Madre lo que ha caído en Madrid. Una nevada de las que hacía tiempo que no veía. No es que yo haya visto muchas. En realidad muy pocas, pero es que esta ha sido impresionante la mires por donde la mires.
Y claro, con ella llegó el caos. Anda que no nos hinchamos a oír sirenas durante todo el día. También llegó el frío, evidentemente, un frío terrible, del que cala los huesos. Los resbalones... Los paraguas... Los resfriados...Pero ¿creeis que todo le importa a los niños? ¡Quía! Ellos felices. Emocionados. Anda que no dieron lata para que les llevara al parque. Una, que es una blanda... Pues sí, pues sí. Les puse doble calcetín, botas de agua, guantes tirando a cutres y ¡ale! al parque con más manto de nieve que encontramos por las inmediaciones.
Ya por el camino iban haciendo el burri cabra, para desesperación materna que se esperaba el descalabro inminente a cada paso. Ya les podía gritar y reñir (yo y todo buen ciudadano que nos cruzábamos) que a ellos plim. Estaban más que dispuestos a que su madre no les arruinara la diversión.
Adivinad qué fue lo primero que hicieron en cuanto llegaron al lugar elegido. Correcto. Encroquetarse de nieve hasta las cejas. Así que luego estuve yo fregando charquitos por toda la casa de todos los trocitos de hielo que fueron soltando. ¿Hay algo más divertido que bajar rodando una pendiente nevada? Los trineos son fruslerías para estos dos kamikazes.
Eso sin contar con la emoción en las venas al iniciar una batalla contra los árboles que atacan a traición, soltando en sus cabezas improvisadas bolazas de nieve. Algo que luego resultó ser todo un peligro. Me explico.
Cuando ya por fin me tocó el papel de madre malvada rompe planes divertidos y sacar a mis empapados hijos de las orejas de la pendiente para poner rumbo al hogar nos encontramos con que una enorme rama había caído en el camino que habíamos tomado para llegar hasta allí. Media hora antes y nos pilla debajo. ¡Ostras! Vaya tela.
Mis hijos seguían en su inconsciencia infantil, patinando, resbalando y dándose unos buenos tortazos de los que se levantaban al grito de "No me he hecho nadaaaaaaa", para seguir haciendo el cafre. Pero a la madre le vinieron a la mente esas aparentemente inocentes imágenes de niños cargando tenazmente contra los árboles para ser "sepultados" por la nieve de las ramas.
Ay Diossss. Que una proviene de climas cálidos y no prevé los peligros invernales nevosos, pero ya he aprendido ya... Para la próxima tormenta, si es que la hay, buscaremos sitios abiertos sin un sólo árbol.
Q guay!!!!!!!!!!!!!! q bonito está Madrid!!!!!!!!!!!!! (yo con la nieve creo soy un poco como tus fierecillas) no veo el peligro solo lo divertido y bonito. ¡q chuladaaaaaaaaa!!!!!!
ResponderEliminarYa te imagino caladita como mis peques jajaja
EliminarY yo como daño colateral a fuerza de bolazos ainss jajajja
jejeje
EliminarTú también te lo imaginas. Confiesa!! jajajaja
EliminarVaya susto lo del árbol...
ResponderEliminarPero oye cuántas oportunidades de divertirse así van a tener? No muchas.
Besos
Yo pensé lo mismo. Incluso les recogí en le recreo del comedor y tiramos al parque fumándonos las dos horas finales. Que mal ejemplo les doy ainss
EliminarY hoy quieren repetir, pero nos estamos jugando una pulmonía, así que lo siento por ellos, pero hoy ya noooo
Pues por mi barrio y por el de mi curro creo que no cuajó tanto, aunque es todo asfalto, claro. Jajajaja. A mí la nieve me pone de muy mala gaita... Besotes!!!
ResponderEliminarA mí me gusta, pero causa mucho lío. Me encanta ir a jugar con la nieve y luego pasar el resto del día al lado de la calefacción, con mantita y caldito mmmm
EliminarCómo no les ibas a llevar al parque, mujer... Cuando tengan nuestra edad aún se acordarán de esta nevada y de que los llevaste a retozar en agua helada! :D
ResponderEliminarMuas!
No sé yo... Los niños son muy desagradecidos buaaaaaaaaaaa
EliminarPero nos lo pasamos genial jajaja
Me quedo con eso ;)