Nuestro pequeño máster se ha vuelto a currar una partida desde cero. Seguramente porque se parece a su madre, a la que le da pereza leer manuales de rol y seguir reglas a la hora de inventarse aventuras. Yo es que soy más de que me dirijan. Me pliego a reglas y diferentes formas de dirigir si me regalan emocionantes experiencias en otros tiempos, mundos, ambientaciones... pero voy a centrarme que me disperso.
El caso es que estamos jugueteando con aplicaciones de ilustrar con Inteligencia artificial como e Iván se puso a pedir gatos robóticos a saco y eso le inspiró para una partidaza rolera muy chula y adorable a la par que inquietante.
Todo comienza en un futuro distópico en el que los gatos gobiernan sobre el resto de las especies. Han avanzado tanto que se han implantado mejoras cibernéticas en todos sus cuerpos peludos. Uno de ellos, Flofy, se ha alzado como líder, cosa que les da bastante igual a sus congéneres que siguen yendo a los suyo.
Además se rumorea que ha secuestrado a todos los humanos y los ha encerrado en una mazmorra, aunque eso también les da igual. Pero lo que ya no les da tanto igual son los gatos robóticos que patrullan las ciudades para preservar el orden. Eso no mola.
Dos intrépidos gatitos, Pompom (yo) y Quiku (Raúl), no van a dar opción al dictador para acabar con su libertad felina y quieren darle donde más le puede doler: liberando a los supuestos humanos prisioneros.
Para lograrlo íbamos a tener que seguir rumores que se escuchan en la calle, que nos llevaron hasta Jijá, un gatito al que se le supone guardián de una información muy valiosa. Desgraciadamente nuestro plan de despistarle mediante halagos mientras Quiku de ellos visita la caja de arena e intenta hackear su sistema no funciona. No es tonto Jija y tiene la información muy bien encriptada. Pero sí que es débil a los halagos y nos acaba soltando un nombre del siguiente gato que tenemos que visitar.
Por el camino nos toca hacer parkour y luchar contra gatos mafiosos, un robot perro y hambrientas pirañas, pero al final, los derrotamos o les damos esquinazo y logramos llegar a la isla del misterioso Bonvi, que viven muy bien apartado del mundanal ruido y no entiende a la primera en qué le puede afectar a él que Flofy dirija el mundo o no. Al final le acabamos convenciendo de que los gatos gigantes robóticos acabarán por llegar incluso a su casa y le prometemos tres ricas pirañas y el trono de Flufy a cambio de su ayuda. Se lo piensa un poco, pero eso de gobernar el mundo es bastante irresistible, así que nos da la ubicación exacta de la mazmorra en la que están presos los humanos.
Allí que vamos, pero no va a ser tan fácil. En la puerta nos está esperando un robot rastreador y tres gigantones robóticos con muy malas pulgas. Matamos al rastreador para que pierdan nuestro rastro y esquivamos a los gigantones. Más gracias a Quiku que a mí, que soy todo músculos, pero la agilidad no es lo mío. Digamos también que el máster fue generoso porque me necesitaba para el escenario final.
Porque, una vez esquivado el primer peligro, nos encontramos con la gran sorpresa. Flofy ha dio más allá que cualquier otro gato y ha insertado su cabeza a un megacuerpo robótico gigante que nos dio todo lo que quiso y más y al que logramos derrotar, con gran coordinación y esfuerzo por los mimísimos, pelos. A mí tuvo que curarme Quiku con algo revitalizante que me devolvió la mitad de la vida porque me aplastó de lleno el pedazo de bicho.
Mientras yo era el saco de las tortas, mi compañero hacía caer unas piedras que pendían del techo y que le hacían 10 puntos de daño cada vez que le acertaban. Lo que no facilitó bastante la victoria.
Y sí. Salimos de la mazmorra triunfantes y con humanos para experimentar a placer. le entregamos el cetro de poder a Bonvi y nos planeamos derrocarlo también porque parecía que iba a seguir los pasos del tirano anterior, pero no. Nos dejó hacer lo que nos diera la gana mientras no le molestáramos a él. Qué gran líder.
Por cierto, durante todo el camino se nos aparecía y desaparecía un misterioso gato fantasma que aún no sabemos que papel juega en este universo felino. E Iván no suelta prenda. Me huelo continuación.
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