Que narices. De pre nada. La Navidad ya está aquí. ¡Oh my god! Pero antes de
morir de agobio y estrés, mejor desconectar un rato con las desventuras de tres
madres, que ya conocemos por su lucha en Malas madres para hacer ver que las
mamás somos humanas y necesitamos nuestro espacio. Y no por ello queremos menos
a nuestros hijos.
Amy, Kiki y Carla vuelven para enfrentarse a una de las
épocas más complicadas del año más complicadas para una madre, La Navidad, en El gran desmadre. Si te gustó la primera, seguro que esta también te hace
gracia porque copian la misma fórmula aunque ahora orientada a la difícil
relación de las protagonistas con sus madres. Tres señoras de armas tomar.
La
de Amy es criticona y perfeccionista al extremo, hace perder los nervios a
cualquiera. La de Kiki es una aprovechada, manipuladora y psicópata obsesionada
con su única hija, da miedo. La de Carla es un clon de ella misma, aunque más egoísta
y no duda en aprovecharse de su hija en cuanto tiene ocasión. ¡Vaya cóctel
explosivo! Ideal para la avalancha de chistes y situaciones surrealistas que se
suceden durante la hora y tres cuartos que dura la película. También hay hueco para los momentos emotivos y de lágrima
fácil.
Al principio hay una introducción en
la que explican por qué Amy es una madre tan desastre con la Navidad con la que
no he logrado empatizar. Para mí, es un poco difícil identificarme con la forma
de entender la Navidad de los Estadounidenses. Por
lo visto, para ellos es vital decorar las casas hasta el mínimo detalle tanto en
el interior como el exterior, cosa que en España depende del espíritu navideño
de cada uno. En mi humilde hogar les damos carta blanca a los peques y así nos
va, que esto parece una zona catastrófica, pero ¡y lo que nos reímos, qué! Tampoco
damos nada de importancia al papel regalo. ¡Si no va a durar un minuto puesto!
Mis hijos no sabrían describirme los motivos de los que envolvían sus regalos
si yo les pidiera una descripción de los mismos después de abrirlos. De hecho,
mi lucha con mi marido es ponerles los juguetes sin papel y así somos más
ecológicos y les ahorramos un paso. Pero, nada, Raúl sigue erre que erre
con el tema del papel de regalo. En las cenas y comidas navideñas he llegado a estar en pijama (yo confieso). Y así con todos los puntos que se enumeran en
la presentación, que a mí no son los que más me agobian de estas fiestas. ¡Ah! Y por
favor, que alguien me explique cómo hacen para irse de parranda las tres protagonistas tan
tranquilas aparcando hijos cuando les viene en gana, más que nada para cuadrar horarios
laborales y escolares con tanta facilidad.
Si las véis, os echaréis unas risas sin necesidad de pensar demasiado en lo que estáis viendo, pero, en mi opinión, han perdido el espíritu de malas madres de la primera, o a mí no me ha llegado, por abusar de alusiones al sexo y de las escenas en las que se emborrachan. Cuando a mí me superan las cosas nunca me ha dado por el alcohol. La verdad.
Lo mejor de mi escapada de malamadre fue pasar un rato divertidísimo con Olga, Cuéntamelo bajito, Keka y la preciosísima y sonriente Tigrilla, Mamá se escribe con K.
Lo mejor de mi escapada de malamadre fue pasar un rato divertidísimo con Olga, Cuéntamelo bajito, Keka y la preciosísima y sonriente Tigrilla, Mamá se escribe con K.
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