Cuando vi André y Olivia. El secreto del orden me brillaron los ojitos. "Oh sí", pensé, "Es justo lo que necesitamos aquí". Y por aquí me refiero a mi leonera de hogar. Mira que yo lo intento, pero el orden me esquiva y el caos me abraza. Y no soy yo sola. Raúl se pasó al lado oscuro hace mucho tiempo, cuando se dio cuenta de que el desorden siempre le ganaba la batalla por mucho empeño que pusiera. Y los niños son caóticos por naturaleza, sólo puedo describirlos así. Aunque Daniel muchísimo más que Iván,. El pequeño a veces tiene maravillosos momentos de lucidez que hacen que su habitación sea transitable.
En fin, que me enganchó el tema en cuanto lo vi y el libro se convirtió en un objeto de deseo. El día que llegó a casa, el padre estaba presente cuando lo saqué del paquete y casi se le cae una lagrimita de la ilusión. ¿Será verdad que ya no nos comerán las manualidades y juguetes de los niños? ¿Desaparecerán las montañas de ropa sobre las sillas... o directamente en el suelo? ¿Se reservará el uso del sofá sólo para aposentar posaderas y no como rincón de almacenaje improvisado? ¿Se cumplirá ese sueño?... Bueno, Raúl soñaba demasiado a lo grande. Algo tiene que mejorar las cosas, igual que mejoraron mis armarios gracias al taller de Pon orden en tu vida empezando por tu casa, pero no va a ser un cambio milagroso ni rápido. Ya nos lo dice la autora, Alicia Iglesias, desde estas páginas: es un proceso lento en el que se necesita constancia, comprensión y paciencia.
Lo mejor de este libro es que no me responsabiliza solo a mi, encargada principal de la limpieza y orden de nuestro humilde hogar, ¡sino a toda la familia! Niños incluídos. Y no sólo de la edad de mis niños, que con ocho y diez años ya no son tan peques como para no comprender que todos debemos poner de nuestra parte para tener una casa habitable en vez de una selva, sino que abarca edades muy tempranas.
Supongo que mi situación ante las fieras y el orden (mas bien la falta del mismo) os sonará bastante. Ya me puedo poner como quiera, ya puedo repetir mil veces que recojan algo, que pongan la ropa sucia en el cesto en vez de en el suelo de sus habitaciones, que cuelguen las toallas que usen después de ducharse en vez de dejarlas de cualquier lado, que dejen las cosas en su sitio para que luego puedan encontrarlas sin volverme a mi loca, y largo larguísimo etc... que es como si oyeran llover. Necesitaba herramientas para lograr llevarles por el buen camino.
Este libro me parece un comienzo genial y divertido para implicar a toda la familia en el orden de la casa. Para empezar contamos con un cuento muy esclarecedor y sencillo que nos sirve de presentación al panorama actual. En una casa desordenada se vive peor y los peligros acechan en cada rincón (a quien no le ha caído algo mal colocado en la cabeza, ha pisado un juguete con el pié descalzo o ha perdido horas buscando algo que no está donde debería), el orden es cosa de todos (por eso vamos a debatir y pactar entre todos los miembros de la familia intentando ponernos en la piel del otro) y vamos a convertir esto en un juego motivante (los niños son creativos y caóticos por naturaleza, puros torbellinos de curiosidad y experimentación que nos vuelven locas). Estas son las premisas desde las que parte el cuento inicial. Pinta bien ¿eh? y es algo que los niños pueden entender de forma sencilla.
Es importante que la lectura sea conjunta y no personal. Además, hay que dejarlos interrumpir y preguntar todas sus dudas. De hecho, es maravilloso que lo hagan porque significa que has captado su interés. Y seguro que lo captas en cuanto empiecen a entender que se les van a dar responsabilidades de "mayores", que se van a tener en cuenta sus opiniones y aportaciones y que papá y mamá les hacen mucho, muchísimo, caso. Una oportunidad de oro para ellos de llamar nuestra atención.
La segunda parte del libro es para nosotros, los padres, y son pautas, consejos y trucos que se pueden aplicar desde que los niños son bebés, que sería lo ideal, hasta cualquier edad. Lo más importante: llegar a un entendimiento y cargarse de pacienciencia y comprensión, porque los niños están en pleno desarrollo y tienen límites en sus capacidades que tenemos que tener claras para tener expectativas realistas. También podemos compartir con ellos esta parte porque son parte del cambio y cuanto más participen más motivados e implicados.
Algunos de los consejos son más aplicables que otros, pero de todos podemos sacar algo que nos puede ayudar en nuestra empresa. Por ejemplo, no todos tenemos un salón con los metros cuadrados necesarios para compartimentarlo en la zona adulta y la zona infantil, pero es verdad que siempre podemos reservarles un rincón para los juguetes aunque sea en una caja de almacenaje debajo de alguna mesa auxiliar en la que metan los más utilizados y que sea fácil de recoger una vez acabado el tiempo de juego.
Lo que más me ha llegado ha sido ese "Ellos quieren estar contigo. No les eches de tu lado". ¡Buf! Es que es verdad. Se me pone la piel de gallina pensando en las veces que les he pedido que se vayan, por ejemplo, de la cocina porque es un lugar que ya de por sí me pone de los nervios. ¡Pues desde que me leí este libro no les echo! Les pido que se sienten tranquilitos en una silla y que me hablen mientras cocino o recojo. Flipadlo. Cumplen. Con lo movidos que son y se quedan quietitos contándome que si se han inventado un juego, que si consiguieron nosecuantas kills, sus problemas con fulanito, la gran idea que tuvieron con menganito... Y yo también me siento más tranquila, dentro que odio la cocina, el lugar más peligroso de la casa (cortes, quemaduras, golpes... aaaarg).
Vamos poco a poco. Tal y como recomienda el libro. Delimitando espacios, haciendo más fácil que coloquen sus cosas, recordándoles entre miles de veces y millones de veces su parte del trato (hay que ver que memoria de pez tienen cuando les interesa) y viceversa, que yo también soy una persona... creativa... ejem... Y anda que no se les llena la boca cuando me dejo algo por ahí, "Mamá, esto está fuera de su lugar, creo yo... Sólo lo digo por si se te había olvidado colocarlo en su sitio después de usarlo... porque... Ya no lo estás usando. ¿No?", "Gñigñigñi... noooop, no lo estoy usando...". Lo de la paja en el ojo ajeno es tan ley universal como cualquiera de Murphy, ya sabéis. Pero si eso sirve para que sean más conscientes de su papel en el esquema del orden de esta casa, me tragaré el orgullo e intentaré servir de ejemplo, recogerlo estoicamente y soltarles la puntilla "espero que tú también cumplas sin protestar cuando te pase lo mismo", que todos somos humanos y tenemos nuestro punto malvado.
Otro apartado que me ha parecido esencial es el que da importancia de donar las cosas en buen estado que ya no utilizamos. Hay que concienciar a los niños de la importancia de la solidaridad y hacerles comprender que el apego material sólo lleva a la escasez de espacio y a acortar la vida útil de las cosas. Si no lo usas, dónalo. Y si no está en buen estado, tíralo o recíclalo (dice mi marido que mejor lo tiramos directamente).
En definitiva, este libro va a tener un lugar importante en nuestra casa durante una buena temporada. Seguramente no hará milagros, pero seguro que muchos avances sí.
Es mejor ir poco a poco pero sin pausa. Un beso
ResponderEliminarY con constancia, que a mí e slo que me falta ainsss
EliminarMuchas gracias.