había clase y lo que tocaba ya era recoger, "cenar" (estábamos de llenos de las guarrerías de la merienda y la tarta) e irse a dormir y soñar con fiestas de cumpleaños.
Q paciencia!! Yo en casa solo lo hice la primera vez y dije, una y no más!!! Ahora cada año buscamos un sitio, bolera, parque de bolas, ... por aquí hay un montón de sitios a un precio razonable. Y al colver a casa no tengo q recoger y limpiar el desaguisado.
ResponderEliminarEs que a mi marido no le gustan nada los cumpleaños en Burguers, boleras o parque de bolas. Si fuera por mí sí que lo hacía fuera, pero él quiere una merienda en casa como toda la vida, así que se las hago temáticas por hacerlo un poco diferente ;)
EliminarPero es un lío, sí
Tienen que pensar que eres la madre más molona de la clase. Jajajaja. Besotes!!!
ResponderEliminarQue va. Soy la mas mala porque no les dejo invitar a todos los compis de clase. Te imaginas a 50 niños en mi casa???? Aaaarg!!
Eliminar