Cuentacuentos de dragones, brujas, magia y princesas que animaban a los niños a cantar, participar y reír sin parar; demostraciones a caballo, luchas entre caballeros, demonios con ruedas de fuegos artificiales suspendidas por un palo sobre sus cabezas que corrían enloquecidos en la media noche para hacer huir entre carcajadas a los viandantes a ritmo de música heavy; teatrillos callejeros que contaban pícaras historias, un tío vivo de madera que hacía las delicias de los más pequeños, un mercadillo lleno de tesoros artesanos... A cada paso que dábamos encontrábamos algo que nos llamaba poderosamente la atención.
Los niños brincaban entusiasmados de una plaza a otra voceando sus descubrimientos y buscando el objeto perfecto entre los puestos. Papá y mamá les habían advertido que sólo podían elegir uno y tantas maravillas expuestas estaba haciendo de la elección una dura prueba para ellos. Iván se decantó por un arco de madera que era precioso. Venía con carcaj y tres flechas terminadas en ventosa. El peque llegó a dominarlo bastante teniendo en cuenta que aún no ha cumplido los tres años. Disparaba flechas a diestro y siniestro encantado y sin medir las consecuencias. Así que le buscamos un lugar despejado par que hiciera sus prácticas de tiro a gusto.
El mayor eligió un ejército en miniatura de temibles esqueletos que lo tiene embobado. Cada uno trató su nueva posesión como un tesoro mientras estuvimos en el pueblo.
Lo que más nos llamó la atención fueron las luchas entre caballeros. Hicieron algunas interpretando, pero luego se pusieron un equipo de protección alucinando y empezaron las de verdad. Se te ponían los pelos de punta. En una ocasión, una espada traspasó un punto débil de un guantelete que, en teoría, nunca debía verse expuesto y le hizo un corte en la mano a una de las contendientes. Al público se le heló la sangre hasta que el maestro vino a tranquilizarnos, a explicarnos lo ocurrido y a enseñarnos el guantelete con su agujero. Lo cierto, es que a mí no me dejó tranquila, porque la pobre chica tenía una cara de dolor que impresionaba bastante.
Pero el espectáculo continuó y los luchadores dieron la oportunidad a niños voluntarios del público a elegir el arma y el caballero a su gusto. Daniel salió a elegir muy contento y se decantó por una lanza y un escudo enorme, además de por el caballero de negro. Iván, el pobre, se quedó con las ganas, después de desgañitarse gritando: "A mí, a mí, a míiiiiiiii" en cada ocasión en la que elegían al voluntario.
Menos mal que pareció resarcirse en el cuentacuentos de la caja mágica, porque le hicieron muchísimo caso y participó todo el rato gritando, oliendo, aplaudiendo, cantando...
Divertidísimo resultó ver una comedia pícara con los pequeños. Los chiquillos se reían a carcajadas de las desventuras del viejo verde y su pícara y jovencísima mujer. Hubo un momento, en medio de una canción, bastante subida de tono, que lo actores tuvieron que decir: "Y como hay muchos niños delante... ¡os imagináis lo que va ahora y listo!"
La noche del sábado, los diablos visitaron el pueblo. Hombres y mujeres vestidos con pieles, calaveras y cuernos, recorrían las calles haciendo estallar ruedas de fuegos artificiales sobre sus cabezas. Hasta había uno que iba en bici para sorprender aún más a la concurrencia. Cuando pensabas que ya les habías dejado atrás uno de ellos encendía su rueda de fuego justo a tus espaldas y tocaba correr. Llevamos a los niños y Daniel se lo pasó genial. Pero Iván, que empezó muy bien, acabó chillándome que le llevara a casa. Y así lo hice. Al segundo. Aún así, esa noche tuvo pesadillas con hombrecitos rojos. ¡Pobre!
Además de el ambiente, la música, los malabares, etc... Estaban en el pueblo los primos de los chiquillos. Daniel los adora. Y no es para menos porque se lo pasan genial juntos. Compartieron juegos, patatas fritas caseras, chuches... Y unas cosas que se llaman pompetas que estallan al tirarlas al suelo para gran algarabía infantil. Al intentar abrir un paquete pequé de fuerza, salieron todas volando e hicieron bastante ruido. Huelga decir que volví a por otra caja para los chiquillos, que se reían a mandíbula batiente de mi torpeza.
La verdad es que fue un fin de semana intenso, muy completo y totalmente agotador.
Me ha pirrado el tío vivo de madera, qué chulo! La verdad es que tiene una pinta estupenda, aunque un tanto belicoso... yo que siempre le quito las espadas a Peque, jajajajaja!
ResponderEliminarMuas!
Sí que fue un finde un tanto belicoso con tanta lucha de caballeros. Y encima ellos tenían sus espadas y escudos de gomaeva jajaja
EliminarQue chulada!!! me alegro que lo pasarais tan bien, a mi me encantan estas cosas medievales :)
ResponderEliminarPobrecillo Ivan, es que estas cosas de gente disfrazada dan mucho miedo cuando se es tan peque. Y que majo el tirando bien con el arco y las flechas, teneis un futuros Robin Hood en casa
Saludos
Si te gustan apúntate este mercadillo porque el pueblo es precioso y le pega muchísimo.
EliminarIván sigue emocionado con su arco y sus flechas, pero está muy enfadado con nosotros porque "nos lo dejamos en el pueblo" jajaja
Pero que pueblo mas animado no?? me encanta como os lo pasais allí, por cierto que tio vivo tan chulo.
ResponderEliminarEsos tio vivos de madrea son chulísimos. Me gustan todos los que he visto :D
EliminarMe están entrando unas ganas terribles de conocer ese pueblo precioso. Y encima con una feria medieval tiene que estar chulísimo!
ResponderEliminarPues si te apuntas el próximo año avisa!!
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