lunes, 8 de septiembre de 2014

Mercadillo Medieval de Ávila: Impresionante a la par que estresante

Al ver que esto de los mercados medievales nos atrae bastante a mi familia y a mí, Madres Estresadas nos recomendó el de Ávila. Nos quedaba suficientemente cerca como para acercarnos un día y prometía mucho gracias a su archifamosa muralla. Así que no lo dudamos y preparamos la excursión. A los niños les pusimos sus disfraces de caballeros y a última hora tocó enganchar con imperdibles una capita de fieltro rojo al disfraz de Iván, porque quería una como la de su hermano. Iba encantado con su nuevo accesorio.

Nos juntamos con otras familias de amigos y a Ávila que nos dirigimos. En la ciudad medieval nos recibieron otros amigos de allí, que se prestaron enseguida a hacernos de guías.

Desde que pisamos el centro histórico se nos abrieron muchísimo los ojos con la de maravillas que encontramos. Entre los puestos, nuestros amigos nos enseñaron uno que encandiló a peques y mayores. Un señor se dedicaba ha hacer papel de regalo con un barreño lleno de cola, pinturas y unas herramientas para hacer las ondas. Estampaba el papel en la mezcla y le salían preciosidades. Casi parecía mágico. Nos paramos en una plaza para disfrutar del espectáculo de cetrería, pero con tanta gente y que las aves volaban muy alto, vimos muy poco. Aunque lo que sí vimos valió muchísimo la pena. Los chiquillos estaban encantados de ver volar a unos centímetros suyos a los buitres, halcones y águilas.

Rápidos como el rayo nos encaminamos hacia donde se celebraba el torneo. Aunque no lo bastante, porque cuando llegamos nos tuvimos que sentar lejísimos. Por el calor sofocante, hubo gente que fue abandonando sus lugares en primera fila y acabamos consiguiendo uno. Justo cuando se acababan las pruebas y empezaban los combates. ¡Qué suerte!

Cuatro cabaleros competían por el premio: un halcón con pinta de ser muy fiero. En el transcurso de la liza se descubrió que el caballero amarillo era unas dama y quisieron echarla, pero le público premió su valentía y arrojo con su apoyo, con lo que le dejaron seguir compitiendo. El caballero negro era malo, malísimo (hasta tenía pintada una fea cicatriz en la cara para que no hubiera dudas de quien era el malvado aquí). Ganaba las pruebas con trampas y juego sucio con lo que se ganaba los abucheos del público. El caballero azul y el rojo eran los buenos.

Después de luchar con las lanzas a caballos y las espadas en el suelo, el ganador fue el caballero rojo que se dio unas cuantas vueltas por la arena llamando al Halcón con un señuelo.

El caballero negro, como no podía ser de otro modo, fue abatido en la lucha final. Lo estábamos comentando mi hijo mayor y yo, cuando nos oyó su escudero, que era tan "malvado" como él y le lanzó un mandoble al niño que acabó dando en la arena, pero que le pasó bastante cerca. Ni que decir que Daniel estaba encantado con la atención que había recibido. Mas tarde se lo contaba a sus amiguitos emocionado.

Decidimos ir a comer a un parque cercano, donde había poca gente, y relajarnos un poco. Compramos kebabs y pizzas en los puestos callejeros y nos sentamos en un parque. Hubiera sido genial si no fuera por las avispas. Me temo que les tengo un poco de miedito y me amargaron la comida.

En el parque los peques pudieron correr y saltar a gusto. Daniel se cayó y se hizo una herida bastante impresionante, pero que, una vez lavada en la fuente, resultó ser poca cosa. ¡Menos mal!

Durante la larga comida recuperamos fuerzas y el día se nubló. Lo que agradecimos todos, porque el calor nos tenía machacados.

Tras el descanso, vino la demostración de la escuela de espadachines alemanes, que me pareció de lo más curiosa y original. Entre otras cosas, tenían una lucha en la que si se tocaban las espadas perdían. Y todo lo contrario, que las hojas no debían separarse en ningún momento. Éste último ejercicio lo repitieron con los ojos vendados. Fue muy emocionante. También cortaron botellas con precisión, lucharon los cuatro contra los cuatro siguiendo unos pasos que me parecieron casi un baile y terminaron con una lucha salvaje que ponía los pelos de punta.

