Tras tres semanas dándose un bañito en alcohol, el bicho, presuntamente una avispa enorme y negra bastante asquerosa (es una opinión personal) ha pasado a ser pinchada en un corcho.
Finalmente, la artífice de tan penosa tarea ha sido la mami (ejem). Después de confesar con más asco que vergüenza, al tío del interesado que aún no nos habíamos atrevido a hacer el último paso para obtener el primero insecto de la colección de Daniel, el susodicho me informó de que si lo dejaba mucho tiempo (más de dos o tres días) se ponía duro igual y que ya no habría manera de pincharlo de una forma elegante.
Estuvo a un tris de tirarlo, bote incluído, y olvidarme del tema. Pero el mayor parecía tan emocionado cuando lo cazaron... (la cacería más fácil de la historia porque se lo encontraron ya cadáver en un rincón).
En fin, yendo al meollo de la cuestión, que cogí un tenedor y lo saqué como pude. Cómo se escurría el tío. Encima que me daba mal rollo y no me lo ponía fácil. Pero salí victoriosa y puse el bicho en un trozo de corcho de estudio que había cortado previamente.
Efectivamente, ya estaba con el rigor mortis, pero ladeándolo un poquito se veía bien (hasta esos ojitos de multivisión tan brillantes). Sin pensarlo más lo atravesé con el alfiler así tal cual. El crunch retumbó en mi cerebro y se bajó un ratito a soliviantar a mis estómago, pero logré controlar mi repugnancia.
Me percaté enseguida que el alfiler sobresalía demasiado, así que decidí sobre la marcha añadir una segunda capa de corcho debajo y hundir un poquito más el pincho. Después de los del crunch eso fue un juego de niños.
Para que no se desmontara y porque una ya que se pone, pues lo hace lo mejor posible, junté las dos capas con una cinta adhesiva blanca que se supone que tiene mucho pegamento (a ver, porque la compré en un todo a cien y no en una ferretería. No pidamos peras al olmo).
Muy satisfecha con el resultado se lo enseñé a los niños, que se quedaron fascinados, a mi marido, que me pareció hasta aliviado, a mi hermano, que dio el visto bueno... Y muy orgullosa lo coloqué en un lugar bien visible de la estantería del primogénito.
"Esto... Mamá", me interpeló Daniel.
"Siiiii", le contesté orgullosa de mi trabajo.
"¿Vas a ponerlo ahí?", me señaló el estante poco convencido.
"Eeeeeh, pues... Sí. ¿Que pasa? ¿No te gusta?", dije con tono inseguro.
"¡Que va! Me encanta. ¡Es chulísimo! Pero ¿no crees que si lo dejas ahí me va a dar pesadillas"
........
En fin, que el bicho está en MI estantería y he decidido llamarlo Willy.
Ahhhh ¡Qué valiente eres, yi no hubiera podido!
ResponderEliminarMe ha costado... mucho
EliminarTRes semanas hacerme la idea ainsss
Pero ya que lo encontraron y lo metieron en el bote...
Yo no hubiera podido...hubiera ido con bote y todo a la basura, seguro! y lo de tenerlo ahí a la vista...puaj! yo pensaba q eso se metía en una cajita y te olvidabas de ello.
ResponderEliminarEstoy buscando cajita, pero hasta que encuentre una tendrá que vivir a la interperie ;)
EliminarA mí se me olvida que está en la estantería, la verdad
Yo no lo habría hecho, como mucho lo habría enterrado jajaja
ResponderEliminarYa ves...
EliminarEspero que no me pida que le cosa una lagartija aaaarg
jajaja vaya mascota te han endiñado :D
ResponderEliminarYa te digo, pero es tan silencioso y tranquilo que se me olvida que está ahí jajaja
Eliminarjajaja
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