Cuando llegamos a Las Palmas de Gran Canaria un calor inusual nos atacó sin piedad. Sobre el cielo de la ciudad no había ni rastro de la tradicional "panza de burro", las nubes bajas que encapotan todos los veranos de los edificios de la capital grancanaria y dan un respiro muy refrescante.
Con tantos grados la mejor opción ha sido el agua del mar, así que han sido unas vacaciones llenas de arena, sol y olas. De esto último han disfrutado muchísimo mis dos gamberretes, que se montaban una batallas navales de órdago en las que sólo podían perder, pero aún así se tiraban en plan kamikaze contra los elementos. Más de una voltereta dieron, pero eso no les amilanó.
Les enseñamos que para enfrentar olas, lo mejor es pasar por debajo buceando. En su defecto, por arriba dejándote llevar. Pero ellos siguieron empeñados en estallar al contacto. Tremendo espectáculo.
Fuimos a las Canteras, con la marea baja y las aguas cristalinas y tranquilas gracias a la barra. Y también, otro día, a la zona donde la barra protege menos y las olas chocan furiosas contra la costa. Los pasamos genial haciendo hoyos y castillos de arena que luego pisaban mis godzillas.
Aunque, me ha llamado la atención que, este año ha tenido más éxito el mar que la arena. Otras veces se pueden pasar horas haciendo figuras en la orilla, pero en esta ocasión parecían pececitos.
También visitamos las Dunas de Maspalomas, entre las que mis hijos se tiran rodando a lo loco muertos de la risa y llenándose de arena hasta el blanco del ojo. ¡Con lo que quema no sé cómo se atreven a tirarse! Pero ellos ruedan y ruedan hasta quedar agotados.
Luego, sólo hace falta un baño reparador y un heladito para reponer fuerzas. Tienen pilas para rato.
Por variar, nos acercamos un día a las piscinas naturales de Agaete. No habíamos estado nunca y la verdad es que me sorprendieron por su belleza. Era un lujo nadar allí. La sal se te pegaba a la piel sin piedad. Daniel hasta se dio algún lametón a si mismo cuando pensaba que no miraba. Debía de estar muy rico.
Lo malo es que el suelo pinchaba que daba gusto y no se nos había ocurrido llevar las chanclas de río. En realidad, todos allí iban con el pie desnudo tan tranquilos. Debemos ser muy urbanitas nosotros, pero hasta nos llevamos algún que otro cortecito en la piel. Eso sí, las disfrutamos a tope.
Tanta playa nos pasó factura porque nos quemamos los cuatro a pesar de las cremas solares de factores altísimos que gastamos generosamente. Menos mal que fue algo ligero y nos pusimos unos cuantos litros de aftersun a tiempo. Ni siquiera se nos cayó la piel a cachos como me pasó alguna vez a mí cuando era joven e inconsciente.
Ayyy, qué envidia me estás dando y qué ganas de volver a tus islas!!
ResponderEliminarEn La Gomera yo flipaba con los autóctonos, que se desplazaban descalzos a toda carrera por encima de aquellos pedruscos como melones y yo haciendo el pato intentando no caerme. Y eso que sí llevaba chanclas de suela gorda. Besotes!!!
Madre mía, vaya plantas de los piés!!! Yo recuerdo correr por las piedrecitas de pequeña, pero ahora sería una tortura jajaja
EliminarMe hago mayor!!
Vaya pinta esas piscinas-bañeras naturales ¡me encantan!
ResponderEliminarY... ¡q bien se está en la playa! ¡a disfrutar!
Síiiii
EliminarQue pena que ya pasó ainsss
Qué suerte poder disfrutar así de esas playas y de la familia!
ResponderEliminarNosotros tenemos pendiente un viaje, alguna vez caerá ;-)
Por cierto, aun recuerdo cuando leí el corte en la pierna de Iván con la escalera. Cada vez que me acuerdo me entra de todo, espero que ya esté recuperado del todo.
Muchas gracias!!! Ya se ha recuperado del todo, pero le ha quedado una cicatriz feísima. El pobre es el niño de las cicatrices. Cuando sea mayor va a tener mucho que contar cuando vaya a la piscina con los amigos ainss
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