A Daniel le está costando aprenderse las multiplicaciones. Le entiendo. A mí también me parecen un rollo, pero hay que sabérselas y no valen las excusas. Yo me las aprendí en su momento, aunque ahora alguna la tenga olvidada, ejem. Demasiadas calculadoras en mi vida, me temo.
Rompiéndome las neuronas para encontrar un juego divertido que le hiciera más llevadero el tema se me ocurrió hacerle un bingo de las multiplicaciones. Llevada por el entusiasmo pinté tres cartones y decidí usar dos dados de 10 para que multiplicara los resultados. Para poder reutilizar los cartones saqué elásticos pequeños que nos sirvieran de marcadores.
Muy contenta le propuse el juego al mayor. Ahí me encontré el primer problema. A Daniel no le llamaba nada el tema, pero el pequeño estaba ansioso por empezar (¡Y está en primero de Primaria!). Con mucho esfuerzo convencí al primogénito y comenzó la partida.
Con el tema de tirar dados y de que yo también fallaba en las multiplicaciones el mayor se fue animando. El azar hizo que el pequeño se encendiera cual cerilla al tener pocos números de los que salían. Cuando estaba a punto de echar humo por la nariz le cambié el cartón y logré apaciguarlo. Mal, lo sé. Pero es que el objetivo era que el mayor se aprendiera las multiplicaciones y ya tenía su atención con alfileres como para ponernos tontos con la frustración de su hermano.
Después de un buen rato, los dados fueron aciagos y no hacía más que salir resultados repetidos. no quedó más remedio que cambiar de sistemas. Escribimos las multiplicaciones cuyos resultados aún no habían sido marcados en los cartones y los metimos en un saco de tela. Sacábamos un papel por turnos y los desechábamos para asegurarnos de que no se volviera a repetir.
De nuevo la suerte de Iván fue funesta y el peque acabó estallando en llanto y acusando a su hermano de tramposo con una actuación dramática digna de oscar. El acusado hizo mutis por el forro y aprovechó la ocasión para escapar de un juego que había dejado de tener interés para él en cuanto habíamos eliminado el factor dados.
Así que, por un lado, algo de éxito tuvo porque le sirvió para repasar a Daniel, pero por otro, el tema azar de los dados tiene un peligro tremendo a la hora de avanzar en el juego y los hermanos polvorilla más peligro aún.
Me has dado un idea para el finde que será casero que nos tenemos que recuperar
ResponderEliminarUuuuuy ya me contarás!!!
EliminarDescansa y recuperate del todo. Me alegro haberte dado esa idea. Tu me has dado a mí muchas!!
Es buena idea, hay que aportar algo de originalidad si no no se motivan
ResponderEliminarLo que nos lo tenemos que currar padres y profes. cada vez es más difícil motivarlos buuuf
EliminarOriginal y divertido. Me encanta. ¡Lo que no haga mami Dácil por sus fierecillas!
ResponderEliminarAaay muchas gracias!!! Se hace lo que se puede para salvar los escollos escolares. Estos niños si no se divierten no quieren saber nada ainsss
EliminarMadre mía. Qué apañá que eres y qué creativa!!!
ResponderEliminarJo graciaaaaas!!! La pena es no tener más tiempo para hacer todo lo que queremos...
EliminarPero qué ingeniosa eres!! El bingo es un juego extraño. Nos gusta cuando somos niños y después no nos vuelve a gustar hasta que nos jubilamos. Jajajaja. Besotes!!!
ResponderEliminarEstá claro entonces que el pequeño no va para matemático... ¡Pero tienes ahí un actor en potencia! :D
ResponderEliminarCuanto
teatreros son los dos y mucho. Para oscar!! Que paciencia hay que tener jajaja
Eliminar¡Cuánto ingenio derrochas con tus peques!
ResponderEliminarQué remedio!!! Cuando se les atasca algo no hay manera si no es jugando ;)
Eliminarhe visto esto y me he acordado de ti
ResponderEliminarhttps://aprendiendomatematicas.com/practicar-la-tabla-del-ocho/
Muchas gracias!!! Como mola el juego de las arañitas. Nunca se me habría ocurrido. Ya sé como hacer para que practiquen también la del 4 y la del 6 jajaja
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