"Mami, veeen. Que te voy a hacer un espectáculo de magia", me llamó el más pequeño de la familia. Me invitó a sentarme en una silla y comenzó su juego. Me acercó un palo hecho con palitos magnéticos de un juguete muy chulo. Me lo tendió y me dijo: "Toma la varita. Cuidado que no se rompa". En cuanto me la puso en las manos se dobló por los lados en los que se juntaban los imanes y yo me quedé muy sorprendida. ¡No me lo esperaba!
Tenía los palos cogidos de tal manera que a él no se le doblaban, pero en cuanto dejabas de tenerlos sujetos se doblaban porque el imán no era tan potentes, aunque seguían unidos. La verdad es que me entró la risa y todo.
A partir de ahí me hizo mucho trucos relacionados con el magnetismo muy divertidos. Su hermano nos pilló a mitad del esèctáculo y quiso sumarse como mago. Al principio la cosa fue bien, pero enseguida se fueron pisando protagonismo y la trifulca final fue realmente espectacular, así que acabaron la función cada uno por su lado y con unos morros que aparecieron por arte de magia. El truco final fue desaparecer del escenario.
La mamá se quedó sola en su silla pensando: "¿Qué demonios ha pasado aquí?"
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