Durante las Jornadas Be Mum and Dad conocí un proyecto de lo más curioso que me parece la bomba. Se llama Tu bebé en casa y consiste en un asesoramiento total sobre el cuidado de tu reciente retoño. Nada más nacer el pequeño, llamas a la empresa y, adaptándose a la disponibilidad de ambas partes, te mandan una enfermera titulada que durante tres horas te explica detalladamente cómo se baña al niño, cómo se le quitan los gases, cómo cambiar el pañal, cómo afrontar la lactancia materna... Y todas las dudas que les surjan a los padres primerizos. Si con tres horas no te parece suficiente tienen otros dos packs más completos.
Me parece un regalo muy especial. Y me hubiera encantado que me lo hicieran cuando nació mi primogénito. Nunca había sido muy niñera y no tenía ni pajorera idea del tema niños, así que di mucho, muchísimos palos de ciego, hasta que me sentí cómoda en mi papel de madre. Tuvo que venir el segundo para que por fin consiguiera tener confianza en mí misma a la hora de cuidarles. Y aún así tampoco me hubiera venido mal una ayudita con los dos trastos durante los primeros días.
Recuerdo cómo me sentí cuando me pusieron a Daniel encima de la tripa en el paritorio, hace ya siete años. Fue una sensación entremezclada de aturdimiento, inseguridad y amor, por supuesto. Pero sobre todo, sobre todo inseguridad.
Ya tenemos al niño aquí. ¿Y ahora qué? No sentí miedo porque confiaba ciegamente en mi madre y mi suegra. Si han criado a tres tiene que saberlo todo. Pero enseguida me sacaron del error ellas mismas. "Niña, no esperes milagros de nosotras", me dijo mi madre. Y era cierto. Para empezar, ni siquiera estábamos de acuerdo en los métodos.
Así que me di un gran tortazo con la realidad. Una en la que todos tenían algo que decir, que criticar, que reforzar... A eso se le suma que Daniel sólo se callaba en la teta y... Bingo. Un infierno total. Eso sí, lleno de amor, mucho amor. Pero infierno al fin y al cabo. Ni comía, ni dormía, ni veía la luz. Porque no sabía cómo cuidar al peque. Las personas de confianza y los profesionales que me rodeaban me hacían llegar mensajes confusos y contradictorios que me liaban aún más.
Al final salí del atolladero utilizando el sentido común, pero confieso que lo pasé muy mal por el camino. Ojalá hubiera contado con la ayuda de este servicio en ese momento. Supongo que hubiera vivido el inicio de mi maternidad con muchas más calma.
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Pero que chiquitos! cómo crecen!!!
ResponderEliminarSe me ha ido el tiempo taaan rápido...
EliminarYa son hombrecitos sniiiiif