Un lío de bigotes

Sólo el título ya llama la atención: Nina y Nim. Un lío de bigotes. Y si encima ves un monísimo conejo gigante en la portada y unas inquietantes garras de personaje malvado...Éxito seguro, me dije yo cuando lo pedí a Boolino Friends y ¡oh sorpresa! ¡Estaba disponible! Que alegría.

No tenía ni idea de qué iba, ni que, en realidad era una segunda parte, aunque se puede leer sin conocer la primera parte porque te ponen al día enseguida. Cuando me llegó y lo tuve en mis manos me encantó la edición. Esa portada es ideal hasta para colgarla de la pared como un poster. Cuando lo abrí para oejarlo me sorprendí mucho. Estaba recomendado para niños de cuatro a seis años, pero es toda una señora novela corta de 91 páginas llena de texto. Aunque, si contamos los encantadores dibujos que salpican la historia, a cual más bonito, y el tipo de letra tan grande, te lo lees muy rápido.

La historia es sencilla, de fácil comprensión y llena de aventuras trepidantes. Rayos, científicos despistados, genios malvados, un espía y un pobre conejito rosa gigante imaginario en peligro. Porque Nim vive en la imaginación de todos los niños que quieren creer en él. Incluso, puede que en la de algún adulto creativo. Y Nina es su mejor amiga, una futura periodista que no conoce el miedo cuando se trata de salvar al amigo que vive en su armario de las garras de su archienemigo.

Daniel reparó en él desde que llegó del cole. Y eso que no lo había dejado a la vista, pero parece que tiene un radar para los libros nuevos. Debe de olerlos. "Mamiiiii, ¿me lo lees?", vino corriendo a mi encuentro enarbolando peligrosamente el ejemplar de "Un lío de bigotes". "¿Por qué no lo lees tú" le propuse, pero me miró con cara de "¿estas loca, con todas esas palabras, frases y páginas?" y ya no quise insistir.

Papá a punto de ser víctima de una ráfaga de bolas de nieve

Me senté en el salón con ambos peques a mi lado y enseguida nos metimos de lleno en las aventuras de Nina y Nim. Era el primer día de colegio de la niña y todo se lió en menos que canta un gallo. Daniel seguía la historia totalmente absorto. Iván se despistaba bastante con los dibujos y no paraba de hacer comentarios como "conejito monoooooo". Pensaba leerles un par de capítulos cada día, pero a lo tonto a lo tonto llegamos hasta la mitad de la historia. Tenía que ponerme a hacer cenas y con toda la pena de mis churumbeles ahí lo dejamos, pero que nadie sufra que al día siguiente lo acabamos y nos enteramos las soluciones a todos los misterios que plantea el argumento.