La siguiente obra tampoco fue difícil de buscar, se trataba de Las Meninas, situada en la sala más grande la planta. Durante el trayecto intenté parar en otras obras y comentarlas, pero el peque no quería perder el tiempo. En cambio, el mayor, todo lo contrario. Como no estaba jugando quería ver el museo con tranquilidad. Y yo, por mi parte, no quería perder de vista a ninguno de los dos. Conclusión: Madre estresada y niños enfurruñados hasta llegar al siguiente objetivo.
Una vez allí nos dispusimos a buscar lo que se nos pedía en el cuaderno. Dos de los elementos Iván los localizó enseguida, pero el que nos quedaba no sabíamos ni lo que nos estaba pidiendo: un pentimento. Disculpad mi incultura, pero ni idea de lo que era hasta que google nos iluminó. Mola porque estuvimos bastante entretenidos buscando en el móvil qué eran y dónde encontrar uno en Las Meninas. Esto último no lo conseguimos, pero pudimos ver las patas duplicadas en Felipe IV a caballo, otro famoso cuadro de Velázquez. Por cierto un pentimento es una corrección que se puede apreciar a simple vista. por ejemplo, en el cuadro de Felipe IV el caballo tiene las patas traseras duplicadas.
Más adelante, y en casa, con tranquilidad, encontré el pentimento de Las Meninas. Esa letra no la ganamos, pero ganamos en conocimiento, que también mola aprender cosas nuevas.
La siguiente prueba se basaba la maja desnuda de Goya, pero ésta no le hizo mucha gracia a Iván porque no necesitaba de tener el cuadro delante para resolverla. Curiosamente a las dos fieras les costó un montón ver la solución, aunque yo la vi a primera vista. En fin, que no creáis que el más peque invirtió ni un segundo de su vida en admirar el cuadro y su pareja, la maja vestida. Enseguida quiso ponerse en marcha al siguiente objetivo.
En cambio su hermano no paraba de perdérseme para contemplar esto u lo otro que había llamado su atención.
Los llamé al orden y les exigí un término medio. Ni correr de un objetivo a otro, ni pararse en todas las obras. Es más, teníamos otro destino que buscar: un baño. Daniel indicó uno en el piso superior y allá que nos fuimos tan felices. Fue cuando nos perdimos. No había manera de encontrar el baño, ni las salas con los cuadros del juego, ni mi cordura. Encima, todos los vigilantes de sala parecían haberse puesto de acuerdo para desaparecer. La angustia crecía junto con las ganas de hacer pis y eso hizo que los ánimos se caldearan. Ya nos ves a los tres lanzando sapos y culebras por la boca alrdedor del mapan y clamando por el baño.De vez en cuando uno se paraba ante algo curioso de la colección y los otros dos le fulminaban con la mirada (vale, ese alguien solía ser yo. Lo admito).
Finalmente, y para alegría de todos, Daniel encontró el baño. Ya más tranquilos nos sentamos a templar ánimos, ubicarnos y llegar al lugar donde se encontraba el resto de las piezas del pasaporte.
La obra que más les gustó, como yo ya me imaginaba, fue El jardín de las delicias. Buscar los elementos que se pedía en el pasaporte fue muy divertido. Terminamos con los dos que quedaban, aunque el de la ermita de Maderuelo la prueba era del estilo de la de la maja desnuda y Iván volvió a comentar que le molaban más las de buscar elementos.
Terminamos con todo y, aunque nos faltaba una letra, el peque no tuvo problemas en sacar la palabra escondida y exigir su premio.
Lo prometida es deuda, así que fuimos en busca del premio, merecido para Iván e inmerecidísimo para Daniel. Pero antes hicimos una parada en las taquillas a recoger las botellas para gran bochorno de Daniel (sí, ahí estaban esperándonos) y otra parada en otro lugar muy interesante que ya os cuento en otro post.
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