Una de las iniciativas que más me gustaron de todas las que pusieron en marcha en las Game On fueron las partidas de Rol para familias. Podías elegir entre dos aventuras de La Puerta de Ishtar y dos de Ryuutama en diferentes horarios. A nosotros la que mejor nos cuadraba era una del segundo juego: En las Praderas, así que en esa apuntamos a los peques. Ambos estaban ansiosos de que llegara el momento de su partida rolera.
A mí me encantó la definición del juego, de origen japonés y de temática honobono (sentimiento agradable). Justo lo que necesitan los cafres de mis hijos. Menos monstruos, menos sangre y más calma e imágenes bonitas.
Cuando por fin encontramos la mesa en la que se iba a organizar, le comenté a la máster que mejor me quedaba cerca por si había que poner orden entre mis fieras (una que tiene poca fé en sus vástagos), así que me dijo que si alguno de los inscritos no se presentaba me podía sentar yo misma en la mesa. Que ilusión. Pues claro que me senté ¡y tuve suerte! Así que abrí mi pergamino para conocer a Casandra, la curandera, mi personaje.
Nos acompañaba en el viaje una chica majísima que se notaba que tenía muchas tablas en esto de jugar al rol y que le dio mucha vidilla a la aventura. Daniel era un trovador e Iván un avispado comerciante. Todos los personajes de este juego son de este estilo pacífico. El más bélico es el cazador. No se encuentran ni fieros guerreros, ni implacables enanos, ni certeros elfos ni monstruos con sed de sangre. ¡Ideal! La descripción del juego es chulísima. Os recomiendo pinchar en el link que he puesto en el nombre del juego al comienzo del post y leerlo.
¡Comenzamos! Somos unos jóvenes que estamos en un viaje de aprendizaje, algo así como un año sabático. Tenemos que encontrarnos a nosotros mismos a través del descubrimiento, el asombro y las nuevas experiencias. El máster es un Ryujin que vigilará nuestro viaje y dará calor a un huevo de dragón a través de nuestras aventuras. Nuestro objetivo es llegar a un pueblo, Ifar. Por el camino nos encontramos con extraños personajes de los que aprendimos muchas cosas. A Algunos les ayudamos y otros nos ayudaron a nosotros.
El meteomago nos enseñó cómo descubrir si iba a llover, o no, chupándonos un dedo. O si el chaparrón caería de noche o de día imitando a un gallo. A Daniel se le daba fenomenal, tanto, que el meteomago le apuntó la dirección de su academia de magia por si le daba por aprender ese arte. El niño gato nos dio bolas de arroz rellenas de atún para comer ese día por ayudarle a encontrar su pendiente con forma de pez. Anda que no se esplayó Iván en sus dotes detectivescas. ¡Hasta le preguntó al niño gato en qué dirección se estaba rascando la oreja cuando se le cayó el pendiente!
Mientras avanzaba la historia, nos buscábamos la vida para encontrar comida y agua, hacíamos tiradas para ver si nos levantábamos con energía o zombis perdidos (Imaginaros cómo iba yo. Clamando por café por las esquinas), nos buscábamos la vida para guarecernos de la tormenta... nos salieron bastantes críticos, menos mal que la máster, que era todo bondad, decidió ignorarlos.
La aventura se acabó cuando logramos llegar a Ifa, pero mis peques pusieron ojitos de Bambi para seguir con la partida, así que la máster (¿ya he dicho que era pura bondad?) les hizo felices poniendo en marcha una segunda aventura.
Una vez ya en el pueblo, nos contaron que estaban sucediendo robos muy extraños y nos pidieron ayuda para resolver el misterio. ¡Cómo nos íbamos a negar! Sobre todo después de que mi niño mayor negociara kilos y kilos de comida gratis, nuestra compañera 500 monedas en pago y el tabernero nos prometiera regalarnos el alojamiento. ¡Vaya comerciantes teníamos en nuestro grupo! además, el trovador Daniel le cantó la marcha imperial con la que venía torturan... estoooo... deleitando todo el camino y se lo metió en el bolsillo.
Tras muchas peripecias, dimos con los culpables y derrotamos a un temible y mágico enemigo, una mano gigante. La forma en que se tratan los combates molan mogollón. Se la voy a chivar a Raúl para que la incluya en sus partidas con los niños. Hay zonas de lucha cuerpo a cuerpo, a distancia y huecos para cosas que pueden encontrarse y usar como arma en el escenario en el que se desarrolla la pelea.
La máster se lo curró mogollón, hasta el mínimo detalle. Las hojas de personajes semejaban papiros enrollados, cada jugador tenía una miniatura de su personaje, también sacó miniatura de los hombres gato y del malo malísimo, saquitos llenos de dados y símbolos, rotuladores sello que fliparon a mis hijos... Hasta las gomas y los lápices eran monísimos.
Al final nos pegamos más de dos horas jugando y mis hijos empezaron a liarla hacia el final. Alucinante cómo logró nuestra máster atraer la atención de los peques tanto tiempo. Lo pasamos genial y luego había que ver cómo le contaban todas sus hazañas al padre. Escuchándoles hablar cualquiera diría que la otra chica y yo estábamos sólo de adorno y que todo se resolvió gracias a ellos. ¡Que par de flipados!
Nos dio mucha pena no poder apuntarnos a más.
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