Es curiosa la percepción tan especial que tenemos los padres de los hechos relacionados con tus hijos. El otro día llevé a Daniel a su revisión del sexto mes. Iba amargada porque significaba que le iban a pinchar para ponerle las vacunas. Algo muy desagradable para el pequeñajo.
La pediatra dijo que todo estaba muy bien. Lo único que tenía el bebé eran unos pocos moquitos. Como se nota que a ella no le daba las noches por la congestión. Ni se le medio asfixiaba entre los brazos con ataques de tos provocados por la ingesta de mocos. Esto es un ejemplo de diferentes puntos de vista.
La enfermera midió y pesó al bebé. "Qué niño más sonriente" expresó. Esta simple afirmación se convirtió luego en un "Dice la enfermera que Daniel es muy simpático y que se pasa todo el tiempo sonriendo... Y además, que es muy guapo, pero eso salta a la vista".
Acto seguido la enfermera me informó de que el niño estaba por encima de la altura media y por debajo del peso medio, aunque dentro de los percentiles normales. A lo que yo transmití: "También dijo que iba a ser alto y guapo... Y un morenazo de los que quitan el hipo".
Por último, la enfermera procedió a torturar al bebé pinchándole con todo el cuidado y cariño del que fue capaz. Con mi inestimable ayuda para sujetarlo (Judas, que soy una Judas). Mi niño lloró un poquito, pero enseguida se le pasó. Es una cotilla de gran magnitud y cualquier cosa capta su atención, la pierde y la vuelve a captar. Así son los niños de su edad. "Este niño llora poco", agregó la enfermera, que yo traduje en "Es el niño más valiente que ha conocido en todos sus años de trabajo. Lloró poquísimo. Un valiente. Un torero. ¡Ole! ¡Ole, mi niño!".
Estas exageraciones están dentro de los parámetros normales de las madres en general. Así que no hay nada de los que preocuparse. Al menos por ahora. Esperemos que no vaya a más.
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