miércoles, 12 de septiembre de 2018

Ludo Ergo Sum, segunda parte

El domingo ya no madrugamos tanto para presentarnos en el polideportivo donde se celebraban las Ludo Ergo Sum este fin de semana. Estábamos agotados del día anterior, pero no nos queríamos perder el último día, así que nos arrastramos hasta allí con un ojo medio pegado. Bueno, eso yo, porque a los hombres de la casa sólo les faltaba cantar. A veces me miraban raro por haberles retrasado. En fin, que se le va a hacer.

Si el sábado no salimos del pabellón principal, el domingo casi no entramos. A pocos metros de la puerta nos encontramos con una singular clase de espada y tiro al arco.

Por supuesto, mis churumbeles se acoplaron y a los papis nos tocó esperar mientras cuidábamos de que no se sacaran los ojos a espadazos. Se lo pasaron genial. Sobre todo les flipó el tiro al arco.

De allí nos acercamos a la zona infantil, que estaba muy cerca. En unas carpas habían montado un montón de juegos en su versión gigante y quedaban chulísimos. Cuco Kiko, Mascotas, Speed Cups, Fantasma Blitz, El Frutal, Dr. Eureka...

Te daban ganas de jugar a todos, aunque a mis churumbeles no parecía hacerles tanta gracia. Los miraban un ratito, pero no se decidían por ninguno. Al final estuvieron con uno de madera de meter fichas por una obertura al que jugaron a su bola sin preguntar por las reglas en ningún momento. ¡¡Con todas las opciones superchulas que tenían! Son los misterios de la vida que yo nunca llegaré a comprender.

Yo con ganas de locas de jugar a todos y ninguno de mis churumbeles secundándome. Porca miseria.

De todas formas estaban irritables nivel máximo. Supongo que por la paliza del día anterior. De mirarles estallaban en ataques de iras y lloros desconsolados. Santo Job, ese día te quité el récord a la paciencia.

Estaba consolando al mayor con la ayuda de Miren (pero que requetemaja es) cuando el padre de las criaturas nos llamó desde al pabellón de las charlas.

Dentro habían montado un taller para hacer tu propio juego de mesa impresionante que había organizado Ludo (Asociación de creadores de juegos de mesa), una Game Jam.

Los participantes tenían que ponerse en equipos y hacer un juego futurista que incluyera un reloj de arena entre sus elementos usando todos los materiales a su disposición, ¡que eran muchísimos! Fichas, dados, dados en blanco, tarjetas, meeples... ¡De todo! Ahora tengo que averiguar dónde venden esos tesoros porque tengo claro que estas Navidades un regalo para los peques va a ser un pack de hazte tus propios juegos de mesa.

El caso es que, como llegamos bastante tarde nos dieron más manga ancha. Raúl se había sentado con Iván a hacer su juego, pero por discrepancias irreconciliables cada uno estaba haciendo uno diferente. Daniel también decidió ir por libre. Incluso se sentó en una mesa aparte. Y yo hice las veces de tester para todos.

Al pobre Raúl le jorobé su proyecto de juego en el que había que derribar torres soplando porque, a pesar de no haber sido nunca fumadora, mis pulmones no tienen mucho fuelle, así que tuvo que rehacerlo entero y crear Fuel Stacks. Al final quedó muy chulo. Iba de una carrera de coches en el futuro. Tirando tres dados y consiguiendo escaleras se deciden cuantas piezas se pueden apilar en tu coche hasta que se acabe la arena del reloj. Entonces, si no se te han caído, el que menos pisos tenga pone un cubito en el otro jugador para fastidiarles el avance. El coche se mueve tantas casillas como alturas tenga la torre, si se te cae te paras inmediatamente... Se lo curró un montón. Hasta hizo varios diseños de coche y el tablero con un circuito.

