miércoles, 29 de junio de 2022

Al parque de atracciones de Madrid con la fiera pequeña

"Mami, quiero ir al parque de atracciones, quiero ir al parque de atracciones, quiero ir al parque de atracciones, ¡¡¡QUIERO IR AL PARQUE DE ATRACCIONES!!!"

Nos quedó muy claro al padre y a mí por donde iban las indirectas del más peque de la familia. Su hermano mayor había sido invitado por un amigo y él no quería se menos. Su cabecita estaba llena de ruidosas atracciones multicolores y no iba a parar hasta conseguirlo.

Lo cierto es que no le cortó mucho convencernos porque queríamos hacer algo especial con él mientras su hermano se iba a un flipante campamento de aventura extrema al que ya nos hubiera gustado ir a los padres. El caso es que nos pusimos manos a la obra para ir el mismo día en el que dejamos a Daniel en el autobús rumbo a la aventura.

Lo primero que me chocó al ir a comprar las entradas fue que había desaparecido al entrada simple al parque, la del acompañante, la del que va por pasar el rato con su familia, pero tiene claro que no se va a montar en nada... Hablando en plata. ¡me habían quitado la oportunidad de delegar en el padre todos los mareos y emociones extremas! ¡Malvados!

Hablando en serio, me parece terrible que desaparezca esa entrada porque hay gente; por ejemplo abuelos o enfermos del corazón, o simplemente, gente prudente; que va sólo a disfrutar del ambiente y le clavan el pastizal igual.

En fin, que solté la tela (si compras online sólo das un ojo y no los dos) y me preparé para sufrir imprecisos saltos de estómago en vertiginosas atracciones.

Y al final sufrí en vano porque este pequeño ya no es lo que era antes del confinamiento. Su hermano siempre ha sido mucho más precavido, pero él se apuntaba a un bombardeo. Todavía recuerdo con terror la montaña rusa de las Mágicas Navidades de Torrejón a la que me hizo acompañarle... ¡dos veces! Pensé que salíamos volando de allí.

Pero  en el parque de atracciones de Madrid no quiso ni oír hablar de montarse en las más extremas, ni siquiera en las de riesgo medio. ¡Vamos! Que en la única en la que logré montarlo le llevé yo casi a rastras. Y es muy suavecita.

Aunque he de admitir que luego él se vengó metiéndome en el aserradero, que están hechos expresamente para empaparte de arriba abajo. Y también dan impresión en las bajadas.

El resto de atracciones en las que montamos fueron un paseo, cosa que agradecí. A sus dos preferidas repetimos varias veces. Un es la que antes se llamaba El cóndor y que ahora creo que llaman Rotor, o algo así. Curioso, porque las cabinas siguen teniendo forma de esta clase de pájaros, pero alguna razón habrá, digo yo. El caso es que mola mucho porque te sube muy algo, tienes unas vistas impresionantes de Madrid y encima no marea nada. Aunque Iván, asegura que a él le da miedito la altura a la que se llega.

Su otro imprescindibles son las sillas voladoras, pero las bajitas. las super altas que te mueres no las quiere ver ni en pintura. A mí me da curiosidad. Algún día me montaré. Disfrutamos un montón dando vueltas con los pies colgando. Pero a la tercera vez que nos íbamos a montar se rompió la atracción y la cerraron. 

Pero teníamos otras muchas opciones así que nos comimos los sandwiches que habíamos llevado y seguimos con la diversión. Montamos en muchos clásicos: La jungla, los zepelines, el tren, el tiovivo y algunas de la zona de Nickelodeon. 

Por cierto, que la tranquila jungla está a un paso de convertirse el paseo del terror con tanto deterioro. Tiene mérito que lleve la tira de años igual. Es un patada de nostalgia directa la estómago cada vez que te montas, pero, por otro lado, las partes de animales rotas y algunos movimientos descontrolados que te recuerdan a una mezcla entre West World y los animatrónicos de Five Nights at Freddy's generan cierta inquietud. Meten algún actor creando momentos de sustos rápidos y triunfaría.

El caso es que el niño disfrutaba de placeres sencillos y tranquilos y nosotros encantados, pero ya no tan encantados cuando a las tres horas de llegar ya nos empezó a preguntar que cuando nos íbamos. ¡¿Quién es éste niño y dónde está mi hijo?! Pues resulta que sí que es el verdadero y genuino Iván, pero ya le estaba notando estos años que cada vez se vuelve más casero y con menos ganas de jarana.

De nada servía los efusivos esfuerzos de su padre señalando a una u otra atracción, dedicándoles persuasivas palabras, el peque sólo pensaba en el hogar. Aún así lo distrajimos lo suficiente para alargar la cosa una horita más. Y si sumamos los 20 minutos que dedicamos a disfrutar de un helado sentados en una mesa a la sombra algo más alargamos el chicle, pero cada poco nos soltaba que si no íbamos ya como quien no quiere la cosa.

¡¡¿Tanto rollo para esto?!! El padre y yo con cara de "I don't believe it" y el crío se reía, pero no aflojaba en su empeño. Él ya había hecho lo que venía a hacer y ya no había motivos para continuar allí.

"¡Hasta las 22 que nos vamos a quedar!", aseguraba Raúl entre risas y el peque horrorizado, "Noooooo, que me quiero ir ya!"

Le convencimos para dar el último paseo por el recinto, a ver si nos subíamos a algo más, pero Iván fue inflexible en su decisión. No pensaba volver a caer en nuestras tretas. Aunque algo sí que se entretuvo en la zona de los zombis, ¡pero poco! Que ya quería irse, por si nadie lo había notado.

Total que no eran ni las cinco de la tarde y ya estábamos montados en el coche rumbo a casa. El padre y yo jurando en arameo y el chiquillo tan feliz. La conclusión es evidente: Hemosidoengañaos.

4 comentarios:

  1. jo, menudo palo, porque hacer eso de ir a dar una vueltecilla está bien cuando tienes el bono parques, pero si pagas por pasar un día, ¡qué menos que pasarlo!

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    1. Pues sí. Menos mal que al menos fuimos con descuento. Al final pasamos allí unas cinco horas, que no está mal :) Pero es que nos quedamos asombrados cuando el peque de repente nos dijo que ya estaba todo hecho y que a casa... ¡en un parque de atracciones!

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