Este verano mi hermana me pidió que organizara una partida de rol para mi sobrinito y yo encantada, claro. En un principio, delegué en Raúl, que iba a hacer una de Herokids, pero al final terminé aceptando yo el reto. Aunque ahora mismo no recuerdo por qué. El caso es que cogí el sistema de
JuegAventura, que me acababa de llegar tras finalizar con éxito el Verkami, y monté una partida llena de zombis, porque así me lo pidió el peque.
También les pedía a mis churumbeles que fueran sus compañeros de aventuras. Lo que pasa es que cuando llegó el día D, las fieras estaban más interesadas en la playa de Tenerife que en acompañar a su primito a luchar contra zombis, así que tuve que cambiar mi planes. Acabé convenciendo a sus padres para jugar. Mi hermana había hecho sus pinitos como yo, muriendo a manos de mi hermano, alias master killer, pero el papá de la criatura tuvo su primer, y puede que demasiado emocionante encuentro, con el rol.
El pequeño se sentó muy emocionado a la mesa para jugar el "juego de los zombis" del que le había estado hablando durante toda la semana. Ojitos brillantes, personaje elegido bien agarrado entre sus manitas y predisposición excelente, la cosa prometía.
Comenzó la aventura y el pequeñín se metió completamente en su papel. Me explicaba muy emocionado sus siguientes pasos y parecía escuchar atentamente mis palabras. Eso en un niño de tan corta edad (y además muy inquieto) es todo un logro (medallita para mí jajajaja). Yo intentaba meter inflexiones en mi voz y gesticular mucho que sé que eso les llama la atención. Además, me había currado la escenografía con recortes de papel para ganármelo desde el principio.
Ambos padres también se habían metido de lleno en el papel, cada uno a su modo, pero igual de intensamente. Hasta discusiones hubieron porque no se ponían de acuerdo en algunos momentos.
Los dados estaban siendo bastante benévolos, aunque alguna pifia que otra iba saliendo, sobre todo a los adultos, que se tomaban con humor las consecuencias. Hasta que me pasé con el nivel de tensión y estalló la tormenta.
Estaban rodeados de conejos zombis. Luchaban encarnizadamente, pero el pobre niño se llevó un buen mordisco de uno de los enemigos, lo que le llevó a quitarse una vida (cómo les afecta eso de quitarse puntos de vida, parece que les estuvieran matando de verdad). Afortunadamente, su padre iba al rescate. Sólo tenía que tirar los dados para salvar a su retoño de las garras del letal conejo... Pero el padre tardó un poco más de la cuenta en tirar los dados, que decidirían si el peque seguía en peligro o no, y éste se puso a chillarle como un loco. "¡¡¡Vengaaa!!! ¡¡¡Papáaaaa!!! QUE ME MATAN" y lo remató con un puñetazo en el brazo muy bien dado, todo hay que decirlo. Nos quedamos todos alucinados. Por un segundo se paró el tiempo y... el peque se puso a llorar desconsolado. Nos quedamos todos descolocados. El padre se restregaba el brazo, a la madre se le salían los ojos y yo me aguantaba la risa (es que la escena tenía su gracia, lo siento, lo siento). Entonces le dio un segundo puñetazo al padre y ahí sí que reaccionó su madre con una buena y merecida bronca para el chaval.
Parecía que todo acababa ahí, pero el caso es que me acerqué cariñosamente al peque y le expliqué, muy calmadamente, que no se preocupara, porque, justo en ese momento, el Animago entraba en acción y hacía un complicado hechizo que le daba un superpoder: "Una tirada extra" y, no sólo eso, sino que su padre, que le quería mucho a pesar de haber sido vilmente atacado, le cedía uno de sus dados con, nada más y nada menos, que un seis (así rebajamos un poco la tensión). ¿Qué creéis que pasó? Pues que el peque cambió las lágrimas y los mocos por una amplia sonrisa. Aguantó impertérrito el rapapolvo de sus padres por utilizar la violencia y siguió el juego como si no hubiera pasado nada y aniquilando al conejo sin piedad. De hecho, le arrancó la cabeza con demasiada alegría. Se parece mucho a sus cafre primos.
La partida se desarrolló sin más contratiempos. Yo rebajé el tono, aunque os aseguro que el peque me pedía caña muchas veces. Finalmente llegó la batalla final y tuve que echar mano del recurso del amigo fuertote para equilibrar la balanza y que les ayudara a acabar con los malos. Además, de para no repetir la escena de frustración anterior.
Aquí tuvimos la suerte de que el peque encontró casi todos los tesoros buenos en las tumbas, así que estaba mas que motivado a terminar la partida henchido de felicidad. Y así fue. Cuando la alcaldesa del pueblo les felicitó por su valentía y les hizo entrega de un premio (bolis de tinta invisible y pegatinas) casi se pone a saltar en su asiento (o a lo mejor sí que llegó a hacerlo. Ahora mismo no lo recuerdo. Tenía que haber escrito este post hace mucho tiempo...).
Al final todo acabó bien y el peque se lo pasó genial. Los padres creo que también, aunque seguro que su padre hubiera preferido no haber sido víctima colateral de mi forma de dirigir el juego. ¡Siento lo de tu brazo José! Prometo suavizar mi narración para la siguiente.
Si queréis leer la preparación de la partida pinchad en El nigromante, rol con JuegAventura
Nos divertimos muchooo... Eres una gran máster!! Q paciencia, q mano izquierda 👏👏
ResponderEliminarMuy bien escrito, esto ya queda como un recuerdo precioso, gracias😘😘
Hubo de todo jajaja: Risas, lágrimas, tragedia, zombis mordisqueando héroes jajaja
EliminarSí que lo pasamos muy bien este verano en Tenerife!!! Aunque yo acabé agotadita, no puedo seguirles el ritmo a Raúl y las fieras!!! Sois unos aventureros de primera!!
Que genial, tuvo que ser una experiencia increíble para el peque
ResponderEliminarEso espero!! Al menos para los padres sí que lo fue jajajaja Sobre todo para el brazo del padre ainsss
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