La presentación de Daniel causó muchas risas porque nadie se esperaba que un niño de casi nueve años se inventara un juego que consista en que los jugadores tengan que matar personas para llevarles sus almas a su amo, la muerte (uno de los presentes aseguró que con esa idea ya le había ganado jajaja). Por supuesto, tienes unos objetivos que cumplir, y unas almas no valen igual que otras. Con un dado se decide si consigues acabar con tu objetivo y con otro si te llevas un tipo de alma, otro o ninguna.

¡Cuidado! Porque si los ángeles te salen en el dado y te visitan nueve veces has perdido. Si no consigues los objetivos que indica tu tarjeta antes de que se acabe el tiempo del reloj también has perdido. Hasta hizo un tablero que representaba una calle en la que se paseaban los meeples de las posibles víctimas con las almas en forma de fichas de parchís debajo. Alucino con su inventiva. Uno de los allí presentes le preguntó si lo consideraba un juego infantil y el peque contestó que, evidentemente, no. ¡Que tío! Asegura que se inspiró en un videojuego. La verdad es que se ganó al público desde el primer momento y sus padres no podíamos estar más orgullosos de nuestro churumbel. Lo llamó Los accidentes.

Iván también creó un juego, pero le dio mucha vergüenza presentarlo. Cuando jugué con él para probarlo Locura en la ciudad iba de que los jugadores tenían que moverse por un tablero, que nos teníamos que imaginar porque no le dio tiempo a dibujarlo, del mapa de una ciudad con varios bancos llenos de dinero. Cada uno elige en secreto un rol: policía, ladrón o ciudadano y va en coche avanzando tres casillas mientras no se lo rompan. Si se lo rompen avanza sólo una. El objetivo de los ladrones es robar el banco hasta conseguir cinco piezas de oro, el de los policías es descubrir y atrapar a un ladrón y el del ciudadano confundir a la policía para que lo pille sin querer (entonces el policía pierde y gana el ciudadano). Por si acaso todos son policías o ladrones, cada turno sale un policía y un ladrón de uno de los lados del tablero y mueve en una especie de turno de enemigos. O eso pude entender. Porque me pareció realmente muy complicado. Yo hubiera hecho que los roles se repartieran al azar con unas cartas y según el número de jugadores hubieran un número determinado de cada uno.

Los demás participantes hicieron unos juegos alucinantes. ¡Vamos! Que me hubiera gustado que existieran para poder jugarlos. Vaya nivelazo que había en el taller. Había uno de competencia extrema entre dos empresas de paquetería que tiene que usar el mismo camión futurista para hacer sus entregas y sumar puntos; uno de un viaje en el tiempo en el que se conoce el punto presente y el futuro final, pero en el que hay que elegir el camino entre un punto y otro consiguiendo una serie de objetivos; un juego narrativo en el que se repara una nave de forma colaborativa, pero que gana el que consiga realizar con éxito sus objetivos ocultos; otro de una sastrería espacial muy caótica en la que hay que encontrar las partes de los trajes para hacer los encargos...

Como se ponían en común, todos los presentes podían comentar lo que opinaban, que fallos o aciertos le encontraban, cómo lo mejorarían... Entre ellos los invitados del debate, Manu Palau, de Brain Picnic y Jaime González de Wah! Estudio.

Por cierto que, según nos chivaron, la mayoría de los componentes que usamos los puso Eduardo García, creador de Ratland, así que tenemos mucho que agradecerle. Además de que también estaba por ahí aportando su opinión, resolviendo dudas y probando los prototipos.

Supuestamente, tendría que haber habido ronda de preguntas en una charla debate, pero se nos hicieron las mil con las presentaciones porque se hicieron aportaciones muy interesantes, como, por ejemplo, que por no tener en cuenta el diseño al detalle podemos dejar fuera a grupos de población como los daltónicos, o que hay que tener en cuenta una serie de mecanismos que equilibran el factor azar en los juegos para que no se den situaciones como perder al primer turno... La verdad es que estuvo muy bien y ni nos dimos cuenta de que nuestros estómagos rugían ya.

