sábado, 8 de abril de 2017

La serpiente dragón de Daniel

De todos es sabido que mi hijo mayor sería más feliz en una central de reciclaje que en el mejor y más moderno parque infantil. Este hecho es algo que demuestra cada vez que nos dejamos caer por el parque. Mientras otros niños corren a los columpios como locos, él se dirige a gran velocidad a los contenedores de cartón y plásticos. Y encuentra verdaderas maravillas. Como su serpiente dragón, unas pompas gigantes de embalar unidas formando una curiosa y ligera cinta.

Enseguida se enamoró de su tesoro y se lo llevó a pasear y a jugar por todo el parque. Como hacía un poco de viento la serpiente dragón no paraba de bailar. Era todo un espectáculo verle. Sus amigos y su hermano le invitaron a jugar con ellos, pero la serpiente dragón requería de toda su atención y tuvo que declinar la oferta.

Hasta que se cansó de su nuevo juguete y sucedió la tragedia. La serpiente dragón murió. Sus pompas estallaron a manos de mi churumbel, que se sentaba sobre ella, la estiraba y estrujaba muy entretenido. Cuando acabó, me la puso en las manos y me dijo: "Se ha muerto".

Pretendía, justo en ese momento unirse al juego de sus amigos, pero un grito mío bastó para que se encargara de que los restos de su serpiente dragón volvieran al sitio de donde habían salido.

3 comentarios:

  1. :) bueno cada uno supongo se divierte como quiere. La verdad es que imaginación no le falta para nada. Si el esta contentó ¡q haga dragones! :D

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    Respuestas
    1. Tienes toda la razón, pero tiene mucho peligro porque no distingue entre inofensivos cartones y hierros oxidados :_(
      Hay que vigilarle...

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