Una tarde, Iván salió muy inquieto del colegio. Se agarró a mí y empezó a contarme una historia a trancas y barrancas. Como me la repitió varias veces logré entender que él había encontrado una mariquita preciosa a la hora del recreo, pero uno de sus amigos la había pisado. Algo bastante común a esas edades.
A Iván no le debió hacer ni pizca de gracia y para compensar su mala acción, el chiquillo y otros amigos se ofrecieron a hacerle una tumba a la mariquita con un montón de palitos. El peque me enseñó la tumba del bicho muy emocionado. Tanto que le sacamos foto y todo.
Eso sí, al día siguiente alguien sin corazón (y sin conocimiento de la historia) había barrido el montoncito y a su escacharrado huesped. Nos quedamos un rato sin decir nada observando fijamente el lugar donde debía estar la tumba. Hasta que el peque rompió el silencio: "Se lo han llevado sus amigas mariquitas al cementerio de las mariquitas". "Claro que sí, cariño. Eso es lo que ha pasado".
Ohhhhh! Qué tierno!! Un chico sensible, me encanta.
ResponderEliminarMuas!
Más sensible con los bichos que con su madre jajaja
EliminarAyyyy, me parece una historia de lo más tierna. Un besote!!!!
ResponderEliminarPues sí. Demasiado para alguien que disfruta escachuflando hormigas O-o
EliminarQUe ternura por favor, que niños, que inocentes y a la vez tan en la realidad. QUe edad tan bonita.
ResponderEliminarPues sí. Se vive todo de otra manera y creo que hay que alimentarles esa ilusión por todo :D
EliminarPara que les dure mucho mucho