El día anterior habíamos comido a base de bocatas sin soltar nuestra idolatrada mesa y poder aprovechar más el tiempo de juego, pero en ese momento, que ni habíamos pisado el pabellón principal nos pareció mejor idea ir a un bar. Como la cafetería del polideportivo estaba de bote en bote nos salimos fuera y nos comimos unas hamburguesas de autor que estaban de muerte. Con el estómago lleno volvimos a las LES con la intención de pillar por fin mesa y jugar como si no hubiera un mañana, pero por el camino me encontré a Paloma, de Refuerzo Divertido, que estaba a punto de comenzar su partida de Buscaduendes. Daniel le preguntó por su hijo mayor y se apuntó a ir al lugar del taller para encontrarse con él. Iván le siguió y, bueno, yo también. El que se descolgó porque ya tenía mono de tablero fue el pater que se metió en el pabellón principal casi sin despedirse por si acaso le decíamos algo.

Así que volvimos al pabellón de las charlas y allí, el Tapón de 7 de Paloma les dirigió una partida a su hermano y a mis churumbeles de Magissa. Yo les veía muy entretenidos y entregados desde la distancia, porque aproveché para darme un respiro a mi misma.

Allí fue donde conocí a Valle Idígoras y Alex Trefois, creadores de los juegos de El Perruco para desarrollar de forma divertida la inteligencia emocional. Son encantadores y, de verdad, que me ayudó mucho que me escucharan mientras me desahogaba contándoles lo polvorilla que es mi hijo pequeño o lo intensamente inquieto que es el mayor (por decirlo suavemente). Les agradezco en el alma todos los consejos y recomendaciones que me dieron.

Lo mejor de todo es que nos invitaron a jugar a la versión gigante de "De perruco... ¡a perruco!" que tenían en la zona infantil. A los dos les gustó mucho, pero sobre todo al pequeño. Y eso que casi se le tira a los pelos al hermano durante la partida en uno de sus ataques de rabia. Pero al finalizarla nos pidió otra y otra y si fuera por él allí hubiéramos estado el resto del día. La verdad es que juego está muy bien. Si caes en el Perruco tienes que contar una situación que refleje la emoción que expresa el perruco dibujado en la casilla para avanzar al siguiente perruco y volver a tirar. Las ilustraciones son preciosas, por cierto. Cuando Iván cayó en la casilla de la Ira, tuvo muy claro qué es lo que le produce enfado máximo: Daniel. ¡Vamos que ni lo dudó un segundo!

Como vi que el Cuco Niko gigante estaba libre convencí a Iván para que jugáramos y, la verdad es que nos lo pasamos genial. Admito que me pareció más chungo que la versión pequeña. Por fin, logré convencer a mis churumbeles para entrar en el pabellón principal... Justo cuando cerraron la ludoteca para empezar a preparar la clausura. ¡Que pena! Ya estamos deseando ir a las LES del 2019.

Puedes enterarte de lo que hicimos el sábado en las jornadas aquí.




5 comentarios:

  1. el juego de los discos de madera se llama passe trappe y mola mazo. Yo lo probé una vez en casa de unos amigos y no pude evitar pedírselo a los Reyes Magos ese mismo año :D.

    cuando te enteres de donde comprar componentes sueltos avísame, que a mis hijos también les da, de vez en cuando, por crear sus propios juegos de mesa con lo que pillan.

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    1. Muchas gracias por chivarme el nombre del juego!! Tenía mucha curiosidad. La verdad es que sí que mola mucho. A estos fue el que más les llamó la atención :D
      Cuando me entere de lo de los componentes te aviso porque realmente me parece una idea genial eso de ponerles a hacer sus propias creaciones al libre albedrío. Anda que no hay posibilidades!!

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    2. Pues mira. Antes lo digo... https://es.aliexpress.com/wholesale?catId=0&initiative_id=AS_20180912085208&SearchText=board+game+accesorio

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  2. Respuestas
    1. Yo les voy a comprar una caja organizadora con los componentes para estas navidades. Fijo que les da mucho juegos :D

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