Tanto las antiguas profes de la escuela infantil de Daniel como mi primogénito llevaban todo el curso pidiéndome un encuentro, pero a mí, por hache o por be, nunca me cuadraba bien.
El último día de clase de Daniel ya no pude postergarlo más porque en el campamento urbano del cole cambian el horario y a partir de entonces sería imposible llevarle, así que no quedó otra que organizarlo todo.
Daniel estaba ilusionadísimo. Tanto, que se recorrió casi corriendo los más de quince minutos de camino que nos separaban del centro. Cuando llegamos las puertas todavía estaban cerradas y tan desesperado lo vieron los allí reunidos que, cuando por fin las abrieron, le dejaron pasar el primero.
Entró dando brincos de la excitación y se echó literalmente a los brazos de Ana, la primera profe que encontramos. Los dos estaban exultantes de alegría. La siguiente fue Manoli, con la que también se fundió en un cálido abrazo. Las dos estuvieron de acuerdo en que había crecido muchísimo y se había convertido en un guapo niño.
Recogimos a Iván, que también se llevó una agradable sorpresa al ver a su hermano en su clase, y ya nos disponíamos a irnos cuando Daniel se acordó de la profesora de apoyo que le acompañó en su clase de un año. Intentamos encontrarla, pero fue imposible porque estaba reunida. En cambio nos llevamos la alegría de ver a otro de los profesores e apoyo con el que el peque se llevaba genial: Alberto. También le hizo mucha ilusión abrazarlo. "Mira que alto estoy" fue lo primero que le soltó porque era lo que le habían repetido sus maestras. El profesor también se mostró muy alegre con el encuentro.
Tras tanto amor antiguo alumno profesores le llevé a ver la maqueta del agua y le encantó. estuvimos un buen rato señalando animales, nubes, montañas y viendo a los pececillos, de los que ya sólo quedaban dos. A Iván le encanta hacer los ruidos de los animales cada vez que se para a admirarla.
Más feliz que una perdiz salió mi niño del centro. De allí nos fuimos a casa de un amigo suyo que estaba a más de veinte minutos de distancia. Fue una gran paliza para el peque, pero no dio muestras de cansancio porque tenía muchas ganas de ver a sus profesoras y de jugar en casa de su amigo.
Cuando llegó la hora de regresar al hogar fue otro cantar. Entonces dio ruenda suelta a su agotamiento a fuerza de perreta tras perreta. Iván tampoco estaba muy católico y me lo hizo pasar igual de mal. No respiré tranquila hasta que los dos chiquitines estuvieron dormidos.
20 minutos andando con 2 peques!!! era mi heroina!!
ResponderEliminarYo para eso, coche, coche y más coche!
Es que a mí el coche me da mieditooooo :S
EliminarAy, qué lástima de peces... Van desapareciendo uno por uno...
ResponderEliminarQué bonitos son esos reencuentros. Yo recuerdo que cuando era pequeña me encantaba que mi madre entrase a mi clase y poder enseñarle dónde me sentaba yo (bueno, y dónde se sentaba el resto de la clase, ya de paso, que yo era muy intensa para mis explicaciones, jajaja). Besotes!!!
Te imagino señalando tooodos los sitios y nombrando unos a uno a todos los compañeros de clase a tu mamá :D
EliminarMe encanta esa ilusión que tenemos por todo cuando somos pequeños. Que pena que se pierda mucha por el camino.
Besitos
Nosotros nos encontramos con su profe de la guardería y el pobre se limitó a agachar la cabeza y saludar de medio lao jajaja
ResponderEliminarA éste también le dio un poco de vergüenza. No creas... Son muy pequeños...
EliminarQue guay!! Que ilusión volver a ver a los pequeños después de un par de años y ver lo que han crecido y desarrollado. Y para ellos también y que les digan mira que alto o mura que guapo... Jejejeje
ResponderEliminarLe hacía muchísima ilusión. No pensé que se alegrara tantísimo de verlas :D
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