Este año nos estaba costando sacar a los peques a las calles del pueblo. Como ya he dicho muchas veces, desde el confinamiento les ha cambiado el carácter y se han vuelto muy caseros. la excusa que me daban para no salir es que sin objetivos era un rollo pasear por el pueblo, así que se me ocurrió hacerles un cuadernito para motivarles.
Al principio, sólo tenía en mente un juego de pistas, pero luego añadí alguna actividad más que se me fue ocurriendo. El más pequeño estaba entusiasmado con la idea. El mayor no tanto, pero se le veía mínimamente interesado, que ya es mucho decir con la actitud que lleva últimamente.
El caso es que lo hice a la velocidad de la luz (porque tenía que teletrabajar y dirigir los estudios veraniegos de las fieras y la vida ya no me daba para más) y nos pusimos manos a la obra un día entre semana y tempranito. Cuando el pueblo aún dormía.
La elección de la hora fue una maniobra estratégica para que los turistas, visitantes o racheles no les diera por llevarse alguna pista y reventarnos el juego sin querer. No ocurrió y pudimos desarrollar las investigaciones sin problemas.
Bueno, algún problema hubo porque las fieras se llevan como el perro y el gato llevado al extremo, pero en general logré que trabajaran en equipo, más o menos, y lograran hacerse con la cura definitiva de la enfermedad que estaba zombificando al pueblo, además de averiguar por qué estaba ocurriendo aquello.
En general se lo pasaron muy bien y estuvimos un buen rato buscando pistas de aquí para allá. Mi idea era que fueran solos, pero se empeñaron en que les acompañara y mejor, porque si hubieran ido solos seguro que la cosa no acaba bien. Ya digo que últimamente rozan mucho.
Con un mapa en la mano se dedicaron a buscar las pistas en los lugares señalados con una estrella. A veces me pedían que les ayudara un poco porque eran incapaces de encontrarlas. ¡Y eso que las dejé bastante fáciles!
En una ocasión Daniel se sentó sintiéndose derrotado. "Mamá, es imposible encontrarla. ¡Me rindo!" se quejó con cara de pena, "dame una pista, por favor. Es que no la voy a encontrar en la vida". "Te has sentado encima", le indiqué poniendo los ojos en blanco. Qué poco se esfuerzan estos churumbeles. Muerto de la risa se levantó y se hizo con ella.
En otro momento, Iván se infectó con el virus y se le quedó una cara que nos hizo reír a todos. "Éste es un zombi, seguro", apuntó su hermano convencidísimo. Al más pequeño no le hizo gracia ser descubierto tan pronto, pero por más que intentó disimular ya había sido descubierto por Daniel. Tanto le fastidió el tema que decidió no beberse la cura hasta que la transformación se completara y pudiera comérselo.
Ahí tuve que intervenir también para que no llegaran a las manos. ¡Si es que no saben divertirse!
Aproveché para incluir en las tarjetas algún apunte sobre los puntos turísticos en los que dejaba las pistas, pero Daniel me dejó muy claro que no molestaba en leerlos. No tiene ningún respeto por el trabajo ajeno ainsss
En general, me doy por satisfecha con el resultado del juego de pistas. El objetivo lo cumplí, porque salieron a dar un paseo sin protestar y se lo pasaron bien.
Después de comernos a Daniel e infectarlo también disfrutamos de nuestra merecida cura en el patio de la casa de la madre de mi suegra. La idea era invitarles en uno de los bares del pueblo, pero ellos eligieron comprarla en el supermercado y tomarla tan a gusto en casa. Si cuando digo que se han vuelto extremadamente caseros...
Aquí os dejo el cuadernito de juegos y retos y las pistas que hice por si alguna vez os pasáis por el pueblo y os apetece hacerlo.
No sé como te apañas para sacar tiempo para todo!!
ResponderEliminarHola!! Pues mira que mal me apaño que hasta ahora no he podido contestar a tu mensaje ainsss
EliminarLo de los juegos es que me encanta!! Casi disfruto más yo que ellos :D