Como ya dije en otro post, este año tuvimos mucha suerte en las TdN a la hora de conseguir plaza en las partidas de rol que nos interesaban, una de ellas era la de Ryuutama: La ciudad del sol poniente. José Masaga, Editor de Other Selves (La editorial que ha sacado el juego en español), fue nuestro máster y estrenaba una de las aventuras que se recogen en el suplemento Las cuatro estaciones. Nos dirigió la de la primavera y nos encantó.
Nada más llegar nos llamó la atención cómo estaba puesta la mesa, no faltaba un detalle. Hasta había puestos mantelitos de bambú para cada jugador. Una monada.
Nuestro máster venía preparadísimo con un montón de componente, figuras, una saquito de dados por jugador, una pizarra... y hasta unos lápices y gomas muy molonas. Tanto que Iván se empeñó en cambiar la figura de su personaje por el oso panda de su goma. A partir de ese momento se convirtió en un panda cazador que dormía en ramas y techos.
Nuestro máster no tuvo ningún problema en adaptarse al cambio y, además, lidió con un Daniel en estado troll sin perder la sonrisa y adaptando la partida a sus salidas de tono, una partida que fue la caña. Y eso que mi primogénito estaba de tortazo.
De hecho, su actitud en la partida le valió un castigazo posterior. Primera regla: hay que respetar al máster, segunda regla: hay que conducirse acorde con la ambientación de la partida. La primera acabó por acatarla porque nuestro director de partida se lo metió en el bolsillo muy hábilmente, pero la segunda se empeñó en romperla repetidas veces a pesar de mis miradas asesinas y mis veladas advertencias.
Aún así y todo, Masaga montó una partida espectacular en la que logró que todos los jugadores, cinco en total, participáramos muy activamente y nos echáramos unas risas. Dirigir a adultos es difícil, pero dirigir a niños es otro nivel. Los peques tienen pocos filtros y muchísima imaginación. Nunca sabes cual va a ser su siguiente paso.
En nuestra partida participaron tres niños muy diferentes y me pareció alucinante la forma que tuvo el máster de adaptarse a todos sin perder el hilo.
Tuvo una paciencia infinita y dejó que los niños curiosearan los tipos de dragones que aparecían en el libro a placer. Estuvieron un buen rato mirando los tipos de climas y cada dragón asociado muy interesados.
Este juego de rol cada vez nos gusta más, aunque mis hijos no acaben de empatizar con el ambiente de equilibrio con la naturaleza y buen rollo que desprende. Demasiadas mazmorras en sus vidas (en sus vidas roleras, en sus vidas roleras eeeeeh).
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