Tras llenar la barriga, le tocó el turno a Monza. A éste no jugó Iván porque estaba echando una partida al de los marcianitos con su padre. Y fue una pena porque le habría encantado. Se trata de echar una trepidante carrera tirando un montón de dados con un color diferente en cada cara e intentar avanzar según los colores de las casillas que tengas delante de tu coche. Hubo emoción hasta el final.
Fue una gran decepción para él no poder llevárselo a casa. El reto consiste en hacer llegar el haz de luz hasta las puertas de una o dos torres, según el número de puzle, mediante espejos y una red que separaba el laser. En cada tarjeta te indica el lugar de las torres, de los obstáculos y los elementos que debes utilizar para resolverlo. Las tiendas que sufrieron el acoso de mis dos churumbeles que l querían comprar todo sin consultar a sus padres fueron La Comarca de los juegos y El Almacen de los juegos, sobre todo la primera en la que ya recibían con una sonrisa cada vez que iba a pedirles uno u otro juego.
También probamos el clásico Catán, aunque en versión infantil. A la que nunca había jugado. La verdad es que lo han adaptado para hacerlo más fácil, dinámico y divertido. Nos lo pasamos muy bien, aunque con tanta algarabía al final me hice un lío y creo que me hicieron un montón de trampas. ¡Que pillos!
Y como no, se pegaron muchísimo tiempo haciendo que el aviador loco saltara e hiciera mil piruetas para llevarse a sus gallinas. Ese juego nunca falla. Las carcajadas se oían por toda la sala.
De repente, uno de los amigos sacó una tablet y... cuatro narices pegadas a la pantalla. Al poco, incluso apareció otra tablet y ya desconectaron totalmente del mundo exterior. Momento que aprovechamos felizmente los papis para probar un juego de adultos que nos recomendaron: Patchwork. La verdad es que nos impresionó. Es un juego en apariencia sencillo, pero en el que hay que pensar mucho para desarrollar la estrategia ganadora. El objetivo era comprar trozos de telas de muy diferentes formas y tamaños, ubicados en forma circular y con un método bastante peculiar para ser adquiridos, con botones con los que se conseguían tres cosas: avanzar en uno de los tableros, cubrir otro tablero y conseguir botones para cuando en el primer tablero indicara momento de cobro ganarlos y seguir comprando telas con ellos. Al final se suman los botones de cada jugador y se restan los espacios en blanco de cada tablero.
Cuando nos quisimos dar cuenta, los peques se habían desenganchado de la tablet y jugaban, a su manera, una emocionante partida a "Imperio Cobra" con sus nuevos amigos y pasando totalmente de sus padres.
También probaron uno que se llama El Frutalito, que les encantó, pero que su padre se negó a comprar por su extrema simplicidad. Creo que a veces se olvida de que son niños pequeños y no sesudos gamers. También les encantó King of Tokio, pero no puedo decir en qué consiste porque yo andaba todavía liada con El Frutalito con uno de los amiguitos de los peques. Te partes con sus caras cuando descubren la ficha de las cerezas.
Cuando el peque se aburrió de recolectar cerezas antes de que la Urraca llegara al árbol y se las comiera, su padre me invitó a conocer otro juego que también me pareció muy bueno. Se llama Tsuo y se trata de ir poniendo fichas de camino para avanzar sin salirte del tablero e intentar que salgan tus oponentes. He de confesar para mi vergüenza que no tardaron mucho en sacarme fuera. Así que aproveché para llamar a Raúl para que lo conociera. En cuanto lo vio le brillaron los ojillos y estoy segura de que pensó "Ese va a caer antes o después".
Entonces anunciaron que iban a empezar con los sorteos y todos prestaron la máxima atención. Todos, menos los niños que volvían a estar enganchados a la tablet. Bueno, Iván aprovechó lo poco que le quedaba para jugar al Laser Maze después de la desilusión que le hizo saber que no se lo llevaría a casa. Pero poco le duró el sinsabor porque su nombre fue uno de los afortunados en llevarse un premio y curiosamente fue el juego de mesa que minutos antes había señalado diciendo "Bueeeno, pues si no es el del laser quiero éste": Gold am Orinoko. ¡Vaya suerte tuvo! Y la cosa no quedó ahí porque Daniel también resultó ser ganador de otro juego que también tiene una pinta excelente: Sherlock Kids.
Más que emocionados aseguraban que no se querían ir aún después de pasar unas diez horas allí metidos. Yo alucinaba. Pero era tardísimo, así que nos despedimos de todos los que nos habíamos conocido y nos fuimos a casa.
En el hogar, los peques nos la liaron parda porque estaban agotados, excitados, con muchas ganas de jugar a los juegos nuevos y muy poca de cenar y meterse en la cama que era lo suyo.
Hola: 10 horas!!! estos peques no se cansan nunca...Cuando lo pasan mejor que bien y están entretenidos nunca quieren acabar... seguimos en contacto
ResponderEliminarDa gusto, porque cuando se lo pasan bien se suelen portar como angelitos :D
EliminarEl problema viene cuando se aburren XS
Qué de juegos, madre del amor hermoso!!!!! A mí no me entusiasman los juegos de mesa, pero los que has explicado parecen muy chulos!!
ResponderEliminarMuas!
Son chulísimos. Hay para todos los gustos. Es increible la enorme oferta de juegos de mesa que existe. NO se pueden jugar a todos ni viviendo dos vidas jajaja
EliminarVaya suerte tuvieron!!! Diles que te digan el número ganador de la lotería, que están en racha. Jajajaja. Besotes y que disfrutéis de los juegos.
ResponderEliminarEso eso jajaja
EliminarPero no caerá esa breva ;)
Anda, encima con suerte. ¡Ya podéis jugar cuando queráis!
ResponderEliminarBesos
Sí, vaya suerte tuvimos!! :D
Eliminarvaya maratón de juegos!!!!!!!!!!!!!!!!! y que suerte, bueno doble diversión, la del día y la q llevasteis a casa.
ResponderEliminarSíiiii. Fue un día increíble :D
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