Terminamos la sesión con el espectáculo de los arqueros. Una obrita de teatro con muchos tiros al blanco la mar de divertida y que acababa con una lluvia de flechas que enardeció al público. Nos tiraron flechas inofensivas con bloques de gomaespuma en vez de puntas y el respetable se mataba por conseguirlas. Daniel cogió una casi por casualidad.

Una vez en este punto, los chiquillos estaban hartos de estar sentados y clamaban por correr y jugar. Las actividades en las que podían participar tenían unas colas de, al menos tres horas, así que no pudimos entrar a ninguna. Y eso que tenían una pinta fantástica: tiro al arco, paseo en burro, gymkana infantil... pero era imposible entrar.

La cantidad de gente que había venido a ver el mercadillo era inmensa. Ya nos había prevenido Madres Estresadas, pero no creí que fuera tanto. Los chiquillos estaban sedientos de actividad y era muy difícil controlarlos. Les escribimos a boli el móvil en los brazos, pero se borraba con el sudor.

Optamos por dar una vuelta por el mercado para ver que ofrecían los artesanos, pero sólo podíamos fijar nuestros ojos en la chiquillería. Mi marido y yo nos quedamos sin batería en el móvil, Así que si nos separábamos lo íbamos a tener muy crudo para encontrarnos. Eso sumaba tensión a la aventura.

¡Y nos separamos! Afortunadamente, tenía una amiga al lado... ¡con móvil operativo! Y enseguida nos volvimos a juntar. Yo estaba bastante enfadada porque no daba abasto de mirar a los niños y a mi marido, que cogía camino para adelante y no se fijaba si le seguíamos o si la gente no nos dejaba avanzar. Le acababa de decir que mirara para atrás de vez en cuando para no perdernos y... Evidentemente, no me hizo caso. Como soy una persona que le cuesta mucho disimular, cuando nos juntamos echaba chispas por los ojos y clamaba por salir del gentío antes de que ocurriera un desastre.

Así que acabamos en el Burguer King, un lugar donde hay juegos para niños y podían cenar algo, porque las horas que eran ya era hora que llenaran los estómagos. después de que quemaran energías corriendo y saltando, decidimos que ya era hora de volver a casa. Le dimos las gracias a la familia abulense porque había sido un día especial, emocionante y lleno de maravillas y nos metimos en el coche.

Los chiquillos no tardaron en caer en los brazos de Morfeo. Cuando llegamos los metimos directamente en la cama y les imitamos. Yo caí como un tronco y a la mañana siguiente me costó la vida levantarme. En cuanto estuvimos todos en pie hubo colas para la ducha y metimos las sábanas y la ropa directamente a la lavadora. Los disfraces de los niños estaban realmente mugrientos.

Después, papá nos hizo tortitas para desayunar y recuperamos las fuerzas de la mejor de las maneras.



8 comentarios:

  1. Vaya día más intenso!!! que de actividades!!! Genial!! Así disfrutando!!!

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    1. Síiii. Estuvo genial, aunque el corazón te daba un huelco en cuanto se perdía un niño de la vista buf buf

      Otro año me voy en pareja como escapada romántica jajajaja

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  2. Me encantan las ferias medievales y ésta tiene pinta de ser una maravilla pero si hay tantísima gente me tira un poco para atrás, la verdad. Un besote!!!

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    1. Seguro que si vas en jueves hay mucha menos gente y puedes disfrutar de todo con tranquilidad. Lo malo es que cogerse un día libre en el curro para eso...

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  3. ¡QUE MARAVILLA! Si Avila tiene que ser bonito con emrcado más ;)
    Besos

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    1. No te imaginas!!! Con el ambiente medieval estaba todo precioso. Anímate el próximo año. Sin niños seguro que se vive de una forma más relajada :D

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  4. Que bonito, la verdad es que tiene que ser espectacular ver un mercado medieval en una ciudad así. Dicenq ue el de Alcalá de henares es también impresionante.

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    1. Hay que apuntarse el de Alcalá también. Me voy a investigar cuando es ;)

      Gracias por la información jejeje

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