Hay algunas historias que parecen increíbles, pero puedo asegura que todo, absolutamente todo, de lo que me dispongo a narrar es cierto.
Todo comenzó un día de parque normal. Fuimos a uno nuevo por variar. Les había llevado a los niños dos excavadoras y un camión bastante grandes y coloridos. No me importó dejárselos a unos niños de aproximadamente la edad de mi chico mayor, cuatro años, cuando me los pidieron.
Enfrascada en resolver conflictos y evitar que mis hijos se mataran en una improvisada lucha de palos espada, los perdí de vista.
Llegó la hora de marcharse y di un repaso visual al parque en busca de los juguetes, como suelo hacer habitualmente. Sólo localicé una de las excavadoras. Del resto ni rastro.
Ni corta ni perezosa interrogué a los chiquillos que me las habían pedido. Los pequeños me señalaron entusiasmados el único vehículo a la vista como si fuera el único que había visto en su vida, pero como insistí, al final logré que uno de ellos me dijera que se los había dado a su hermano mayor. Todos señalaron con dedo acusador a un chaval de unos siete años y sus amiguitos. Me dirigí a ellos sin un atisbo de duda y les hice el mismo interrogatorio. En seguida me confesaron que ellos las había guardado.
"¿Guardado?" Inquirí amablemente, "¿Me podrías decir dónde?". El chiquillo se acercó muy contento hacia el grupo de sus padres y los progenitores de sus amigos y sin rastro de rubor abrió sendas mochilas, supongo que una suya y otra de un amigo, sacó los juguetes y me los entregó sonriente.
A los que sí se les puso la cara roja de vergüenza fue a los padres allí reunidos. "¿Eran tuyos?" tartamudeó una madre "Ellos dijeron que no eran de nadie" se excusó torpemente. "Como ayer se llevaron unos juguetes que estaban tirados por ahí sin dueño..." agregó, terminando de arreglarlo, una abuela.
Sin dar crédito a la escena que estaba viviendo, me lo tomé todo a risa, ¿Qué podía hacer?, recogí mis juguetes y me fui de allí jurándome no volver a ese parque en el que los padres enseñaban a sus hijos a apropiarse de los juguetes ajenos.
Alucinante! En mi mente no entra que haya gente así, claro está que hablo de los padres y la educación y ejemplo que están dando a sus hijos.
ResponderEliminarUn amiguito de mi hija perdió una carretilla grande llena de palas y moldes. Eso no cabe en un bolsillo ni en una mochila, sobretodo la carretilla y desapareció y nadie vio nada. No puedo entender cómo pueden aceptar en casa que su hijo/a llegue con unos juguetes que no son suyos y quedarse con la conciencia tan tranquila.
Estoy contigo. Lo único bueno de mi historia es el buen fondo del niño que lo devolvió sin titubear, pero con unos padres así lo van a malear pronto.
EliminarLo de la carretilla es increíble. El que se la llevó no pudo haberse confundido, tuvo que ser a posta. Cómo puede haber padres así.
Que fuerte, si es que muchas veces por buena te toman por tonta, seguro que si no se los quieres dejar viene la madre y te dice que pobrecitos, que son niños. Por lo menos lo admitieron y ya los tienes calaos para la proxima.
ResponderEliminarBesotes.
Lo que pasa es que la próxima ¡también les dejaré los juguetes! Es que va a ser verdad que soy tonta XD
EliminarPero es que pienso que ellos no tiene la culpa de tener semejantes padres. Al fin y al cabo el chiquillo me las devolvió sin pensárselo dos veces. Eso demuestra que lo hizo sin maldad y pensando que era lo normal :S
Qué morro!!! Lo triste de esto es que el niño lo estará haciendo de forma inocente porque la familia le ríe la gracia. Cuando crezca, será lo que ha aprendido y ya no lo hará de forma tan inocente... Un besote.
ResponderEliminarSí que es triste. Porque el niño tiene buen fondo...
EliminarEstoy totalmente de acuerdo. Luego roban del monedero de la madre, después de otros sitios menos familiares y al final se sorprenden de que les llamen del colegio porque le han pillado robando...
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