A ver. Si tu hijo mayor está haciendo el cabra y de repente se da un golpe muuuy tonto y te mira con cara de poker, qué es lo más fácil que pase. Pues que te entra la risa. Jolín. No lo veo tan grave. Él se ríe por cada paso en falso que doy yo y son bastantes. No os creáis. Que una es torpilla de nacimiento. Menos mal que lo llevo con humor.
Humor que el pequeñajo éste no tiene. Doy fe. De repente, el "aquí no ha pasado nada" se convirtió en un energúmeno rencoroso y lleno de odio (hacia mí por reírme). Me llamó de todo e incluso me dio con sus puños, menos mal que no dio fuerte (tanto no me odiaba, menos mal) pero vaya perretón. De los que hacen historia.
Y cuando más se endemoniaba, más risa me entraba a mí. ¿Creéis que es fácil controlar los ataques de risa? ¿Lo creéis? ¡Pues no! Definitivamente no es fácil. La cosa no hacía más retroalimentarse y no pintaba que fuera a tener un buen final. Así que hice un esfuerzo sobre humano para poner mi cara más seria y tranquilizarle a base de mimitos, abrazos y palabras dulces.
Pero oye, volvía la maldita risa. ¡Y yo no podía controlarla! y el peque más se enrabiaba y más se enrabiaba y aullaba de dolor. Sí, ahora, de repente ¡le dolía como si le estuvieran aplastando el pié con una plancha hidraulica.
Al final acabé por enfadarme y menos mal porque así logré dejar de reír y poner un poco de sentido común en la situación. A esas alturas Iván tampoco ayudaba mucho a que su hermano se calmara porque sus carcajadas seguían sonando hasta en Constantinopla.
Pero poco a poco y muuuucha paciencia. Logré que los aullidos, insultos y golpes bajaran de intensidad. Le pedí perdón por reírme, pero también le pedí que fuera más comprensivo con esas situaciones. Más si tenemos en cuenta que él también lo hace hum hum.
Evidentemente, no me perdonó la ofensa pero dejó que le quitara el calcetín para ver los daños. Estaba segura de que tenía más cuento que Calleja, pero de repente vi un dedo pequeño tres veces más grande de lo normal. ¡Ostras! Pues sí que se había hecho daño. Como en un principio ni había reaccionado, pensé que los aullidos eran más de enfado que de dolor. Enseguida le puse una cremita anti inflamatoria con mucho esfuerzo porque no se dejaba tocar y no estaba quieto ni a tiros.
Más gritos, más aullidos, más insultos, más rabieta, hasta que finalmente logré aplicarle la crema y volver a poner el calcetín.
Al día siguiente, sólo cojeaba cuando se acordaba. Y hasta trepó por un árbol cuando creía que no le veía. Otra vez pensé que era merecedor de un Oscar, pero el caso es que por la noche el dedo estaba aún más grande. Y un cardenal le recorría gran parte de la piel. Le puse más crema y más crema, pero me negué a llevarle al médico si era capaz de trepar a un árbol así. Ni tampoco cedí a sus chantajes emocionales aunque me tachara de cruel y mamá sin sentimientos. Pero como le voy a tomar en serio si ahora cojeas y casi te tengo que llevar en volandas y al siguiente corres que te las pelas.
En fin, que tras cinco días el dedo ya ha vuelto a su tamaño normal y el peque ya ni se acuerda de cojear. Pero sí se acuerda de que yo me reí cuando él estaba sufriendo ainsss
Cómo te entiendo, el otro día se comió una farola, como me reí jajajaja y como se mosqueó el jajaja
ResponderEliminarTe llegas a dar tú y se oyen sus carcajadas hasta en Constantinopla. Si es que son...
Eliminarjaja.. me imagino que te habrá costado mucho el parar de reir! pobrecito, se lo tomó a mal.. que bueno que ya está mejor, el enojo se le irá yendo..
ResponderEliminarYo también creo que se irá olvidando. No me lo imagino a los cuarenta recriminándome por esto jajjaja
EliminarO eso espero ;)
Si es que siempre da rabia que se rían de la torpeza propia. Yo me termino riendo igual pero al principio siempre da un poco de rabia. Jajajaja. Besotes!!!
ResponderEliminarJajaja Daniel y tú sois almas gemelas
EliminarMe estoy imaginando la escena y lo siento por Daniel pero jajajaja
ResponderEliminarEs que que malos son los ataques de risa cuando no son oportunos jajaj
Besos
Jajajajja tú me entiendes!! :D
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