Los niños se ven envueltos en un ir y venir de artefactos llenos de puntas intentando sobrevivir con el suyo propio y sin mucho cuidado tampoco de a quién o qué se llevan por delante.
Para evitar sacaduras de ojos y rayaduras de chapas, le propuse a mi churumbel un sencillo juego: cada uno teníamos tres vidas y perdíamos una cada vez que nos chocábamos contra algo o alguien. O se chocaban contra nosotros, obviamente.
Al principio todo fue bien y lográbamos esquivar sin mucho problema los obstáculos, tanto los móviles como lo estáticos. Pero cuando una señora arrasó con los dos a Iván ya se torció el gesto. "Perdemos una vida", comenté con voz cantarina y el peque me fulminó con la mirada. No le había sentado nada bien el ataque de la mujer tanque.
El humor le mejoró un poco cuando alguien o algo, no logré verlo, se chocó conmigo por mi espalda. Un punto menos para mamá. Sacar ventaja en un juego le saca la sonrisa a cualquiera.
Proseguimos el camino con un peque con ínfulas de ninja. No quería perder más vidas, pero un señor despistado le empujó levemente por detrás. "Te ha dado, te ha dado", exclamé yo gozosa. Y qué cara no se le quedaría al peque que el señor enseguida se preocupó por si le había hecho daño. Qué majo. Enseguida lo tranquilicé y se fue bajo la mirada rencorosa del churumbel.
"No me ha dado", me aseguró muy digno retomando el camino que cada vez se tornaba más difícil. llegábamos a la zona de padres y la marabunta se arremolinaba a ambos extremos de la acera.
"Sí que te ha dado", insistí yo, "Lo he visto claramente. No seas tramposo"
"Que no, que no me ha dado", espetó con rabia, "Y además por detrás no valeeee", me soltó con todo el morro del mundo, mientras esquivaba grácilmente la mole de gente que se apelotonaba en nuestro camino.
"Que fuerrrrrte", protesté a mi vez, "Cuando me han dado a mí por detrás bien que ha valido".
"Pues no vale, porque es imposible tener ojos en el cogote, es imposible de esquivar, es imposible que no te den, así que no vale".
"Oye, oye", aclaré sin perder la compostura, "que el juego me lo he inventado yo y yo pongo la reglas, así que sí vale"
"GRUAAAAAAR, QUE NO VALEEEEEE", no se puede negar que es hijo mío. Gruñimos igual.
Menos mal que abrieron su puerta justo en ese momento y se fue sin despedirse y muy muy muy enfadado. Espero que a la salida se le haya pasado, aunque nunca se sabe. Es tan rencoroso como yo.
Pero lo de tramposo no lo ha sacado de mí.
P.D: A la salida ya ni se acordaba, pero en el juego de adivinar la canción que tarareas que hizo Daniel durante la comida se volvió a picar ainsss
Desde luego le sacáis chipa a la vida. Un beso
ResponderEliminarLo vivimos todo demasiado intensamente jajajaja Muchas gracias!
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