Senda por El Pardo: estudiando la naturaleza

El domingo las predicciones meteorológicas pronosticaban un tiempo espectacular, así que teníamos previsto llevar a los peques a jugar con la nieve, pero el terrible comportamiento de Daniel el día anterior y la malísima noche que me dio, nos hizo replantearnos el plan inicial. Para empezar, yo amanecí poco antes de las diez y ya no eran horas para tirar hacia la Sierra madrileña.

Como el sol lucía esplendoroso tampoco nos apetecía quedarnos en casa, así que a Raúl se le ocurrió ir a visitar el Centro de Interpretación de la Naturaleza de Montecarmelo para ver si nos sugerían algunas rutas curiosas por El Pardo.

Nada más entrar en las oficinas los niños salieron disparados hacia un rincón lleno de peluches de animales que los tuvo entretenidos mientras los papás hacían sus consultas. La empleada que nos atendió fue encantadora, pero nos decepcionó un poco la falta de recursos con la que contaba. No sólo era que no tuviera folletos informativos, sino que ni siquiera nos imprimió el pdf que nos mostró en la pantalla de su ordenador para explicarnos una ruta muy sencilla junto al río, ideal para ir con niños pequeños. Como centro cultural parecía muy completo. Contaba con muchas actividades interesantes para niños, adultos y familias en general. ¡Hasta tiene un huerto!

Como se nos hacía tarde nos fuimos sin investigar mucho más al inicio de la senda. Nos encantó el paisaje y el camino era muy fácil de recorrer. Al principio del camino encontramos muchos carteles sobre la flora que llamaron fue la cantidad de ciclistas que nos encontramos por esos caminos en los que sólo cabía una persona. Teníamos que meternos continuamente en el barro para esquivarles. Eso sí, la mayoría eran muy educados y hasta nos saludaban alegremente al pasar.

Lo pasamos en grande viendo a los patos y al único cisne que nadaba en las frías aguas esa jornada. Les encantó encontrar casitas para pájaros en los árboles, jugar con palos... Que pos cierto, casi dejan a papá sin uno de sus ojos y tuvimos que cortar de raíz ese tipo de juegos.

En un momento dado, les llamé la atención sobre unas huellas y sacamos las lupas y las libretas para estudiarlas. Tras observarlas con atención y dibujar unas, Daniel determinó que eran de perrito. Muy probable porque allí los había a cientos. Nos reímos mucho cuando algunos de ellos intentaron robarles el tentempié a mis chiquillos de forma mas o menos disimulada. Iván les cantaba: "Pedito no robes, pedito no robes..."mientras subía su bolsa de arroz inflado por encima de su cabeza.

Lo pasamos fenomenal y recogimos muchas vainas con semillas en su interior para intentar plantar en un algodón húmedo en casa.

Al final llegamos a casa tardísimo y comimos pasadas las tres de largo. Los domingos podemos levantar un poco la mano con los horarios en aras de la diversión.