- ¡¡¡Estoy hasta las narices del LGTBIQ+!!! - Entró gritando Daniel un día a la vuelta del instituto.
- Pero Daniel, ¿qué tonterías dices?- le espeté yo muy sorprendida.
- Llámame homófobo si quieres, pero es que ya me tienen quemado - volvió a quejarse aún más vehementemente.
- Pero, pero, pero... ¿qué te ha pasado?
- Que, ahora, de repente. Todos en mi clase son bisexuales y si yo digo que no lo soy... "Ooooooh qué poco respeto, qué poco toleraaaante". ¡Pero es que no lo soy! ¡Qué culpa tengo! - se quejó muy enfadado.
- Vale, tranquilo. En eso te doy la razón. Hay que respetar a todo el mundo y ellos no lo están haciendo contigo. - concedo.
- Pero es que eso no es lo peor - continuó muy exaltado-. Hoy una niña nos ha montado un pollo tremendo porque quería entrar al baño de los chicos y los chicos no queríamos porque ¡era muy incómodo hacer pis con ella allí! Se ha puesto a gritarnos que ella se sentía chico y que éramos lo peor. Tuvo que venir una profesora a sacarla de ahí.
- ¿Y qué pasó? - inquirí alucinando con los conflictos actuales de los adolescentes.
- Pues que la niña se puso a llorar y a gritar que la iba a denunciar.
- ¿Y qué hizo al profesora? - seguí tirándole de la lengua.
- Nada. ¡Si es que no podía hacer nada! Qué va a hacer. Pues intentó consolarla un poco y luego se fue porque empezaban las clases. Pero, a ver mamá, ¿lo de los baños no debería ser cuestión de sexo y no de género?
- Pues no lo sé. Es que nunca me lo había planteado.
- Es que yo hacer pis delante de niñas no quiero...
- Ya, ya... lo entiendo - Y más si tenemos en cuenta que el chiquillo sólo tiene 13 años y la vergüenza en alza.
La verdad es que no sé muy bien qué es lo correcto o quién tiene razón en este caso. Qué difícil es alcanzar el consenso y el equilibrio y más a estas edades en las que hay tanta confusión e inseguridad.
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