martes, 1 de agosto de 2023

Pasaporte para el Museo del Prado hecho por mihijonohabla.com

Hacía tiempo que me había descargado e impreso el pasaporte para visitar el Museo del Prado con las fieras disponible en la web mihijonohabla.com. Pero no había tenido tiempo de ir, ¡qué raro en mí! Quiero hacer tantas cosas que no me cunde nada. El caso es que encontré el hueco y allá que fui con los chiquillos. El mayor, adolescente listillo que se cree muy mayor, declaró desde el minuto cero que él ya no le iban esos juegos para niños pequeños. ¡Pues peor para él! Iván y yo nos lo pasamos de lujo jugando entre cuadros.

Pero ya me estoy adelantando. Lo primero que hice fue elegir un día y hora de poca afluencia porque El Prado es un Museo de masas y no quería llevarme la sorpresa de colas interminables o incluso ni siquiera poder acceder. Así que decidimos ir el martes a la hora de la apertura. ¡Y aún así había bastante gente!

Hicimos una minicola y accedimos sin problemas a la instalaciones. Bueno, con un pequeño problema sí. No dejan pasar botellas de agua, así que teníamos que tirarlas o dejarlas en las taquillas. El tema es que con esto de la pandemia ya es muy raro que lleve dinero suelto, así que no tenía el euro requerido para la taquilla. Con lo cual decidí dejar las botellas sobre las taquillas y esperar que me esperaran allí a mi vuelta. Ya sería raro que nadie se apoderara de unas botellas reusadas. 

Este pequeño inciso en nuestra aventura supuso un enfado importante en el adolescente que me tachó de cutre y rácana por haber tirado por la carretera de en medio. "Qué vergüenza mamá, que vergüenza. Si sólo son tres botellitas de agua cutres. Ya podíamos haber comprado otras a la salida", me repetía abochornado.

Ainsss... Esta generación del consumismo irresponsable. En fin. Que no le hice ni caso y seguía a lo mío sacando el móvil para hacer tremenda foto de la primera sala. Segundo tropezón, porque resulta que no se pueden hacer fotos dentro del Museo. La vigilante, con suma paciencia me explicó que había dos excepciones en sendas salas que me señaló en el  mapa, pero que procedí a olvidar sistemáticamente porque no correspondían a las que indicaban en el pasaporte con las obras del juego.

En fin, no habría inmortalización del momento, pero no pasa nada. Se quedará en nuestras memorias y en estas líneas. Miramos el mapa para situarnos y encontrar las primeras obras del juego. La vigilante nos vio y nos aconsejó coger un mapa oficial para cotejar con el del juego. No costaba nada, así que pillamos uno y nos dirigimos a los cuadros de Adan y Eva de Tiziano y Rubens. La prueba consistía en buscar los elementos parecidos, pero Iván se empeñó en buscar diferencias. Siempre llevando la contraria. Si es que no les gusta nada seguir normas. En fin, como tanto da que da lo mismo, se lo di por bueno y nos pusimos a buscar cinco diferencias (pero yo también buscaba los elementos comunes y se lo dejaba caer de vez en cuando). Lo conseguimos y ganamos la primera letra.

La siguiente obra tampoco fue difícil de buscar, se trataba de Las Meninas, situada en la sala más grande la planta. Durante el trayecto intenté parar en otras obras y comentarlas, pero el peque no quería perder el tiempo. En cambio, el mayor, todo lo contrario. Como no estaba jugando quería ver el museo con tranquilidad. Y yo, por mi parte, no quería perder de vista a ninguno de los dos. Conclusión: Madre estresada y niños enfurruñados hasta llegar al siguiente objetivo.

Una vez allí nos dispusimos a buscar lo que se nos pedía en el cuaderno. Dos de los elementos Iván los localizó enseguida, pero el que nos quedaba no sabíamos ni lo que nos estaba pidiendo: un pentimento. Disculpad mi incultura, pero ni idea de lo que era hasta que google nos iluminó. Mola porque estuvimos bastante entretenidos buscando en el móvil qué eran y dónde encontrar uno en Las Meninas. Esto último no lo conseguimos, pero pudimos ver las patas duplicadas en Felipe IV a caballo, otro famoso cuadro de Velázquez. Por cierto un pentimento es una corrección que se puede apreciar a simple vista. por ejemplo, en el cuadro de Felipe IV el caballo tiene las patas traseras duplicadas.

Más adelante, y en casa, con tranquilidad, encontré el pentimento de Las Meninas. Esa letra no la ganamos, pero ganamos en conocimiento, que también mola aprender cosas nuevas.

La siguiente prueba se basaba la maja desnuda de Goya, pero ésta no le hizo mucha gracia a Iván porque no necesitaba de tener el cuadro delante para resolverla. Curiosamente a las dos fieras les costó un montón ver la solución, aunque yo la vi a primera vista. En fin, que no creáis que el más peque invirtió ni un segundo de su vida en admirar el cuadro y su pareja, la maja vestida. Enseguida quiso ponerse en marcha al siguiente objetivo.

En cambio su hermano no paraba de perdérseme para contemplar esto u lo otro que había llamado su atención.

Los llamé al orden y les exigí un término medio. Ni correr de un objetivo a otro, ni pararse en todas las obras. Es más, teníamos otro destino que buscar: un baño. Daniel indicó uno en el piso superior y allá que nos fuimos tan felices. Fue cuando nos perdimos. No había manera de encontrar el baño, ni las salas con los cuadros del juego, ni mi cordura. Encima, todos los vigilantes de sala parecían haberse puesto de acuerdo para desaparecer. La angustia crecía junto con las ganas de hacer pis y eso hizo que los ánimos se caldearan. Ya nos ves a los tres lanzando sapos y culebras por la boca alrdedor del mapan y clamando por el baño. 

De vez en cuando uno se paraba ante algo curioso de la colección y los otros dos le fulminaban con la mirada (vale, ese alguien solía ser yo. Lo admito).

Finalmente, y para alegría de todos, Daniel encontró el baño. Ya más tranquilos nos sentamos a templar ánimos, ubicarnos y llegar al lugar donde se encontraba el resto de las piezas del pasaporte.

La obra que más les gustó, como yo ya me imaginaba, fue El jardín de las delicias. Buscar los elementos que se pedía en el pasaporte fue muy divertido. Terminamos con los dos que quedaban, aunque el de la ermita de Maderuelo la prueba era del estilo de la de la maja desnuda y Iván volvió a comentar que le molaban más las de buscar elementos. 

Terminamos con todo y, aunque nos faltaba una letra, el peque no tuvo problemas en sacar la palabra escondida y exigir su premio.

Lo prometida es deuda, así que fuimos en busca del premio, merecido para Iván e inmerecidísimo para Daniel. Pero antes hicimos una parada en las taquillas a recoger las botellas para gran bochorno de Daniel (sí, ahí estaban esperándonos) y otra parada en otro lugar muy interesante que ya os cuento en otro post.

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