Una actividad que les llamaba mucho la atención a mis hijos las jornadas Tierra de Nadie de este año era el taller de chapas. Se dividía en dos partes: Hacer cada uno su propio equipo personalizado y el torneo en sí.
Lo curioso del tema es que Daniel quería apuntarse a la primera actividad sólamente e Iván a la segunda. Se ve que el mayor es más de manualidades y el pequeño más de acción. Como no me gusta obligarles les dejé elegir. En un principio Iván no quiso apuntarse a ninguna de las dos actividades porque se llenó de dudas. No había jugado nunca y le daba miedo que todos lo hicieran mejor que él, pero se avino a acompañarnos al primer taller acompañado con el juego de Ratland que habíamos cogido de la ludoteca y que adora con toda su alma.
Una vez allí, el primogénito se metió de lleno en la tarea de crear un equipo de chapas molón y una portería. Se lo pasó genial diseñando a sus jugadores. Tanto, que casi creí que iba a participar en el torneo, pero ¡que va! Sólo estaba interesado en la parte creativa.
En cambio su hermano, empezó a verle la parte molona al asunto y cada vez le veía más cerca de la mesa en la que los niños recortaban, pintaban y se afanaban por sus equipos. Aunque, cada vez que le preguntaba si quería unirse negaba con la cabeza.
Lo que sí hizo fue ayudar al monitor a preparar los campos de fútbol en las mesas. Éste le aseguró que había traído equipos hechos por si alguien se quería apuntar sólo al torneo y acabó convenciendo al peque para intentarlo.
El que iba acaban con sus chapas iba ocupando las mesas para que el monitor le explicara las reglas y comenzaron a jugar por parejas. Lo bueno es que los puso a competir teniendo en cuenta edades y tamaños en la medida de lo posible.
Daniel se dedicó a mirar cómo jugaban los demás, pero no se le veía con ningunas ganas de participar activamente.
Al final se lo pasaron muy bien ambos con sus intereses bien distintos y los partidos fueron de lo más emocionantes.
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